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domingo 17 de noviembre de 2024

Una parodia humanitaria en Gaza

La crisis de electricidad de Gaza, que está empeorando, es un ejemplo del por qué muchas llamadas organizaciones de derechos humanos ya no merecen más ser tomadas seriamente.

EVELYN GORDON

La crisis se deriva por completo de una disputa interna entre los dos gobiernos palestinos rivales, y como no se puede culpar a Israel por ella, la mayoría de los principales grupos de derechos humanos la han ignorado, prefiriendo en cambio enfocarse en cuestiones verdaderamente urgentes como—esto no es broma—jugar futbol en los asentamientos. Pero las excepciones a esta regla son aún peores: son las tan poco preocupadas por los hechos que han encontrado una forma de culpar a Israel por un problema enteramente de factura propia.

Una breve recapitulación:

Allá por abril, Gaza quedó sin combustible para su única planta de energía porque ni la Autoridad Palestina manejada por Fatah ni el gobierno de Gaza manejado por Hamás—ambos de los cuales tienen gran cantidad de dinero para gastar en fomentar el terror anti-Israel—aceptarían pagar por él. El argumento se enfoca específicamente en un gravamen que la AP impuso sobre el combustible, el cual Hamás no pagará pero la AP no bajará. La escasez de combustible cortó el suministro de energía de Gaza a unas cuatro horas al día.

Ese mismo mes, la AP anunció que dejaría de pagar por el 40% de la electricidad que Israel envía a Gaza a través de cables de alto voltaje y Hamás se negó naturalmente a asumir los pagos. Israel continuó proporcionando la energía de todas formas por unas seis semanas, pero esta semana, finalmente decidió dejar de dar a Hamás electricidad gratis. Eso reducirá el suministro de energía de Gaza a tres horas diarias o menos.

La escasez de energía está creando una crisis humanitaria peor en Gaza que lo que hizo alguna vez el bloqueo parcial de Israel, pero ni Amnesty ni Human Rights Watch—ambas de las cuales publicaron incontables declaraciones acerca del bloqueo—ha publicado un sólo informe de prensa sobre la crisis de electricidad. En forma asombrosa, sin embargo, HRW encontró tiempo para emitir no menos de tres declaraciones de prensa en mayo criticando el rechazo de la asociación internacional de futbol a tomar acciones contra Israel por seis equipos de futbol en los asentamientos. Aparentemente, jugar futbol en un asentamiento es un problema humanitario mucho más serio que estar sin energía 20 horas al día.

Pero la organización israelí Gisha–el Centro Legal para Libertad de Movimientos—adoptó una opinión aún más deshonesta en un artículo de opinión publicado en Haaretz la semana pasada (antes que Israel decidiera dejar de dar electricidad gratis a Gaza). El trabajador de campo Mohammed Azaizeh ofreció descripciones desgarradoras de los problemas que enfrenta el Hospital de Niños Rantisi debido a la crisis energética, pero fue curiosamente reticente acerca de la causa. Él dijo sólo que la planta de energía dejó de operar “debido a un conflicto político,” sin identificar jamás a las partes del conflicto.

También destacó que los hospitales de Gaza están seriamente cortos de medicinas y equipo médico, pero nuevamente no ofreció ninguna explicación, ni siquiera la excusa poco convincente de un “conflicto político” no especificado. Pero de hecho, el mismo conflicto político está de sobra: en mayo, la AP dejó de pagar por la medicina de Gaza y Hamás se rehúsa a hacerlo, así que las existencias médicas de Gaza se agotan rápidamente.

Sólo hacia el final Azaizeh apuntó a un villano real.

Incluso transferir equipo desde Israel que fue comprado por adelantado especialmente para Rantisi es un reto: Han pasado cuatro meses desde la renovación del departamento de oncología, con la ayuda monetaria de una fundación estadounidense, y ellos todavía están esperando aquí partes esenciales para el sistema de aire acondicionado. La entrada de las partes y equipo a Gaza está dilatándose porque Israel decidió etiquetarlos como artículos de “doble uso.”

Ignoremos el hecho que esta falta particular es irrelevante para las aflicciones de Rantisi, ya que un hospital al que Azaizeh describió careciendo de suficiente energía para mantener sus luces encendidas seguramente no tiene suficiente luz para manejar sus aires acondicionados, con o sin partes. La frase clave es la transición astuta entre el párrafo sobre la falta de equipo médico y aquella sobre la falta de aire acondicionado: No sólo está faltando equipamiento médico, sino que “Incluso transferir equipamiento desde Israel que fue comprado por adelantado especialmente para Rantisi es un reto.”

Así, sin decirlo en verdad, Azaizeh se las arregló para dar a entender que la escasez de equipo médico también se deriva de las restricciones israelíes. Y a partir de allí, es un paso fácil concluir que el “conflicto político” no especificado detrás de la crisis de poder debe involucrar también a Israel. En realidad, por supuesto, Israel nunca ha interferido con los envíos ya sea de combustible o medicina a Gaza, aunque ha prohibido ítems de doble uso que no son necesidades humanitarias.

Una organización de derechos humanos a la que realmente le preocupara la crisis humanitaria de Gaza señalaría y pondría en apuros a las partes responsables—Fatah y Hamás—en un intento por presionarlas para que se comprometan, o al menos dejen en claro que la crisis se deriva del no pago e insten a los donantes internacionales a cubrir el déficit. Pero el artículo de Azaizeh no hace ningún esfuerzo por abordar las causas de la crisis; su único propósito es desprestigiar a Israel.

Gisha es una organización no muy conocida en Estados Unidos, pero sus informes son citados regularmente por el Departamento de Estado estadounidense, la Unión Europea, la ONU y organizaciones internacionales de derechos humanos como Amnesty y HRW. De hecho, Europa la considera tan valiosa que los gobiernos europeos proporcionan más de la mitad de su financiación; la ONU y el New Israel Fund también comparten los gastos.
Ninguno de estos auto-nombrados guardianes de los derechos humanos está preocupado por el hecho que el principal interés de Gisha sea dañar a Israel en vez de ayudar a los palestinos, ya que su interés es el mismo. Ese es el motivo por el cual HRW se preocupa más por cerrar equipos de futbol israelíes en los asentamientos que por proveer a Gaza de energía confiable, el motivo por el cual Europa prodiga fondos a organizaciones como Gisha, y el motivo por el cual incluso la oficina de derechos humanos del Departamento de Estado (no confundir con el resto del gobierno estadounidense) dedicó más espacio en su informe anual a las “violaciones israelíes de derechos humanos” (la mayoría de ellas ya sea temas triviales o calumnias sin fundamento) que a las matanzas actuales en lugares como Siria, Irak, Yemen y Libia. Ese es también el motivo por el cual tales organizaciones se están volviendo cada vez más “aisladas” en Israel, como denunció el presidente del NIF esta semana.

Que tantas “organizaciones de derechos humanos” se dediquen ahora a la propaganda en vez de exponer violaciones reales de los derechos humanos es una tragedia para las muchas víctimas mundialmente que han sido dejadas por consiguiente sin voz. Pero en tanto éste siga siendo el caso, no hay absolutamente ninguna justificación para continuar dotándolas con dinero, atención, y sobre todo, credibilidad.

 

 

Fuente: Commentary
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.

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