Por qué el gobierno israelí le tiene miedo a la academia

YUVAL HARARI

La mejor manera de defender a los estudiantes es seguir desarrollando sus habilidades de pensamiento crítico y sus instintos políticos para que no crean todo lo que les dicen. Sin embargo, el gobierno teme que los ciudadanos aprendan a pensar de manera crítica, en base a hechos y pruebas.

Los profesores de la academia definitivamente necesitan un código ético, pero ya lo tienen, y es mucho más estricto que el de los políticos y ministros de gobierno, por ejemplo.

Como científicos, estamos comprometidos con la verdad, con los hechos y con la evidencia. Si la evidencia contradice nuestra opinión personal, nos comprometemos a presentarla como es. Cuando discutimos un tema político complejo en clase, nos comprometemos a presentar una variedad de teorías y opiniones, y a permitir que los estudiantes respondan, hagan preguntas y expresen distintas opiniones. Si uno de ellos tiene una opinión diferente a la nuestra, no debemos ofenderlo, burlarnos, silenciarlo o castigarlo con sus calificaciones.

¿Acaso todos los profesores obedecen siempre estas reglas? Por supuesto no. Muéstrenme una institución en la que todos sus miembros siempre obedecen sus reglas. ¿Pero ésa es una razón para prohibir a los profesores que discutan asuntos políticos en clase? Ese será el fin de la libertad de expresión y de la investigación en la academia. A modo de comparación, el código ético de los miembros del gobierno les prohíbe tomar fondos públicos y llenarse sus propios bolsillos o transferir esos fondos a sus asociados. ¿Todos los ministros obedecen siempre este código? Realmente no. ¿Deberíamos quizás prohibir que los ministros tomen decisiones sobre los fondos públicos?

El código ético que propone el ministro de educación determina que “un miembro de la facultad de una unidad académica evitará la posibilidad de que sus comentarios en clase sean interpretados naturalmente por los estudiantes como actividad política” y define la actividad política como “cualquier actividad que apoya directamente una cierta postura sobre una controversia pública conocida, que se haya expresado durante un periodo prolongado en la Knesset y en el discurso público”.

Si este código es aceptado, yo personalmente lo violaré en casi todas las clases, porque es simplemente imposible enseñar historia sin hablar de opiniones sobre una “controversia pública conocida”. ¿Es posible enseñar un curso sobre la Revuelta de Bar Kojba, sobre la Inquisición en la Edad Media o sobre la revolución comunista en Rusia sin abordar cuestiones políticas controversiales? Después de todo, no estudiamos historia para saber las fechas de las batallas antiguas y recordar los nombres de los reyes que murieron hace 1000 años. ¿A quién le importa eso? Estudiamos historia porque es relevante para nuestras vidas hoy.

No es que un profesor en una clase de historia se enfrente a sus estudiantes y les diga: “¡No voten por Bibi!” Pero un profesor de historia no debe temer y censurarse a sí mismo cuando pregunta a sus estudiantes, “¿de qué manera los gobernantes incitan a la población contra grupos minoritarios?” o “¿cómo es posible que cuando una persona normal quiebra, paga sus deudas durante toda su vida y cuando a un multimillonario le pasa lo mismo, su deuda es cancelada? “

Como profesor con permanencia en la Universidad y una reputación internacional, casi no tengo nada que temer. Aunque se prohíba a los profesores discutir asuntos políticos en clase, seguiré haciéndolo, y si al hacerlo me despiden de la Universidad Hebrea, creo que encontraré otro trabajo.

Sin embargo, una maestra joven sin permanencia está en una posición completamente distinta. Pensará diez veces antes de decir algo en clase que podría ser interpretado como una declaración política, no sea que un estudiante presente una queja ante el Consejo de disciplina y sea considerada una “perturbadora”. No sólo tendrá miedo de expresar una opinión sobre cuestiones políticas, sino que evitará enseñar cursos sobre temas “peligrosos” como la inquisición, por ejemplo. Porque, Dios no lo quiera, ¿qué pasaría si en una clase sobre la persecución de los judíos en España durante el siglo XVI de pronto se desarrolla, una discusión sobre temas que caen bajo el rubro de “controversias públicas conocidas” como la persecución de las minorías, el fanatismo religioso o la censura?

¿Cómo funciona la censura?

La censura castiga públicamente a una persona por un comentario radical, intimidando así a miles de personas que evitan hacer comentarios mucho más moderados, y entonces el comentario moderado de hoy se convierte en el comentario radical de mañana.

Todo esto se aplica no sólo al Departamento de Historia o a la Facultad de Humanidades. Casi no hay área académica que no se ocupe de cuestiones políticas. ¿Es posible que los economistas no aborden cuestiones que caen bajo el rubro de “controversia pública conocida”?

El código ético que propone el ministro de Educación determina que “una discusión académica como parte de un curso sobre un tema que aborda cuestiones que incluyen actividad política, al tiempo que presenta los diferentes argumentos de una manera profesional y digna, no perjudica a los estudiantes de ninguna manera”. Eso está bien. ¿Esto significa que cada vez que una profesora de economía discuta una política económica sin presentar los argumentos de los economistas marxistas de una manera profesional y digna, está perjudicando a sus estudiantes y debe ser reprendida? ¿Significa esto que cada vez que un profesor de agricultura hable sobre el proceso de producción de la leche, debe dedicar tiempo para explicar la visión de los vegetarianos y que si no lo hace, sus estudiantes presentarán una queja en su contra ante el Consejo de disciplina? ¿Esto significa que cada vez que un historiador hable de la Guerra de la Independencia, debe presentar las reclamaciones palestinas de una manera profesional y digna, y si no lo hace, estará marcado con negro en su curriculum?

Algunos dicen que la solución es asegurar que la academia incluya profesores con una variedad de opiniones políticas. ¿Esto significa que el Departamento de Economía tendrá que contratar a marxistas, que el Departamento de Agricultura se verá obligado a reservar puestos para vegetarianos y que el Departamento de Historia tendrá que reservar vacantes para palestinos? Los profesores capitalistas deben, por supuesto, dejar que un estudiante socialista hable en clase, y no deben castigarlo por ello con sus calificaciones. Pero si resulta que los profesores de economía ocasionalmente silencian a los estudiantes que expresan una opinión socialista en clase, ¿la solución es prohibir la discusión de políticas económicas en clase?

¿Y qué pasa en el campo de las ciencias de la computación? En el siglo XXI, la inteligencia artificial podría ser la cuestión política más importante del mundo. ¿Se crearán armas totalmente autónomas, como un vehículo sin conductor que abre fuego por sí solo? ¿Un software avanzado tendrá la autoridad de despedir a la gente, sólo porque la computadora llegó a la conclusión de que un empleado no es lo suficientemente eficiente? ¿los gobiernos recopilarán grandes cantidades de información biométrica sobre sus ciudadanos? ¿Acaso los algoritmos de Facebook y Google darán forma a nuestro discurso político? ¿Y queremos prohibir que los profesores de ciencias de la computación expresen sus opiniones sobre estos temas?

El elefante en la habitación

Y existe por supuesto el elefante en la habitación. No es difícil prever que el código ético que propone el ministro de educación no será utilizado para reglamentar a los profesores capitalistas del Departamento de Economía, o a los del Departamento de Agricultura que disfrutan de un buen bistec o a los historiadores que enseñan la guerra de 1948 sin presentar las reclamaciones de los palestinos de una manera “profesional y digna”. El código probablemente será utilizado, casi exclusivamente, para castigar a los académicos que se atreven a criticar al gobierno. Y ese es el problema más grave. Bajo el pretexto de un código ético imparcial, están creando básicamente una herramienta para la persecución política de los opositores del gobierno.

Aquellos que intentan imponer un código ético en la academia en nombre del gobierno actúan inocentemente y afirman que simplemente quieren que cada institución académica “defienda a sus estudiantes contra la actividad política”. Pero los estudiantes saben defenderse, como es el caso de las mujeres que han liderado batallas contra el acoso sexual en instituciones académicas en los últimos años.

Los estudiantes no son niños. Los niños por lo general carecen de habilidades de pensamiento crítico, y cuando un profesor que enseña la Biblia le dice a un niño de diez años que Dios creó el mundo en seis días, el niño no lo analiza de manera crítica. Por otra parte, los estudiantes de 25 años de edad no creen en todo lo que su profesor les dice. ¿Acaso el ministro de Educación cree que después de 12 años de estudiar en el sistema educativo israelí, los estudiantes son incapaces de pensar de manera crítica? La mejor manera de defender a los estudiantes es seguir desarrollando sus habilidades de pensamiento crítico y sus instintos políticos para que no crean todo lo que les dice una autoridad – y eso es precisamente lo que estamos tratando de enseñarles en la academia.

Esa es exactamente la razón por la que el gobierno tiene tanto miedo de la academia. El gobierno teme que los ciudadanos aprendan a pensar de manera crítica, y aún más que aprendan a pensar en base a hechos. A los políticos les gusta participar en un debate político simplista basado en consignas y propaganda. En el mundo académico, por otro lado, se enseña a los estudiantes a realizar un debate político complejo basado en una amplia variedad de hechos y pruebas. ¿Quiere usted presentar una postura política? Adelante, pero esta es la academia, así que traiga algún tipo de evidencia que apoye su postura.

¿Usted dice que reducir impuestos para los ricos beneficia a los pobres? De acuerdo, traiga evidencias. ¿Dice usted que Israel cometió crímenes de guerra en Gaza? Presente pruebas. ¿Dice que las reclamaciones del calentamiento global son sólo un plan chino contra la economía estadounidense? Traiga evidencias. Se puede hablar de cualquier cosa, siempre y cuando la discusión se base en evidencias.

Los buenos debates políticos en el mundo académico muestran a los estudiantes como realizar un debate político basado en la evidencia más que en la ilusión, y cómo distinguir entre la propaganda y la verdad. ¿Es esa la verdadera razón de la objeción del ministro de Educación a los debates políticos en la academia? ¿Es posible que tema de la verdad? Sugiero que todos los profesores en Israel, ya sea en el Departamento de Filosofía o en el Departamento de Ciencias de la Computación, dediquen su próxima clase a una breve discusión de la política.

Fuente: Ynet / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico

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Esti Peled: Esti Peled es corresponsal de Enlace Judío en Israel. Desde Haifa, donde radica, está siempre atenta a lo que sucede en el Estado judío. Aprovechando las 8 horas de diferencia horaria entre Israel y México, nos brinda las últimas noticias desde el lugar más "cubierto" del planeta.