Se fue a Ciudad de México con ganas de empaparse de la ciudad, descubrir un poco más de ese lugar que con tanta calidez ha recibido su música, y con las ganas de grabar el disco que había compuesto solo, en un sofá de Madrid, a guitarra, voz y corazón. Y disfrutó todo el proceso, rodeado de amigos, compañeros de profesión e invitados que se fueron sumando.
En Estudios Noviembre, en la zona industrial de la capital mexicana, Jorge Drexler recibió a El País para conversar del álbum que por esos días estaba grabando y que lo tenía de lo más entusiasmado, por la calidad de las canciones —es obvio, si hablamos de uno de los grandes cantautores uruguayos— y también por la novedad. Pues la particularidad de este material que editará en septiembre y presentará en Montevideo en octubre, y que se llamará Salvavidas de hielo (por entonces no tenía nombre, pero al final adoptó el mismo de la canción que grabó con Natalia Lafourcade), es que está construido exclusivamente por instrumentos de la familia de la guitarra.
En este nuevo repertorio, las guitarras se tocan convencionalmente, pero también se rasgan, se golpean, se percuten y más, generando una paleta de sonidos de lo más diversa e interesante.
El jueves pasado, Drexler mostró la primera canción de este Salvavidas de hielo, “Telefonía”, una belleza de composición que habla de la comunicación virtual y personal, la conexión desde la tecnología pero también desde el sentimiento. “Te quiero, te querré, te quise siempre, desde antes de saber que te quería”, canta el uruguayo, un poeta montevideano que cada vez es más cosmopolita.
—En tus nuevas canciones, las que formarán parte del disco que vas a editar en septiembre, vuelve a aparecer la idea de movimiento, que tal vez en Bailar en la cueva se hizo explícita hacia el exterior, pero que siempre está presente hacia el interior. ¿Te obsesiona ese concepto?
—Empecé a darme cuenta que es una de las características que marcan mi vida, empezando por el movimiento geográfico: mi padre nació en Berlín, yo en Uruguay, mi hijo mayor en España y vive en Inglaterra, mi abuela en Polonia… Y luego, movimiento para mí es un sinónimo de vida porque las cosas mientras se mueven están vivas. La vida es el paso de un ion a través de una membrana, en definitiva, y las cosas tienen que cambiar de lugar para seguir vivas. Y luego los cambios de la vida que va teniendo cada uno, ir hacia sitios artísticos diferentes, intentar que tu vida sea variada.
—¿Salvavidas de hielo es más hacia adentro que Bailar en la cueva?
—Inicialmente sí, tan para adentro que uno de los nombres que teníamos era Endo, que es el prefijo de ir hacia adentro. Pero después lo fuimos dejando afuera, porque lo que empezaba siendo un disco de guitarra y voz, una especie de implosión, no tenía una correlación anímica. Cuando escuchaba el disco, me daba la impresión de que era más expansivo de lo que yo quería, de lo que yo pensaba. Y como no está terminado, no tengo una perspectiva clara del disco, estoy muy adentro y todavía no sé muy bien de qué se trata. Desde luego la intención en Bailar en la cueva era más expansiva, y en este más introspectiva. Lamentable o afortunadamente, las intenciones que uno tiene en un disco pocas veces se cumplen.
—El trabajo de percusión es una rareza del nuevo álbum, porque también está hecho con las guitarras. ¿Compusiste algo desde ahí?
—No. Este disco se escribió diferente de Bailar en la cueva y los otros. Este es un disco escrito a guitarra y voz. Para contarlo gráficamente: yo trabajo en una casa-estudio que tengo en Madrid, con dos habitaciones: un living con una mesa y un sofá, y una pequeña habitación de estudio-grabación. Este fue escrito en el living, no pasaba al estudio. Intenté juntar la mayor cantidad posible de canciones que se defendieran sólo a guitarra y voz, y me puse muy exigente con eso. Quería que las canciones estuvieran construidas no en base a una idea de sonido, sino que fueran autónomas. Tenía mucho interés de meterme en el género canción en sí, de la manera más libre de artificios ornamentísticos. Después lo bueno es que encontramos el sonido del disco, pero la verdad es que escribí este disco en un sofá, con una guitarra y un cuaderno, pensando en la relación entre música y texto.
—¿Cuál fue la primera idea de este nuevo disco?
—Antes que las ideas están las canciones. Estuve mucho tiempo pensando más en escribir que en otra cosa, pensando que el disco sea un disco de canciones, produciendo las variables básicas de la canción. Luego, en un determinado momento, Javier Limón, un amigo que ha sido muy importante en este disco, le mostré un par de canciones en el teléfono y me dijo: “Ahí tienes el disco, guitarra y voz”. Y no lo había pensado. Después de ahí, el movimiento está también en el proceso del disco, que empezó siendo un disco sólo de guitarra y voz, y luego empecé a golpear la guitarra y ya me gustó, y ya nos fuimos en otra dirección. Y el disco ya tiene momentos en que se parece más a un disco de electrónica hecho con guitarras, que a un disco como los de Atahualpa Yupanqui.
—La canción “Silencio” se perfila como electrónica.
—Pero es una electrónica hecha con herramientas acústicas. Sí, nos empezó a gustar experimentar por ahí. Es todo muy caprichoso el proceso; la gente piensa que uno tiene una estrategia general pero la verdad es que no. La única estrategia que tengo es que me guste hacer lo que hago, lo suficiente como para estar motivado porque es un proceso muy duro el de la grabación del disco. Eso es lo único: estar realmente convencido de que tengo las canciones que necesito para hacer el disco —si no no lo hago— y estar convencido de que tengo la motivación suficiente para embarcarme.
—En algún momento de toda esa construcción, ¿hay algo que se pueda parecer al método científico, que se acerque a tu parte más académica?
—La medicina no es una ciencia, es una práctica basada en unas disciplinas científicas, pero no tengo el proceder de un científico. Lo único que me queda de eso, no sé si es científico o es como una metodología, es que intento documentar cuando digo algo. Porque me parece que las cosas pierden fuerza si citás y eso no tiene consistencia. Si te metés a citar, que a mí me gusta, ahí me informo. ¿Qué es la entropía? Bueno, ahí voy a leer. Y me paso mucho rato leyendo, no quiero tener faltas de ortografía. ¿Por qué? No sé, mis abuelos maternos eran maestros y la falta de ortografía era un pecado mortal en casa.
—Pensaba en cosas uruguayas que parece haber en las canciones nuevas. En “Mandato”, por ejemplo, hay en los coros un aire murguero.
—¡Es cierto! No lo había pensado, sí que tiene un hálito la relación entre el cronista y el coro, muy murguera. Por supuesto que la murga lo tomó de la tragedia griega, pero sí que tiene eso. Soy gran admirador de los géneros de carnaval y la murga en sí, y curiosamente entré más en ella estando lejos, que pasa a veces.
—Y “Movimiento” es como un candombe.
—Más o menos, ya no me salen muy puros los candombes, se me han contaminado. Tendría que volver a hacer un disco nuevo a Uruguay, trabajar con un montón de percusionistas nuevos increíbles que hay, para volver a cargar mi vínculo con la raíz. ¿Pero sabés la buena noticia? Que el candombe tampoco se ha quedado quieto en Uruguay, y eso es lo que te digo del movimiento: el candombe está vivo porque ha cambiado. Si se hubiera quedado agarrado a los patrones puros solamente, hubiera desaparecido; sin embargo se expandió por toda la ciudad de Montevideo.
—Antes de empezar a crear este nuevo álbum, estuviste girando con Luciano Supervielle con el espectáculo Perfume, que te hizo trasladarte al terreno sonoro de él. ¿Eso te inspiró para esto de ahora, que implica una nueva búsqueda musical?
—Trabajar con Luciano siempre es inspirador. Es un músico y una persona con un nivel que es muy difícil encontrar. Pero el refinamiento y el minimalismo que utiliza en el tratamiento electrónico definitivamente están en este proyecto. No es casualidad haber trabajado con él en los momentos previos, permeó este disco.
—En toda esa instancia de trabajo de la que hablaste, ¿cuánto espacio le das a la intuición?
—(Piensa) Todo, en la primera parte. El disparador de la canción es intuitivo, el desarrollo es racional. Para este disco trabajé de mañana, dejaba a mis hijos en la escuela y me iba a este lugar, cerraba la puerta y quedaba solo. De las 10:00 a las 12:00, se trata de intentar olvidarte de conveniencias, de circunstancias, compromisos, de lo que sea, y estar abierto a que algo te toque y te lleve para algún lado, de manera irracional. Y luego, cuando tenés dos estrofas y una idea de estribillo, decís: ahora necesito otras dos estrofas como estas, y ahí cargás el aparato racional, lo mezclás con lo intuitivo del principio, y rellenás. Pero la primera parte, la que más me interesa, es olvidarte de todo lo que no sea intuición. Vas a ciegas, al menos a mí me gusta así. Vas dando vueltas por la guitarra, por la casa, por la radio. Cuando vuelvo en el auto de llevar a los niños a la escuela tengo 15 minutos entre la escuela y el apartamento, en que voy como si fuera por un prado, con un vestido de velcro donde se me pega todo. Estoy abierto, y cuando una de esas cosas se me pegó, la agarro y me voy con eso.
El estreno en el Solís.
La gira de presentación de este nuevo disco, que será lanzado el 22 de septiembre, empezará en Montevideo con una fecha doble, el 4 y 5 de octubre en la sala principal del Teatro Solís (todavía no hay información sobre la venta de entradas). Luego, el tour de Drexler seguirá por Chile y Argentina, y ya hay varias fechas marcadas en distintos lugares de España.
México y tres invitadas de lujo.
“Me crié bastante entre mujeres. En la época de la dictadura, la familia de mi tía, con tres hijas, se vino a vivir a casa durante un tiempo y en mi rango de edad, yo era el único varón con mi hermana a la que le llevo un año, mi prima Alejandra y mi prima Patricia. Siempre me dieron mucha curiosidad las mujeres”, dice entre risas Jorge Drexler cuando se le pregunta por la sensibilidad femenina en sus canciones; “y siempre tuve figuras femeninas muy fuertes en mi vida”. “Pero en este disco, lo de las invitadas se dio de casualidad y no hay un plan”, comenta. Y es que da la casualidad de que los tres nombres fuertes que convocó para este trabajo (porque hay varios invitados, como los Ampersan, David Aguilar y tantos otros músicos) son de mujeres: las cantautoras mexicanas Julieta Venegas y Natalia Lafourcade, y la chilena radicada en México Mon Laferte.
“Tenía muchas ganas de colaborar con las personas que colaboré y tuve mucha suerte, porque las tres invitadas tenían cuatro horas de un día libres antes de ponerse a hacer otras cosas. Pero no fue una opción de género, me gusta mucho la elección complementaria y me cuesta mucho más trabajar con gente que se me parece”, explica sobre esta situación. “Interactuar y meterme en otros territorios es algo que siempre me ha gustado”, dice Drexler.
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