Hoy se reconoce, si bien no sin dificultad, que México, a pesar de su mestizofilia1 y debido a ella, ha desarrollado un racismo sui generis hacia sus pueblos originarios y hacia los afrodescendientes. Sin embargo, aún no se reconoce que nuestro país, cargado de su particular malinchismo, sea racista hacia la morenura de sus “mestizos” y xenófobo hacia otras minorías llegadas de fuera (Yankelevich, 2009; Gleizer, 2011; Gall, 2013). Como parte de esta xenofobia, el antisemitismo mexicano casi siempre se ha manifestado en el ámbito discursivo (Bokser, 2011: 45), no como una postura de Estado o bajo la forma de violencia física contra los judíos.
La historia de nuestro antisemitismo moderno tiene sus orígenes más en una construcción fantasmagórica que en un correlato real: un “antisemitismo sin judíos” (Lomnitz, 2010). Hubo un brote de antisemitismo durante el porfiriato temprano, paralelamente al caso Dreyfus,2 dirigido contra la elite tecnòcrata cercana al porfirismo, “los científicos”. Ellos tomaron partido a favor de Dreyfus, al contrario de los católicos, para quienes Dreyfus era una metáfora para describir a los traidores “que estaban vendiendo la patria a los Estados Unidos”. Dado que contra “los científicos” existía el temor a la traición, al cosmopolitismo -entendido como antinacionalismo- y al poder de las altas finanzas, la oposición los acusó de ser “los judíos de México, [aunque] la primera ola de inmigración judía a México no tuvo lugar sino hasta 1910” (Lomnitz, 2010: 12).
A finales del maximato, la crisis económica de 1929 impactó en la agudización del nacionalismo mexicano. Aparecieron agrupaciones “intensamente nacionalistas, furibundamente anticomunistas” (Pérez, 1993) y xenófobas. Junto al antisemitismo surgieron los sentimientos y las violentas prácticas antichinas (Gómez, 1991). Durante los años siguientes, los comités xenófobos proliferaron. Atacaban a grupos que quisieran inmigrar a México (Yankelevich, 2009): “México para los mexicanos”. Comunistas y judíos eran apaleados. En 1939, una manifestación contra la presencia de Trotsky en México lo acusaba de ser judío, y por ende, de no tener patria, de propagar el ateísmo y de “participar en los empréstitos judíos a los gobiernos, reclamando como un interés adicional el apoyo a las teorías comunistas como medio de provocación a las guerras intestinas que surten al judaísmo pingües rendimientos” (Yankelevich, 2009: 87).3
A partir de 1934, las autoridades mexicanas cerraron radicalmente las puertas del país a la inmigración extranjera (Yankelevich, 2009), en parte con el argumento de que muchos “otros” de fuera -pertenecientes a 27 nacionalidades, religiones, etnias o de piel negra- no eran asimilables a nuestro mestizaje indoeuropeo. Gleizer (2011) muestra cómo México, a pesar del discurso gubernamental solidario con los pueblos perseguidos por regímenes totalitarios, entre 1933 y 1945, los años del nazismo, sólo autorizó 2 250 ingresos legales de judíos europeos que pedían asilo con desesperación.
Durante las décadas de 1950 y 1960, el antisemitismo fue sobre todo la prerrogativa de algunas derechas mexicanas. Su más preclaro exponente -expulsado de El Yunque4 por “exceso de antisemitismo”- fue Salvador Borrego, periodista nega-dor del Holocausto nazi y simpatizante del fascismo alemán. En 1953, Borrego publicó Derrota mundial, reeditado 48 veces. En él afirma que el complot judío internacional explica que Occidente se uniera contra los nazis (Ruiz, 2007).5
El discurso de odio antisemita mexicano reciente, escondido tras el eufemismo antisionista.
Las manifestaciones antisemitas de las derechas no sorprenden. Sin embargo, como explica Moishe Postone, algunas izquierdas han sido sumamente activas en avalar aseveraciones coincidentes con las tesis derechistas del antisemitismo moderno que caracterizan al judío como inmensamente poderoso:
El antisemitismo se puede distinguir de otras formas esencialistas, como la mayoría de las formas del racismo, por su carácter populista y aparentemente antihegemónico, antiglobal. Mientras que la mayoría de las formas de pensamiento racializado comúnmente le imputan un poder corporal y sexual concreto al Otro, el antisemitismo moderno atribuye un enorme poder a los judíos, que es abstracto, universal, global e intangible. En el corazón del antisemitismo moderno reside una noción de los judíos como sinónimo de una conspiración internacional, secreta, inmensamente poderosa (Postone, 2006: 93-110).
Esta postura, agrega Postone, ha contribuido mucho a que el antisemitismo moderno sea adoptado por movimientos de carácter antiglobal, que gozan de gran legitimidad entre la izquierda. Cuando éstos lo adoptan, contribuyen de manera paradójica a colocar a todos los judíos en un lugar de vulnerabilidad, fabricado con ese material que los generaliza como sólo y esencialmente poderosos y victimarios imperialistas.6 El odio a los judíos, dice el historiador Jean Meyer, “ha dejado de ser vergonzoso y es cada día más abierto, sin tapujos ni complejos. El antisemitismo es un elemento discursivo que unifica a nazis, ultramontanos y antisionistas de izquierda” (Salmerón, 2014a).
En el ámbito internacional, una parte del discurso antiisraelí7 o antisionista se ha relacionado, sobre todo a partir de la década de 1990, con la clara y muy preocupante profundización del colonialismo contra los territorios palestinos ocupados. Parte de ese discurso no es antisemita y señala acertadamente la creciente derechización de los conservadores israelíes, practicantes del apartheid contra los palestinos y de la agresión contra la izquierda y el centro israelíes (La Jornada, 2014).8
Sin embargo, el discurso de una parte de los sectores progresistas es antisemita. Vaya por muestra este botón: en enero de 2013, el Programa de Posgrado en Derechos Humanos de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) organizó un evento para apoyar a Palestina Ya. Colectivo de Solidaridad con Palestina. En el marco de su respuesta a ciertas preguntas, Raquel Rodríguez, integrante de dicha organización, señaló:
Hay mucha literatura que habla de que el Holocausto no fue lo que ellos nos plantearon […] ni es cierto que había ese gas con el que los encerraban para ducharse ni nada [.]; que el Holocausto fue una gran mentira. Si hubieran matado a seis millones de judíos, ya tendríamos la suerte de que no hubiera judíos en este planeta […]. Los votos en la ONU [Organización de las Naciones Unidas] a favor del Estado de Israel fueron comprados […]. Recibieron un cheque en blanco con todos los ceros que le pudieron poner. Y hoy en día, cuidado con México, porque […] todas las empresas inmobiliarias que están funcionando en México son de judíos. Y nos están acabando y nos están vendiendo nuestros espacios verdes.9
Algunas voces se indignaron por el antisemitismo de esta exposición y porque ni los asistentes ni quienes estaban en el presidium reaccionaron ante ella. Enrique González Ruiz, entonces director del posgrado, se disculpó: “fue una cosa que cayó en el vacío; nadie le hizo caso. El evento terminó y nos fuimos a nuestra casa”.10Considerando insuficientes estas disculpas, algunos profesores de la UACM repudiaron el suceso:
Nuestros colegas del posgrado […] no fueron suficientemente claros en deslindarse de la señora Rodríguez. El sionismo, por lo menos en sus tendencias dominantes, es una práctica colonial en perjuicio del pueblo palestino. Pero sionismo no es sinónimo de judaísmo. Todos los intentos de asociar judíos a sionistas, y en consecuencia atacar a los judíos como tales, son criminales y deben ser repudiados duramente. No puede existir un “antisemitismo de izquierda”, y no puede haber ni la menor confusión entre la lucha contra el sionismo y la hostilidad hacia los judíos o el judaísmo. La negación del exterminio de millones de judíos es una ideología de extrema derecha que en nada ayuda a la causa palestina […]. Repudiamos todos los colonialismos y todos los racismos […] contra los palestinos […] pero también contra los judíos […] y demás oprimidos de la tierra.11
Ejemplos arquetípicos del discurso antisemita en la prensa progresista.
Este apartado no pretende ser exhaustivo del contenido antisemita escondido tras el antisionismo de la prensa mexicana de los primeros 15 años del siglo XXI, sino hacer un análisis del tipo de discurso antisemita del que habla Postone (2006) en algunas columnas y artículos, paradigmáticos en este sentido. Entre ellos se encuentra, sobre todo, la columna bisemanal “Bajo la lupa”, escrita por Alfredo Jalife-Rahme en La Jornada, el principal diario nacional de izquierda. Esta opinión ha sido tan arquetípica de este discurso que ha provocado polémica. La corriente que su autor representa no es mayoritaria entre las izquierdas mexicanas, pero varias de sus voces la combaten con el argumento de que “para impedir el preocupante crecimiento de un racismo y un antisemitismo de ‘izquierda'” (Salmerón, 2013a), es necesario señalar a este columnista de La Jornada, “como […] un difusor del odio y de la descalificación como herramientas de ‘análisis’, y de la calumnia y la difamación como mecanismos de ‘debate'”. El 19 de junio de 2002, Jalife planteaba:
El megaespeculador cosmopolita George Soros […] recurre a sus mismas tácticas de siempre para contribuir a la limpieza “étnico-financiera” deliberada de Brasil […]. El “favorito” de Zedillo (la pieza del sefardita francoandaluz naturalizado fast track como “mexicano”, Joseph-Marie Córdoba) orquestó con las corredurías de Nueva York la peor crisis financiera de “México” desde la caída de Tenochtitlán.
Desde luego que Soros, un cosmopolita con máscara farisaica (sic)12 de “filántropo” […], fue “invitado especial” de su correligionario [Jorge] Castañeda Gutman al “disenso de Monterrey” […]. Las similitudes en toda Latinoamérica son notables: [y éstas se encuentran] entre los cosmopolitas y correligionarios Joseph-Marie Córdoba y George Soros (Jalife-Rahme, 2002a).
El 26 de junio, Alejandro Frank (2002) -físico de la Universidad Nacional Autónoma e México (UNAM)- escribió a “El correo ilustrado” de La Jornada:
En esa columna [Jalife] califica repetidamente de “cosmopolitas” a George Soros y a algunos conocidos personajes políticos de México, afirmando que éste es un “correligionario” de Jorge Castañeda y del “sefardita” Joseph-Marie Córdoba. El término cosmopolita, como el señor Jalife bien sabe, ha sido históricamente utilizado en forma despectiva y peyorativa contra el pueblo judío. Sean cuales fueren las graves faltas cometidas por Soros, Córdoba o Castañeda, su origen étnico-religioso no desempeñó papel alguno en ello, aunque el señor Jalife insinúa lo contrario.
El 28 de junio, la respuesta de Jalife (2002b) en el mismo espacio fue:
Que en los hallazgos “nucleares” del doctor Frank […] resulten ” judíos” [Soros y Castañeda] (lo cual nunca dije expresamente […]) ya no es mi asunto, lo cual no significa que tampoco me dé cuenta que existe una diferencia entre un “banquero judío” y uno “no-judío”, debido a los naturales intereses grupales compartidos en Wall Street y en la City. Para resaltar el camaleonismo oportunista de J. M. Córdoba fue importante señalar su pertenencia “sefardita” […]. Las comunidades judías tienen una gran responsabilidad en depurarse y de no dejar a sus peores genocidas globales sueltos (financieros y militares). De lo contrario pecarán de complicidad.
Dos días después, Adolfo Gilly (2002), historiador de la UNAM y también articulista de La Jornada, protestó:
No veo cómo pueden “depurarse” […] las comunidades judías dispersas por el mundo, en las cuales existen las más diversas y encontradas corrientes de pensamiento, sin contar ya a infinidad de personas de ascendencia judía que no se consideran parte de aquéllas. Tampoco alcanzo a ver por qué, si no practican tales depuraciones, esas comunidades tan diversas serán cómplices de lo que haga cualquiera que tenga antepasados judíos: la doctrina de la “responsabilidad colectiva” es precisamente la que practica Ariel Sharon contra los palestinos. Menos entiendo, todavía, por qué se persiste en invocar la ascendencia judía de ciudadanos mexicanos al momento de criticarlos, cuando lo pertinente sería discutir sus ideas o sus actos.
Varias polémicas como éstas han habitado las páginas de “El correo ilustrado”, la sección de cartas abiertas de La Jornada.13“Bajo la lupa”, del 7 de diciembre de 2008, se tituló “Las guerras de Obama, Ambrose Evans-Pritchard y Robert Gates” (Jalife, 2008b). Su pregunta central, respondida de manera afirmativa, fue: “¿Propició la banca israelí-anglosajona la carnicería de Bombay con el fin de repatriar los capitales a Estados Unidos y revaluar artificialmente el dólar?”. Esto provocó que el 18 de diciembre apareciera en La Jornada un desplegado titulado “Contra el antisemitismo”, firmado por 650 ciudadanos mexicanos de diversas pertenencias identitarias y políticas:14
El reciente ataque a hoteles y otros sitios públicos en Bombay afectó a miles de víctimas inocentes, provocó cerca de 200 muertes y ha sido reivindicado por un grupo radical islámico […]. El único terrorista capturado reveló que los atacantes eran miembros de la organización militante Lashkar-e-Toiba, basada en Pakistán. ¿Acaso sugiere Jalife que esas organizaciones son el producto de los intereses judíos, intereses a los que él siempre homogeneiza y empalma con aquellos a los que él llama la banca israelí-anglosajona? Entre los muertos hay 40 musulmanes, al menos 6 judíos [de la Casa Nariman, sede de la organización judía ortodoxa Chabad-Lubavitch] y gente de 10 países, incluyendo una ciudadana mexicana. El secuestro, tortura y asesinato de las víctimas tuvo al mundo en vilo por largas horas […].
Como lectores de La Jornada, un diario que se precia de defender la justicia y la verdad, creemos que es grave (y un amplio grupo de personas lo consideran así) que el Sr. Jalife-Rahme lleve años […] utilizando información sesgada y mal intencionada, haciendo generalizaciones discriminatorias y procediendo a una sistemática campaña de desinformación en contra de un grupo muy variado de personas […], cuyo “pecado” es su origen o su identidad judía, una adscripción que no es necesariamente religiosa ni es ideológicamente uniforme […]. El Sr. Jalife falta gravemente al respeto a las numerosas víctimas [de Bombay] -musulmanas, judías y otras- con sus absurdas especulaciones. Falta también al respeto a los propósitos que animan a La Jornada, a la inteligencia de sus lectores y a sus editorialistas serios e imparciales.
En su columna del 28 de diciembre, “¿Seré ‘antisemita’, en verdad?”, Jalife15 concluía que no, que él es antisionista: no es antisemita señalar que “‘el mayor estafador del mundo’, ‘el ‘banquero israelí ‘ Bernie Maddoff, maneja(ba) los fondos del Mossad (ver The Spoof; 15/12/08)”, y expatrió los 100 mil millones de dólares de su estafa a Israel, y que “Lehman Brothers, joya de la banca israelí anglosajona (¿prefieren ‘sionista-anglosajona’?) […] detonó el tsunami financiero global […] y expatrió 400 mil millones de dólares a Israel días antes de su quiebra”.16
Adolfo Gilly denunció entonces que el autor de “Bajo la lupa” tomó por fuente periodística fidedigna, para avalar “la expatriación del dinero de Maddoff a Israel”, la publicación satírica británica The Spoof -la parodia- y otras de carácter esotérico,17 a pesar de que “abajo, en letras rojas y tipo grande, The Spoof publica como propio desmentido la siguiente y rotunda advertencia: ‘La historia precedente es una sátira o una parodia. Es totalmente inventada'”:
Que The Spoof sea citado como fuente de autoridad por un columnista de fama internacional y nacional provocará sin duda en los británicos redactores de dicho periódico, si llegan a enterarse, un estallido incontrolable de hilaridad. Puede apostarse a que se precipitarán al pub más cercano a brindar gozosamente a la salud del mencionado columnista (Gilly, 2008).
A partir del 18 de diciembre, tuvo lugar, en “El correo ilustrado”, un debate de más de mes y medio entre simpatizantes y detractores de Jalife, atravesado por la violenta respuesta israelí -“operación Plomo Fundido”- contra la franja de Gaza, comenzada el 27 de diciembre tras los ataques con cohetes de Hamas a Israel. En ella participaron, entre otros, varios de los firmantes del desplegado “Contra el antisemitismo”. Uno de ellos, Carlos Monsiváis (2008), abrió el debate con “En defensa de los derechos humanos de palestinos”:
Se ha probado reiteradamente el absurdo de identificar a todo el pueblo judío con las políticas represivas del Estado israelí (eso es antisemitismo) […].18 Es también evidente y de modo trágico la actitud devastadora de los dirigentes israelíes en lo tocante a los derechos palestinos […]. Se requiere […] la defensa de los derechos humanos de los palestinos, y el apoyo para la creación de su Estado.
Claudia Sheinbaum (2009), destacada integrante del Gobierno del Distrito Federal conducido por López Obrador y del hoy partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena), defendió los tres lados de su identidad como dignos y compatibles: su origen judío secular, su nacionalidad mexicana y su filiación ideológico-política de izquierda. El periodista Miguel Ángel Granados Chapa (2008) publicó en su columna el artículo “Contra la judeofobia”. Más adelante, intervinieron en esa polémica otras personas de la izquierda mexicana. Pablo González Casanova y otros, por ejemplo, sólo se pronunciaron, en “El correo ilustrado” de La Jornada, por una defensa de los derechos de los palestinos (29 de diciembre de 2008).
Analicemos el discurso de otro artículo paradigmático de nuestro tema: “Judíos mexicanos, ¿decentes o sionistas?”, publicado por la periodista progresista Sanjuana Martínez, el 4 de agosto de 2104, en la versión en línea de Sin Embargo, en medio de la nueva ofensiva militar israelí contra Gaza. Indignada con razón por los comentarios racistas antipalestinos que el publicista mexicano Carlos Alazraki pronunciara en un mitin de apoyo al gobierno israelí el 27 de julio,19 Martínez escribió que no veía a judíos “decentes” protestando en México contra la masacre de los palestinos, como sí los veía en otros países: “en México viven más de 50 mil judíos […]. ¿De verdad, ninguno de ustedes va a protestar por la masacre del pueblo palestino? El silencio los convierte en cómplices”.
Dos cosas aquí son preocupantes. Primero, ¿cómo es que una periodista de investigación tan acuciosa no hizo una búsqueda en internet para apreciar si su afirmación de que “ningún judío mexicano” expresó críticas públicas hacia las políticas del gobierno israelí era veraz o no? No lo era, ya que varios artículos de prensa, conferencias y cartas a los diarios escritos por judíos mexicanos expresaron una clara oposición a dichas políticas y a la creciente derechización de este régimen. Por ejemplo: Jacobo Dayán, especialista en derechos humanos y consultor internacional, “Gaza: la crisis humanitaria” (La Silla Rota, 29 de julio de 2014); Pedro Miguel, “Gaza y el antisemitismo” (La Jornada, 12 de agosto de 2014); Arnoldo Kraus, “Ser judío” (El Universal, 10 de agosto de 2014); Mauricio Meschoulam, “Antisemitismo/antisionismo” (ElUniversal.mx, 18 de agosto de 2014); Eduardo Mosches, “Comenta artículo de Ilán Semo” (La Jornada, 4 de agosto de 2014); 56 firmas al calce de una carta abierta “Piden reconocer a Palestina como Estado” (La Jornada, 18 agosto de 2014). El 17 de julio de 2014, Benjamín Temkin, José Hamra, Esther Shabot y Jaime Salinas fueron ponentes en un evento de análisis de la situación en Israel y Palestina. Ante 300 personas de la comunidad judía fueron extremadamente críticos del régimen israelí. Una parte del público aplaudía, otra escuchaba respetuosa y una minoría indignada expresó: “¡Éste es un evento de la izquierda!”.20
En segundo lugar, la afirmación de Martínez es discutible en el sentido de que la decencia y el sionismo estén, por definición, peleados a muerte. Martínez se adscribe a una definición de sionismo cuya total veracidad no cuestiona: “la justificación ideológica [desde finales del siglo XIX y sin matices] de la agresión imperialista del Estado de Israel contra los palestinos y de la limpieza étnica que se practica en Gaza y Cisjordania” (Salmerón, 2015a). El sionismo es visto aquí como un todo sin corrientes, debates ni conflictos internos; como sinónimo del peor, más descarnado y más asesino colonialismo imperialista existente en nuestro planeta; como el mal absoluto. Esta forma de ver a esta compleja corriente ideológico-política nacida a finales del siglo XIX es ahistórica, pero también es extrañamente parecida -aun si Martínez no es consciente de ello- a la forma en la que, desde la judeofobia medieval o desde el antisemitismo moderno, se ha construido al pueblo judío como un solo bloque creador del mal absoluto.
Existen otras definiciones de sionismo. Una de ellas aboga por no perder de vista la acepción del término en su origen: la defensa del derecho de los judíos a tener un Estado-nación propio, y la defensa, una vez que éste se creó, de la legitimidad de su existencia. Aquellos sionistas que se adscriben a esta definición: 1) están conscientes de que cuando este Estado nació, su nacionalismo se construyó, como todos los nacionalismos -no sólo los de las potencias imperialistas- sobre bases excluyentes de la otredad y racistas; 2) saben que ha estado y sigue estando conformado por enemigos de la agresión colonialista de Israel a los palestinos y de las crecientes prácticas de apartheid de muchos colonos israelíes en Cisjordania y en la frontera con Gaza, y 3) nunca quisieron y no quieren que Israel exista sobre sus actuales bases y principios, por lo que han luchado para que se retorne a las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días (1967), se asegure la existencia de un Estado palestino independiente y se “restablezcan las bases del Estado israelí para que no tengan que ver con la dimensión religiosa [o étnico-religiosa]. Esto con el propósito de que en ese territorio la judeidad sea únicamente una realidad cultural […] protegida por las mismas leyes que protegen los derechos de los otros [ciudadanos de esta nación]” (Butler, 2003), y que así se asegure su transformación en una democracia legítima y pluricultural.21
En el tema del antisemitismo, Twitter México ha sido una importante vía para difundir el discurso de odio. El hashtag #esdejudíos apareció y feneció a finales de 2012. Fue construido por tuiteros política e ideológicamente indeterminados que publicaban, precedido por #esdejudíos: “tener mucho dinero y a la vez ser muy avaros”, “vivir en un cenicero”, “ser bien prendidos”, “inventar un Holocausto”, “crucificar a Cristo. Lo que no sabían es que tiene el súper poder [sic] de la resurrección”, “¡traer un código de barras en el antebrazo!”, “tener una panadería que se llame los hornos de Hitler”, “casarse con las primas, hermanas y tías”, “usar pijamas de rayas”, “hacer jabón a base de sus abues [sic] y hermanos y así en los hornos”, “ser asquerosamente tacaños. Pero, por Dios, no han de soltar ni un peso…..Hitler, ¿dónde estás?”.
A partir de diciembre de 2011, empecé a investigar sobre el discurso de odio antisemita en Twitter México. Revisé, antes que nada, la cuenta @AlfredoJalife, en la que el antisemitismo verbal tenía casi nulas cortapisas. Así descubrí a un grupo de tuiteros que fue creciendo sin cesar. El 9 de mayo de 2014, Twitter canceló esta cuenta debido a las protestas sistemáticas por su discurso antisemita y calumniador.23 Ese día, la cuenta ésta tenía 34 000 seguidores, quienes -independientemente de si son trolls o no- siguen activos y se declaran “de izquierda antisionista”. Desde finales de 2011, dí seguimiento puntual a muchos de ellos, en constante comunicación entre sí. Para hacerlo, tomé fotografías de varios cientos de sus tuits,24 cuyo discurso manifiesta las siguientes seis líneas temáticas.
Expresiones de odio antijudío.
1. Un simple y llano odio antijudío
Adriana Farías, @adrifadi, no tiene empacho en escribir: “Los judíos ni mejores personas ni mejores culturas… son CUCARACHAS”.25 Nemesio Olivera, @nemesiool, hace eco a esto: “¡Abajo los cochinos judíos!”. Xantoss Martínez, @Xant, pone su granito de arena: “Son usureros y un cáncer en la humanidad”. Son, se dice, “zoo$ioni$tas” o “ashkeNa$is”, el primer término reactiva la animalización que se hacía en la Edad Media contra los judíos, acusados de ser criaturas satánicas, y el segundo reactiva el histórico prejuicio del judío como sinónimo del capital y el nuevo del judío como nazi.
2. Los judíos son tanto deicidas como los mayores conspiradores a favor del gran capital
Un tuit muestra un dibujo de Jesucristo coronado por un halo dorado que latiguea a unos banqueros vestidos de traje y corbata, Segundo&Cronico, @tiocronico, pregunta: “¿Jesús era anti-sionista?”. @AlfredoJalife responde: “Sí, no era racista y era antineoliberal. Expulsó a los fariseos del templo. X eso Caifás lo mandó matar”.
Otra serie de tuits hacen gala de las mismas mezcolanzas históricas: la “peligrosa” dirigencia judía llamada “el Gran Sanedrín”26 es la responsable de “técnicas milenarias de linchamiento heredadas de generación en generación”, la culpable de “tres linchamientos legendarios: crucifixión de Cristo, ostracismo del genial filósofo Baruch Spinoza y ‘suicidio’ de Arthur Koestler”. En ellos se alerta que “este cónclave” opera supuestamente en México, en las personas de Enrique “Krauze Kleim-bort”, Jorge “Castañeda Gutman” y Alejandro “Frank Hoeflich”. Ellos son presentados tan perversos que, a mitad del periodo de campaña electoral por la presidencia de la república de 2012, cuando el movimiento #YoSoy132 acusó a Televisa de ser peligrosamente tendenciosa a favor del Partido Revolucionario Institucional (PRi) y cercó sus instalaciones, estos tuiteros llamaron a “cercar la casa de Krauze Kleinbort y de Castañeda Gutman”, los “aliados sionistas financieristas de Televisa”.27
Con un revoltijo sin rigor de varios periodos históricos, este discurso quiere demostrar un supuesto complot continuo de 21 siglos de duración, en el que, conducidos por un cónclave de poder, 1) los judíos decidieron la crucifixión de Jesús -versión ampliamente desmentida por los historiadores- y son los mismos que controlan hoy los hilos de las altas finanzas; 2) Jesús enarbolaba, en el año 1 de nuestra era, una ideología y una práctica contrarias a la existencia del actual Estado de Israel; 3) Jesús era enemigo de un sistema económico-político que en los hechos nació alrededor de la década de 1990, pero que en estos tuits aparece representado por “los fariseos”; 4) dicho peligroso cónclave tiene su versión mexicana, encabezada por personas cuyos dos apellidos judíos son enfatizados, como si ser judío fuera sinónimo de ser esencialmente perverso.
3. Los judíos son usureros, apátridas, especuladores, despiadados y encabezan los poderes más grandes, oscuros y criminales
Una conversación tuitera de 2012 empalma a los judíos con traficantes de órganos. @Sandu#132 pregunta: “¿Es verdad […] que los judíos son los responsables del creciente tráfico de órganos?”. Antonio Cobos, @plutocrata, responde: “Para ellos somos los gentiles, y si consideran necesitar un órgano, se adjudican el derecho de tomarlo”. @Sandy#132 corona: “Sé que va en contra de su religión donar órganos, Ha [sic] pero no es pecado recibirlos, y de ahí que trafican”.
En otro tema, @Bosch70 escribe: “Operación Pandemia […] Y las malditas farmacéuticas judías engañan, mienten y matan #AH1N1, #AH5N5, #AH5N7”. @LordSith777 afirma: “Los judíos tienen lo suyo, Kissinger, Eisenhower, Rockefeller”. @Ezthela escribe: “El mundo controlado desde siempre por el sionismo. Ellos controlan a E.U.”.28 @josenoyaz agrega: “Te dirán loco si les dices que hay un plan perverso de dominio mundial”.29
Los judíos no sólo son, entonces, los dueños de las grandes farmacéuticas, sino los asesinos de grandes masas humanas, controlan el mundo y a Estados Unidos. Se dice que la prueba es que el presidente Eisenhower -de padre judío-alemán de origen lejano, de madre afiliada a los Testigos de Jehová, y quien nunca se consideró judío- y el magnate John Rockefeller -quien provenía de hugonotes franceses y fue educado en la más estricta moral calvinista- fueron parte de “las peligrosas dirigencias judeo-estadounidenses”.
4. Los judíos “mexicanos” no son mexicanos ni patriotas y desprecian a méxico
“La gran mayoría de los israeolófilos suelen ser mexi-canófobos y latinófobos”, reza un tuit. “Pobre Krauze -escribe @AureliodFa-, trató de enseñarnos historia de México con la versión hebrea”.30 Armando Navarro Torr, @65navarro, argumenta: “Esos judíos dicen que son mexicanos en público pero en la oscuridad nos desprecian”. @JanzelJB añade: “@Enri-queKrauze semita, pirata y apátrida”. @AlfredoJalife responde: “¿XQ se cambian y ocultan apellidos los peores sionistas de México? ¿Qué ocultan?”.31 @RodolfoNavarret: “Ocultan denominación de origen, como los peores vinos, los peores habanos más apócrifos y ocultos en los puertos”.
5. Los judíos intervienen y controlan la política mexicana y televisa, dirigen y están al servicio de los poderes fácticos transnacionales
En otro diálogo tuitero de 2012 acerca de “quién compró las elecciones en México”, @marco.bishop afirma: “Los sionistas son especialistas en infiltraciones; es la ventaja de no tener nación sino sólo intereses”.32 “Dice sionista Woldenberg Karakovsky q no hay posibilidad fraude [sic]. Tiene razón: ya lo instaló en forma permanente. Su cuñado Cher-torivsky33 es presunto agente CIA [Agencia Central de Inteligencia, por sus siglas en inglés] a través de Bacardí, entregó software IFE [Instituto Federal Electoral] a ChoicePoint/FBl [Oficina Federal de Investigaciones, por sus siglas en inglés]”. “Además -agrega @pro.defensa- Israel envió a Peña miles de millones para sentarlo en la presidencia, igual que los gringos”. @RodolfoNavarret, jocoso: “Doce Sionistas [sic] se columpeaban [sic] sobre la tela de una araña. Como veían que resistía, fueron a imponer un presidente”. Savior Self, @Dvq, añade: “Si Israel está involucrado en la triangulación pro Peña, no tengan duda que hay dinero del crimen organizado de por medio”.34
Acusaciones contra los judíos de ser asesinos de masas y controlar grandes empresas.
Por esos mismos días, empezaron a aparecer en Twitter acusaciones contra Emilio Azcárraga Jean, presidente del Grupo Televisa. Se afirmaba que se había convertido al judaísmo después de casarse con la judío-mexicana Sharon Fastlich, cuyo padre fue acusado -no veo las fuentes de donde se extrae esa información- de haber sido pieza clave en “la operación internacional Monex de financiación de la campaña ilegal de Peña Nieto” y de trabajar para la Procuraduría General de la República (PGR).35 A partir de entonces, los tuiteros empezaron a llamar “Telavivsa” a Televisa y acusaron: “Por eso Gran Sanedrín/narco TELAVIVSA/Banca Mifel quieren CENSURA DE REDES LIBRES”.
Los días 16 y 17 de marzo de 2015, en el contexto de la preocupación y el enojo provocados por el despido, por parte de los directivos de MVS, de la periodista Carmen Aristegui y todo su equipo de periodismo de investigación, encargado de la emisión matutina de noticias, el antisemitismo mostró la cara de nuevo. Ezra Shabot, conductor de la tercera emisión de Noticias MVS, quien no fue despedido, relató que había coincidido en dos empresas radiofónicas con Ariste-gui, que existía un respeto mutuo entre ellos a pesar de sus “diferencias ideológicas y políticas” y que lamentaba “profundamente el desenlace que había tenido este desacuerdo entre la empresa y Carmen”. Agregó:
Durante los seis años que llevo trabajando al frente de [esta] emisión de Noticias MVS he gozado de la total libertad para expresar mis opiniones sin recibir presiones ni censura de ningún tipo […]. Yo no compro agendas de nadie ni me supedito a los proyectos políticos de otros. A raíz de esta situación, se ha desatado en redes sociales y por otros medios, una protesta por lo ocurrido, en donde he recibido en forma directa, al igual que familiares cercanos míos, agresiones a mi condición de periodista y de miembro de la comunidad judía en México, con expresiones insultantes y con contenidos racistas y abiertamente antisemitas.36 Ante esta situación, hago público este fenómeno que daña no sólo a mi persona y a mi familia, sino a una sociedad plural y tolerante que no puede admitir que el discurso de odio sea parte de una protesta social (Shabot, 2015).
El hecho de que Shabot manifestara que no lo habían censurado en MVS no significa de ninguna manera que dijera que a Aristegui tampoco. Él no se pronunció acerca de esto. Que varios de los colaboradores de la emisión matutina de Aristegui hayan declarado, en son de protesta, que no colaborarían más con MVS, no implica que si Shabot no renunciaba a su trabajo asalariado en la misma empresa, él fuera en automático un “esquirol” o un “fascista”. Sin embargo, por el solo hecho de que Shabot es judío, los ataques en su contra se tornaron aún más virulentos que aquellos contra el conductor de la segunda emisión de Noticias MVS, Luis Cárdenas, quien tampoco renunció.
Los tuits de esos días confirman hasta qué punto el antisemitismo se hizo presente: Reyes Valdez, @anahivald, escribe: “¿Exactamente q se puede esperar de un judío? Nada más y nada menos!!!”. @UnDonNadie tuitea: “El judío, siempre serájudío, como un perro siempre lo es, como @EPN siempre será #presidentemarica”. Aterces, @romAAterces, le espeta a @ezshabot: “Judío adorador del dinero, púdrete en el infierno que te espera”.37
Conversaciones en Twitter en las que se le imputa a los judíos el fraude electoral de 2012.
6. Negación del holocausto judío mezclada con la acusación a los judíos de ser nazis y con un filonazismo que exalta y añora el holocausto judío
Afirma @65navarro: “Todavía se escudan en el supuesto Holocausto para hacerse las víctimas y así criticarnos”. FernandoK, @Fernand58961025, agrega: “Krauze, Castañeda, alumnos destacados de Goebbels”. @narcisaramon contribuye: “Si ganara AMLO [Andrés Manuel López Obrador] se necesitaría una noche de los cuchillos largos para terminar de raíz con toda esta mierda”. Con lujo de homofobia, @LoboAzul24 aplaude: “Tienes razón @narcisaramon, Hitler lo ocupó para limpiar y quitar a líder de la S. A. [sic]38 que era homosexual”. Gustavo Calderón, @fraudero, no se tienta el vocabulario ni su filonazismo: “@JorgeGCastaneda mételo en el culo, judío de mierda. Viva Hitler!”.39 Xantoss Martínez, @Xant, se dirige a @RaquelHarariCh, @EnriqueKrauze y @JorgeGCastaneda: “¿Qué clase de jabón eran tus antepasados?”. @LoboAzul24 declara: “Idealista, un poco antisemita, autodidacta, admirador de Hitler, algo de historiador y con un amor a mi país y a mi pueblo Meztitlán”.40
¿Cómo es posible que no sea vea que la negación del Holocausto judío no puede formar parte de la agenda de una izquierda que se precie de serlo? Es claro que el crecientemente derechista gobierno israelí, en forma indebida, lucra políticamente con dicho Holocausto;41 últimamente, casi de la misma manera en que sus enemigos lucran políticamente con su negación.42 Esa postura no le da a ciertas izquierdas el derecho a negar la historia, tampoco el derecho a utilizar de manera indebida dicha negación en supuesto beneficio de aquellos a quienes pretende defender. Sin embargo, creer que los judíos son sinónimos de capitalismo financiero e imperialismo, hace que su discurso derive en dos creencias graves:
- Su negación del Holocausto. Estas creencias encuentran “en el antisemitismo la única forma permanente de anticapitalismo porque, a sus ojos […], los judíos son el capitalismo y el nazismo fue el único que intentó combatirlos de verdad” (Salmerón, 2015b). Por esto, se comprenderá que los nazis quedan transformados en anticapitalistas:
No importa una vez más que todas las evidencias demuestren fehacientemente al carácter capitalista del nazismo y la brutal explotación de la mano de obra esclava por la gran burguesía alemana del periodo nazi; ya que los negacionistas son una secta posmoderna fruto del encuentro de los nostálgicos del nazismo con los epígonos del extremismo de izquierdas (Salmerón, 2015b).
- Su afirmación, paradójicamente no tan contradictoria con la anterior, de que los judíos son, contra los palestinos, nazis. La nazificación de Israel, que se hace extensiva a la judeidad en su conjunto, es antisemita:
En tanto que trivialización y banalización de los crímenes nazis equivale a una especie de nega-cionismo implícito [.]; constituye una deslegitimación de Israel en su conjunto equiparándolo con un mal absoluto, por lo que Israel es, en estas visiones, el único país en el mundo al que se reprocha el hecho de existir, y [.] es una humillación desvergonzada contra las víctimas del genocidio nazi (Graf, 2015: 122).
No es antisemita decir que el Estado israelí ha cometido crímenes de guerra y de lesa humanidad y múltiples violaciones a los derechos humanos, y que por esta razón hay que someterlo a una crítica política y humanista seria. Pero eso no es equivalente a someterlo a una crítica a la que no se somete a ningún otro Estado que haya cometido graves violaciones a los derechos humanos, como el sirio, el iraní, el guatemalteco, el chino o el argentino y chileno bajo las dictaduras militares: la que sostiene que no sólo todos los ciudadanos de Israel, sino, intrínsecamente, todos los judíos del mundo son responsables de dichas violaciones, y que éstas son idénticas a aquellas cometidas por los nazis en aras del exterminio de los judíos europeos.
Como sabemos, en cualquier forma de racismo por lo general se procede a hacer una igualación sumaria, una generalización a priori, de un pueblo entero. El antijudaísmo premoderno, el antisemitismo moderno y el antisemitismo escondido tras el eufemismo del antisionismo “cometen una reducción antisemita de la judeidad” cuando el “judío no se define ni por Israel ni por el antisemitismo […], va más allá, excede ambas determinaciones, y debe ser buscado, sustantivamente, como una identidad histórica y culturalmente cambiante, que no adopta una sola forma y que no tiene un solo telos” (Butler, 2003: 19-21).
Una cosa es oponerse a las prácticas del Estado de Israel hacia los palestinos y a las de los colonos derechistas judeo-israelíes, quienes muchas veces actúan en forma independiente del Estado. Estas políticas, apoyadas por lo regular por el gobierno estadounidense, se han sumado a la radicalización islamista de los Estados iraní y sirio, secundados por Rusia, que niegan la legitimidad de la existencia del Estado de Israel y que respaldaron por mucho tiempo el fundamentalismo islámico radical anterior al Estado Islámico de Iraq y Siria -ISIS, por sus siglas en inglés-, y al fracaso político tanto de la dirigencia fundamentalista de Hamas como de la corrupta e ineficaz Autoridad Nacional Palestina. Todo ello ha colocado al pueblo palestino en una situación inadmisible de apartheid: “exiliados en su propia tierra”. Otra cosa es el antisemitismo.
Al igualar sionismo con judeidad, proceden de forma similar, errónea y peligrosa tanto los defensores a ultranza del Estado de Israel, que ven antisemitismo en cualquier crítica que se haga a sus políticas, como quienes esconden su antisemitismo tras un discurso que en apariencia es sólo antisionista y que, por lo tanto, es visto, por definición, como políticamente correcto por los sectores de izquierda. Si bien los fines de cada uno son opuestos, dado que ambas causas son insostenibles, estos fines acaban trabajando, de manera paradójica, para excluir, discriminar, obstaculizar las soluciones y prolongar en múltiples direcciones tanto el sufrimiento del pueblo palestino como el riesgo de muchos judíos en el mundo de ser víctimas de un discurso de odio antisemita, que muchas veces, como hemos visto en los últimos años en Europa, se convierte en práctica.
No es justificable ni aceptable que tuiteros, militantes, periodistas y periódicos progresistas o de izquierda den cabida y promuevan el antisemitismo. Tampoco lo es que traten el tema del sionismo sin asegurarse de que sus fuentes sean serias, confiables y no basadas en el antisemitismo, para que informen con más objetividad a sus lectores y los enriquezcan en lugar de empobrecerlos. Por último, no es que aceptemos que sean tachados de reaccionarios, de represores de la libertad de expresión y que sean calumniados aquellos que, preocupados por estas tendencias racistas o absolutistas en la izquierda, critican de manera justificada a los antisemitas disfrazados tras la máscara del antisionismo.
Además, este público está desinformado. Montado sobre sus prejuicios, es presa fácil de un revisionismo histórico barato que acomoda a su “antisionismo” cualquier fuente alternativa de información, así sea falsa, pero que, a fuerza de ser repetida, se ve consagrada como fidedigna, “ya sin necesidad de remontarse al original” (Butler, 2003: 19-21).
Para la izquierda debería ser claro que la libertad de expresión tiene, como todo derecho fundamental, límites claros. Mediante el discurso de odio antisemita, algunas de las voces que se dicen de izquierda afectan los legítimos y legales derechos a una información seria y veraz, a combatir la calumnia y la difamación, y a la no discriminación, de la que el racismo y la xenofobia no son sino algunas de sus más lamentables y retrógradas manifestaciones.
*Olivia Gall es investigadora titular C en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Forma parte del Sistema Nacional de Investigadores, nivel II, y de la Academia Mexicana de Ciencias. Coordina la Red de Investigación Interdisciplinaria sobre Identidades, Racismo y Xenofobia en América Latina (INTEGRA), <www.redintegra.org>. Entre sus publicaciones, destaca “Trotsky en México y la vida política en el periodo de Lázaro Cárdenas” (1937-1940) (Era, 1991; CEIICH-UNAM/Itaca, 2012), y como coordinadora, Chiapas: sociedad, economía, interculturalidady política (CEIICH-UNAM, 2001/2003), la sección “Racismo y mestizaje” del número 24 de Debate Feminista (2001) y el dossier del número 4 de Interdisciplina (2014). Su trabajo también puede encontrarse en revistas académicas, por ejemplo, “Identidad, exclusión y racismo: reflexiones teóricas y sobre México”, en la Revista Mexicana de Sociología (año 66, núm. 2, 2004) y “Mexican Long-Living Mestizophilia versus Democracy Open to Diversity”, en Latin American and Caribbean Ethnic Studies (año 8, vol. 3, 2013).
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