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viernes 22 de noviembre de 2024

El refugio que Juan Domingo Perón brindó a los nazis, una verdad que incomoda

Enlace Judío México.- No es extraño que un anticuario de Olivos tenga 75 piezas nazis. Las localidades de Vicente López, San Fernando y Tigre fueron el asilo preferido de los criminales de guerra que ingresaron a Argentina durante el primer peronismo.

SILVIA MERCADO

De ningún modo es una casualidad que un anticuario de la zona norte de la provincia de Buenos Aires tenga en su poder 75 piezas con simbología del régimen nazi. Vicente López, Florida, San Fernando, Tigre fueron refugios para buena parte de los criminales de guerra, miembros de la SS y del partido nazi que llegaron a Argentina desde 1946, cuando Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales, en parte, gracias al respaldo del empresario Ludwig Freude, considerado por entonces el alemán más influyente, incluso más que el propio embajador Edmund von Thermann.

Freude había conocido a Perón cuando éste revistaba en la Agrupación de Montaña de Mendoza, luego de haber pasado tres años en el lado Eje de Europa, tomando contacto con el fascismo y el nazismo en forma personal, y acompañando la avanzada alemana sobre Francia. En su libro El cuarto lado del triángulo, el profesor canadiense de historia latinoamericana Ronald Newton, escribió que “debido a que una de las especialidades más lucrativas de la Compañía General de Construcciones de Freude era la construcción militar, había desarrollado amplios contactos en el Ejército”, incluyendo el joven Perón, ya que estaba construyendo una ruta entre San Juan y Mendoza.

Cuando el Eje cayó derrotado, y el agregado de negocios de la embajada norteamericana, John Cabot, le pidió al presidente de facto Edelmiro Farrell que extraditara a Freude (considerado en Estados Unidos un agente nazi), se dispuso su expulsión. Pero el empresario presentó una solicitud urgente de naturalización, buscó defenderse legalmente y pudo zafar.

Mientras tanto, el coronel Perón también había caído en desgracia y tuvo que presentar la renuncia a sus cargos como vicepresidente de la Nación, ministro de guerra y secretario de trabajo. ¿Dónde se refugió? En la casa de Rodolfo Freude, hijo de Ludwig, en el delta de Tigre, a donde Perón concurrió junto a Eva Duarte. De ahí fue llevado preso días después a la isla Martín García. Meses más tarde, esa misma casa fue escenario, en mayo de 1946, de una pomposa fiesta de cumpleaños de la que ya se había convertido en Primera Dama. Por su lado, el hijo de Freude ya se había transformado en el primer secretario privado de Perón.

Quien más investigó la vasta red de agentes que trabajaron durante el peronismo original para rescatar criminales de guerra fue el periodista Uki Goñi, sobre todo para su excepcional obra La auténtica Odessa. La fuga nazi a la Argentina de Perón, un minucioso esfuerzo documental publicado en el 2002, que demuestra que esa organización, lejos de ser clandestina, trabajaba directamente desde la Casa Rosada.

Investigando en Bruselas los archivos del colaboracionista Pierre Daye, un escritor y “diarista compulsivo” que vivió en la Argentina, Goñi encontró detalladas descripciones de las reuniones del ex capitán de las SS Carlos Fuldner con Perón en la Casa de Gobierno, donde se decidía el listado de nazis que serían rescatados.

Para protegerlos, se puso en marcha un complejo mecanismo que empezaba en Suiza y el Vaticano, continuaba con barcos de la familia Dodero especialmente contratados para la misión y terminaba en la mismísima Dirección Nacional de Migraciones, que fraguaba documentación y entregaba pasaportes con nombres falsos.

Se facilitaba así el ingreso de los criminales de guerra que en la Argentina pudieron confundirse con el resto de la población y mantener una vida normal. Solo unos pocos colaboraron, además, con el diseño y fabricación de algunas novedades tecnológicas de la época, como el avión Pulqui.

De este modo llegaron a la Argentina, entre 1946 y 1950, Josef Mengele, Adolf Eichmann y Eric Priebke, entre los 250 acusados de crímenes de guerra en las cortes europeas y miles de miembros del partido nazi y organizaciones como la SS, muchos de los cuales todavía no pudieron ser identificados.

Habiendo constatado que cada inmigrante tenía un número de legajo, Goñi pidió los archivos de cada uno y comprobó que no estaban, habían desaparecido. “Los habían limpiado”. El periodista cuenta que “se armó un gran revuelo, y un día un funcionario me dice, ‘¿qué quiere que haga? ¿que le admitamos que nos ordenaron quemarlos en 1996? Nunca lo admitiremos’. Aún así hubo información valiosísima. Por ejemplo, que los expedientes de inmigración de Mengele y Priebke tienen números consecutivos, lo que muestra que fueron abiertos por una misma persona, al mismo tiempo”.

Esa fecha, 1996, no puede ser casual. Y valdría una nueva investigación periodística. En 1992, el Ministerio del Interior que comandaba Carlos Corach ordenó por un decreto, el 232/92, “difundir la existencia y contenido” de toda la documentación en poder de los organismos estatales “vinculado al accionar de criminales nazis” en la Argentina. Dos años después esa decisión tomaba impulso y en 1997, finalmente, la DAIA publicó el “Proyecto Testimonio”, dos tomos, 650 páginas, con 6000 imágenes documentales y 400 fotografías que daban cuenta de los trabajos para trasladar refugiados nazis de Alemania -u otros países de Europa a donde habían logrado huir- a la Argentina.

El médico y antropólogo Mengele, tristemente famoso por sus macabros experimentos con prisioneros, vivió en Vicente López, en el barrio de Florida, donde trabajó como comercial de una empresa agrícola. Entre ese trabajo y viajes a Paraguay juntó dinero para comprar una empresa de carpintería y se pudo mudar a una casa más acomodada, en Olivos. Allí es donde lo encontró Simon Wiesenthal, el famoso cazanazis, pero Argentina rechazó la solicitud de extradición bajo la excusa de que ya no vivía en esa dirección. Murió en Brasil en 1979.

Eichmann, responsable directo de la solución final y de los transportes de deportados a los campos de concentración, utilizó el nombre de Ricardo Klement durante su estancia en Olivos, donde alquilaba un inmueble, para luego mudarse a la casa que se construyó en Bancalari (partido de San Fernando), donde trabajó como gerente en la fábrica de automóviles de Mercedes Benz. Tras las dificultades para la extradición de Mengele, fue raptado en la Argentina por un comando israelí en 1960, juzgado en Jerusalén y ejecutado en 1962. Sus últimas palabras antes de ser colgado fueron “¡Viva Alemania! ¡Viva Argentina! ¡Viva Austria!”. En ese orden.

El oficial de la SS Priebke, responsable de la Masacre de las Fosas Ardeatinas, también vivió un tiempo en el norte de Buenos Aires después de haber logrado huir de su cárcel en Rimini, por la ayuda del grupo ODESSA, que tomó contacto con Fulder y lo hizo ingresar a nuestro país. Luego se instaló en San Carlos de Bariloche, otro de los destinos preferidos por los criminales nazis en la Argentina, donde dirigió el Instituto Cultural Germano Argentino Bariloche y sus colegios primario y secundario, el Instituto Primo Capraro. Cuando en 1994 trascendió su verdadera identidad, Italia pidió la extradición que le fue concedida a los pocos meses. Fue juzgado y murió en la cárcel en 2013.

Que haya peronistas que todavía sigan negando los lazos entre el nazismo y el peronismo original, el vínculo personal entre Perón y muchos criminales de guerra, el crucial aporte de recursos nazis para su llegada de al gobierno, la ausencia de críticas del fundador del movimiento al Holocausto y -por el contrario- el disgusto que expresó en reiteradas oportunidades a los tribunales de Nuremberg, es otra prueba más de la poca tolerancia a la verdad que sigue habiendo en la Argentina.

 

 

Fuente:infobae.com

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