Rosseau decía que la felicidad de una persona depende de que su voluntad este en concordancia con su fuerza. Es decir, que pueda realizar los objetivos y deseos que se propone. Él remarcaba que debemos enseñarles a los niños a no desear las cosas que no pueden obtener con sus propias fuerzas o enseñarles a desarrollar la fuerza suficiente para alcanzarlo. Era una época donde la necesidad se aceptaba, donde la tolerancia a la frustración era mayor. Hoy vivimos en un mundo donde se pinta la mentira de que podemos ser lo que deseamos, que sólo falta proponértelo para lograrlo.
Creemos que nuestros deseos son nuestros derechos y no nuestras necesidade, al punto que hemos llegado a creer que es la obligación de otra persona dárnoslo. Hemos olvidado la fragilidad del ser humano y las limitantes que tenemos. Sin embargo, la Torá nos las recuerda, constantemente nos dice que nuestros defectos de carácter bien dirigidos podemos volverlos nuestras virtudes, que si D-os no nos lo da es porque no lo necesitamos y más importante que todo, hay cosas que no vamos a poder ser ni hacer jamás, porque no es el lugar que nos corresponde. Estos son los límites de la democracia, uno no puede votar las leyes divinas, ni buscar ser otra persona. La perashá de esta semana habla de eso.
Koraj fue un hombre que quiso organizar al pueblo judío para rebelarse en contra de Moisés y tuvo un final fatídico. Cometió dos errores: quiso convertir a la Torá y la ley de D-os en una ley hecha por hombres y quiso asignarse un papel que sólo podía ser asignado por la divinidad. El siguiente discurso del rabino Ezer Pine nos habla de ello. Esperamos les guste.
Rab. Ezer Pine. ¡Conoce tu lugar!
En la perashá (porción de Torá) de esta semana nos encontramos con el episodio trágico de Koraj y la desunión que provoco entre los judíos al cuestionar el liderazgo divino de Moisés y Aarón. Inmediatamente después de narrar este evento, la Torá ordena a un cohén (sacerdote) no intervenir en los servicios asignados a los levitas y viceversa.
Al darnos esta mitzvá, la Torá encapsula el siguiente mensaje: contrario al pensamiento popular, no todas las personas son iguales. Personas diferentes tienen misiones diferentes y en consecuencia les son dadas herramientas distintas a lo largo de su vida. Uno no necesita comparar su posición con el de su vecino, en lugar de ello debe entender su propia misión de vida, aceptarla y luchar por lograrla cabalmente. Un hombre no es una mujer, un niño no es un adulto, un cohén no es un levita y un sacerdote (Koraj) no era el líder escogido por D-os para guiar al pueblo judío.
En una sociedad donde el ideal de democracia es sagrado, tendemos a creer que es nuestro derecho ser lo que deseamos ser; la Torá difiere de ese pensamiento. Cada persona es individual, necesita reflexionar cuál es la mejor forma en que puede hacer del mundo un lugar mejor. Eso implica que necesita entender las herramientas que le fueron dadas al nacer y a lo largo de su infancia para completar su misión. Para entender la razón por la que fue creado.
Escrito por Rab Ezer Pine / Traducido por Aranza Gleason
Fuente: 1 Minute of Torah
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