En estos días (junio del año 2017) se encontró en el domicilio de un comerciante de antigüedades y coleccionista en Béccar (Provincia de Buenos Aires), la colección más grande de objetos nazis hallada en la Argentina, 75 piezas originales: un busto de Adolf Hitler, una escultura de un águila imperial con una esvástica, una lupa que fue utilizada por el propio Adolfo Hitler, un instrumento médico para medir tamaño de la cabeza y demostrar que alguien no era de la “raza superior”, entre otros elementos. Una prueba más de la importante presencia de nazis en Argentina, donde se refugiaron al concluir la segunda guerra mundial, en épocas de la presidencia de Perón.
DR. GUIDO MAISULS
Sabemos que la judeofobia es el temor y odio hacia lo judío, es el miedo extremado e irracional a los judíos, a su cultura, a su historia, etc. que en lo superficial se manifiesta como rechazo y odio acentuado a la presencia real o virtual de los judíos.
Ejemplos de antisemitismo abundan pero me pregunto: ¿La Argentina es un país antisemita?
La judeofobia apareció en la Argentina desde la llegada de los conquistadores españoles pues para embarcar hacia América, la corona exigía a los colonizadores un certificado que aseguraba que no era ni moro ni judío.
“Muy temprano en nuestra historia, en año 1884, Domingo Faustino Sarmiento publicaba ya artículos antijudíos: “El pueblo judío, esparcido por toda la tierra, ejerce la usura y acumula millones, rechazando la patria en que nace y muere por una patria ideal que baña escasamente el Jordán y a la que no piensa volver jamás. Este sueño, que se perpetua desde hace veinte o treinta siglos, viene del origen de la raza, y continúa hasta hoy, perturbando la economía de las sociedades en que viven pero de la que no forman parte; y ahora mismo en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia, se levanta un grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogido y carece del sentimiento humano, el amor al prójimo, el apego a la tierra, el culto al heroísmo de la virtud, de los grandes hechos, dondequiera que se producen”. D.F. Sarmiento. Condición del extranjero en América. 1884.
Hechos antisemitas se produjeron ya con la llegada del barco Wester el 14 de agosto de 1889, cuando el director de Inmigraciones, Lix Klett, intentó evitar el desembarco de los primeros inmigrantes judíos.
Por mayo de 1910, una huelga general invitó a incursionar a grupos antisemitas por el barrio porteño de Once, donde la “Sociedad Sportiva Argentina” al mando de Antonio De Marchi destrozó la “Biblioteca Rusa” quemando sus libros en Plaza Congreso, atacó al diario comunitario “Avangard” y apaleó a los desprevenidos transeúntes judíos de aquel entonces.
Durante la “Semana Trágica”, en enero de 1919, ocurrió en Buenos Aires el primer pogromo contra los inmigrantes judíos:
Según el escritor Juan Carulla en su autobiografía “Al filo del medio siglo” fue testigo del primer pogromo en la Argentina. “En medio de la calle ardían pilas de libros, trastos viejos, sillas, mesas y otros enseres domésticos, y las llamas iluminaban tétricamente, destacando los rostros de una multitud gesticulante y estremecida. Se luchaba dentro y fuera de los edificios…El castigo se hacía extensivo a otros hogares hebreos. El ruido de los muebles y cajones e arrojados a la calle se mezclaba con gritos de ¡Mueran los judíos! Cada tanto pasaban a mi vera viejos barbudos y mujeres desgreñadas. Nunca olvidaré el rostro cárdeno y la mirada suplicante de uno arrastrado por un par de mozalbetes, así como el de un niño sollozante que se aferraba a la vieja levita negra desgarrada. El disturbio provocado por el ataque a los negocios y hogares hebreos se había propagado a varias manzanas a la redonda”
En la revista Hechos de la Historia Judía, Naúm Salominsky nos muestra un texto de José Mendelson: “Las matanzas antijudías en Europa Oriental fueron un juego de niños comparadas con lo que ocurrió en las calles porteñas. Pamplinas son todos los pogromos al lado de lo que hicieron con ancianos judíos en las comisarías 7a y 9a, y en el Departamento de Policía. Los jinetes arrastraban a viejos judíos desnudos por las calles, les tiraban de las barbas y cuando ya no podían correr, su piel se desgarraba raspando los adoquines mientras los herían con sables y látigos. Sólo dos décadas después, bajo la Alemania hitlerista, sucedieron episodios semejantes”.
En su alegato inédito contra el antisemitismo, Jorge Luis Borges opinaba en 1932: …no quiero omitir, sin embargo, que instigar o Dios me parece una tristísima actividad y que hay proyectos edilicios mejores que la delicada reconstrucción, balazo a balazo, de nuestra Semana de Enero —aunque nos quieran sobornar con la vista de la enrojecida calle Junín, hecha una sola llama”.
En la revista “Clarinada” que se publicaba en Argentina entre 1937 y 1945 se fundamentaba así ese antisemitismo: “Clarinada no combate a los judíos porque son judíos, ni pretende agitar luchas religiosas o raciales. Clarinada combate a los judíos, porque ellos son los inventores, organizadores, directores y sostenedores del comunismo en todo el mundo. Clarinada combate a los judíos, porque los judíos, cumpliendo con las directivas de los ‘Sabios de Sión’ corrompen la moral cristiana, estimulan los vicios y los defectos humanos, para aniquilar la conquista espiritual de la humanidad hecha por Jesús, primera víctima de los Judíos deicidas”.
Además de “Clarinada” por aquella época los medios periodísticos antisemitas tuvieron una muy buena circulación: “Azul y Blanco”, “Cabildo”, “Crisol” y “El Pampero”, entre otros.
El acto nazi en el Luna Park de abril de 1938 se realizó ante 15 mil personas que expresaron su apoyo al gobierno de Adolph Hitler y al III Reich de la Alemania Nazi en el estadio Luna Park y fue organizada por la embajada Alemana en Buenos Aires. Fue la manifestación más grande que se realizó fuera de Europa a favor del nazismo de aquella época.
En aquellos tiempos, alrededor de 70 mil argentinos se habían afiliado al Partido Nacional Socialista Alemán, país que muchos jerarcas nazis eligieron como destino en sus fugas que debieron emprender tras la caída del III Reich.
El cónsul argentino en la ciudad de Gdynia (Polonia), envió una carta en julio de 1937, previo a la invasión nazi: “Soy de la opinión de que convendría que se pusieran más trabas a la inmigración de esa raza, que parte de Polonia animada del más profundo rencor hacia el cristiano, y dispuesta a cometer los mayores excesos”.
En 1938, el gobierno del presidente Roberto M. Ortiz, con una circular secreta firmada por el canciller José María Cantilo, exigió a los cónsules argentinos en Europa negar visados a “indeseables o expulsados” ciudadanos judíos.
Durante el año 1943, la Alianza Libertadora Nacionalista, solía tener como lema muy popular: “Haga patria, mate a un judío”.
Según el historiador Felipe Pigna, “entre 1945 y 1950 arribaron al país criminales de guerra nazis (…). Según las fuentes, se habla de 6.000 a 8.000 ‘refugiados’”.
El criminal nazi Eric Priebke dijo en su juicio en Roma: “en 1945 el gobierno nacional [argentino] negoció con Alemania la entrega de documentación que permitió el ingreso de nazis. Se distribuyeron unos 2.000 pasaportes y 8.000 cédulas en blanco… Con esta modalidad ingresaron en la Argentina unos 2.000 nazis”.
Durante los años cincuenta y sesenta, el Movimiento Nacionalista Tacuara, realizó campañas antisemitas con ataques a sinagogas, cementerios y estudiantes judíos.
Edgardo Manuel Trolnik, estudiante de 15 años, fue herido por las balas de un ataque antisemita en 1960 en un acto en el Colegio Nacional Sarmiento en Buenos Aires.
Graciela Sirota, estudiante de 19 años, fue secuestrada en 1962 mientras esperaba el colectivo para ir a la facultad y torturada salvajemente, quemada con cigarrillos mientras le grababan una esvástica en el pecho.
En 1964 fue asesinado, Raúl Alterman, un militante del Partido Comunista de 32 años por su condición de judío y socialista. Luego del asesinato, Tacuara envió una carta a los padres de Alterman, diciendo: “Nadie mata porque sí nomás; a su hijo lo han matado porque era un perro judío comunista. Si no están conformes que se retiren todos los perros y explotadores judíos a su Judea natal ¿Qué hacen en nuestro país?”.
Durante los años noventa la comunidad judía en Argentina fue objeto de dos grandes ataques terroristas, que siguen sin resolverse: contra la embajada de Israel en 1992 que causó la muerte de 29 personas y 242 heridos y el ataque a la AMIA (Asociación Mutual Israelita Argentina) en 1994, que asesinó a 85 personas e hiriendo a más de 300.
Y los hechos antisemitas continuaron hasta el día de hoy, 23 de junio del 2017, quedando con Uds. en deuda para otra oportunidad con las crónicas antisemitas más recientes.
Creo que la Argentina no fue ni es un país antisemita pues la gran mayoría de los argentinos no lo fueron ni lo son pero siempre se caracteriza por poseer una abundante y desmesurada galería de sucesos y protagonistas decididamente antisemitas es innegable.
Fuente:identidades.com.ar
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