Estamos acostumbrados a juzgar, qué está bien, qué está mal, qué vale más y qué no tiene valor. Hacer esto no es del todo malo, finalmente es una habilidad muy necesaria para la vida y para establecer un código ético correcto. Sin embargo, hay cosas que rebasan por completo nuestro juicio, temas en los que no podemos opinar ni asignar un valor determinado; la vida humana es una de ellas. No puedes decir la vida de tal persona vale más que de esta otra, esa decisión no queda en ti. Rab. Yaakov Menken nos explica porque. Esperamos les guste su discurso.
Fines y Medios
En la historia de la Torre de Babel leemos que la gente del mundo no sólo se rebeló contra D-os, sino también se rebeló contra la humanidad entera.
El midrash (explicación) nos dice que si una persona iba cargando un ladrillo a la torre y lo tiraba, la gente gritaba y lloraba. Tirar el ladrillo alentaba la construcción de la torre, su máximo objetivo.
Sin embargo, si una persona caía de la escalera y moría al caer, la gente no lloraba. Esto, al igual que la naturaleza rebelde de la torre, representaba el deterioro de los valores humanos. Daban prioridad a los objetos inanimados por encima de las vidas humanas.
Muchas veces los problemas no son tan claros. En la ética moderna existe algo llamado el Dilema del Tren, una pregunta que se hizo 50 años atrás. Imagínate un tren andando sin control por una pendiente y hay cinco personas amarradas a las vías en el camino de adelante. Estás parado a lado de una palanca, si la levantas salvarás a esas cinco persona, pero el tren tomará las vías aledañas y matará a otra persona que se encuentra ahí. ¿Qué se supone que debes hacer? ¿Debes levanter la palanca?
Ésta no es solo una pregunta teórica. En 1929, hubo árabes que hicieron saqueos y masacres en Hebrón. Le dieron al rabino de la ciudad una opción: Si entregaba a los judíos asquenacitas (judíos de origen europeo), no matarían a los sefarditas (judíos del mundo árabe).
El rabino se rehusó rotundamente. La Torá nos enseña que no tenemos el poder de juzgar si las vidas de cinco personas son más valiosas que la vida de una. Podemos sacrificarnos para salvar a los demás, pero no podemos hacer ese juicio por otros. No podemos levantar la palanca.
¿Por qué es así? Porque en nuestra Torá la vida humana tiene un valor infinito. Cada persona tiene en su interior un fragmento de la Divinidad, que es infinita. Cinco veces infinito es igual a infinito. Inifinito dividido entre veinte es infinito. No podemos valorar una infinidad por encima de otra.
Debemos estar conscientes que cada persona de nuestro alrededor tiene un valor infinito y merece nuestro respeto. Y también debemos reconocer que cada uno de nosotros es de un valor infinito. Somos importantes. Ni una persona es innecesaria o invaluable.
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