Enlace Judío México.- Los funcionarios en Beirut no ven otra alternativa más que acomodar a la milicia de Hezbolá.
DANIELLE PLETKA
En el Medio Oriente violento, Líbano se ve como un milagro. Una mezcla de cristianos y musulmanes suníes y chiíes que han combatido una guerra civil brutal y han sorteado una agresiva interferencia del exterior, Líbano está todavía vagando como una democracia semifuncionante. Para alentar y fortalecer a las Fuerzas Armadas Libanesas, Estados Unidos ha dado más de u$s1, 000 millones durante la última década.
Pero las apariencias engañan. En Líbano, a pesar de la ayuda de Estados Unidos, Irán ha ganado.
Retrocedan algunas décadas y recuerden las batallas de la guerra civil libanesa—suníes contra chiíes y contra cristianos. El secuestro y asesinato de incontables inocentes; el asesinato del jefe de la estación de la CIA en Beirut; y finalmente el final de la guerra civil con los Acuerdos de Taif de 1989, una rara iniciativa liderada por los árabes, la cual dictó los términos que permitieron que los agotados combatientes libaneses depusieran sus armas.
Las distintas milicias que habían crecido como apéndices del proceso político libanés fueron desarmadas, el ejército fue secularizado con éxito, las milicias se mezclaron dentro de las Fuerzas Armadas Libanesas, los chiíes fueron reasignados a unidades suníes, los cristianos a las chiíes y etcétera. El combate llegó a un alto. Los israelíes, y finalmente incluso las fuerzas ocupantes sirias, se retiraron.
Excepto por Hezbolá. Esta milicia chií fue creada por el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán para ser un satélite iraní, “resistiendo” nominalmente a Israel, pero de hecho resistiendo la gobernancia normal de Líbano por parte de su gente. Después de más de 30 años, Hezbolá está todavía en Líbano, sacrificando vidas, resistiendo a la democracia, dictando la política exterior y corrompiendo a las verdaderas Fuerzas Armadas Libanesas. Durante los últimos seis años, ha estado luchando asiduamente en nombre de Irán y el régimen de Assad en Siria.
En una visita reciente, mi primera después de un largo lapso, encontré un cambio palpable en el tono: los funcionarios libaneses una vez destacaron en privado su hostilidad hacia Hezbolá y la interferencia iraní. Ya no más. Ahora Hezbolá es parte del “tejido de la vida libanesa,” como lo dijo un alto funcionario militar. Desde la guerra del 2006 con Israel, Hezbolá se ha rearmado drásticamente, con un estimado de 150,000 misiles, incluidos cohetes de corto alcance de tipo Katyusha y miles de misiles de mediano alcance capaces de golpear Tel Aviv. Miles de libaneses se han presentado como voluntarios o han sido obligados a luchar en Siria por Bashar al Assad.
Incluso las Fuerzas Armadas Libanesas, durante mucho tiempo consideradas un pilar del estado, ahora son amables con Hezbolá, como afirmó en un discurso reciente Hassan Nasrallah. Y contrariamente a las esperanzas de altos funcionarios estadounidenses, no sólo el ejército ha fallado en limitar el alcance de Hezbolá dentro de Líbano, sino que informes sugieren que también puede haber compartido armamento. Recientemente un desfile militar de Hezbolá en Siria mostró transportes blindados de personal M113 de fabricación estadounidense del tipo suministrado por Washington a Beirut. Altos funcionarios libaneses insisten en que los transportes blindados de personal “podrían haber llegado de cualquier lado.”
Irán está siguiendo una estrategia similar en Irak. Como en Líbano, las milicias irregulares han sido parte de la escena política y militar desde que gobernaba Saddam Hussein. Pero desde la retirada de las fuerzas de EE.UU. en el 2011 y el surgimiento del Estado Islámico, algunas milicias han probado ser útiles para el gobierno iraquí—y para Estados Unidos—en cargar contra el ISIS, tal como Hezbolá probó ser útil a Beirut en expulsar a Israel del sur de Líbano.
El gobierno de Bagdad ha acomodado al llamado Hashd al Shaabi, o Fuerzas de Movilización Popular; y el Gran Ayatola Ali Sistani, una de las más grandes eminencias del Islam chií, ha bendecido su lucha. La legislatura iraquí ha aprobado la incorporación nominal de las FMP dentro del ejército iraquí, incluso cuando funcionarios del gobierno iraquí reconocen que el 30% de las FMP están bajo control del gobierno iraní. Una vez que termine la lucha con el ISIS, ¿qué ocurrirá con estas milicias?
Ya hay una pista de cómo se desarrollará el futuro de las FMP: como Hezbolá, algunas unidades están luchando en Siria a favor de Assad por instrucciones de Irán. Los líderes iraquíes, como una vez hicieron sus homólogos libaneses, se están inquietando por el futuro de los satélites de Irán. Los iraquíes ven a las milicias como instrumentos en la batalla contra el ISIS, y también las ven como un peligro cuando esa lucha termine. Tal vez, con la ayuda del Ayatola Sistani, parte de las FMP será incorporado legítimamente dentro del ejército iraquí, pero los líderes iraquíes saben muy bien que algunos no.
Ese es el motivo por el cual debe hacerse pronto algo más para asegurar que el liderazgo iraquí entiende, como no entiende el gobierno libanés, que la existencia de fuerzas satélites de Irán adentro y trabajando junto a su ejército son incompatibles a largo plazo con la ayuda de Estados Unidos.
El Congreso debe basar la ayuda y transferencia de armas garantizando que Irán y sus satélites no sean beneficiarios indirectos. Si no lo hace, Irak, como Líbano antes que él y otros por venir, se volverá otro peón más en el juego de Medio Oriente de Irán.
*Danielle Pletka es vicepresidente senior en el American Enterprise Institute.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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