Hoy conmemoramos el día 17 de Tamuz, un día de ayuno público en memoria de las 5 tragedias que acontecieron en ese día.
RABBI YOSEF BITTON
Previamente mencionamos 3 de esas tragedias. Hoy mencionaremos las dos últimas, que coinciden en el tiempo que ocurrieron, los días del segundo Bet-Hamiqdash, específicamente, los últimos años, cuando los Yehudim se rebelaron contra el Imperio Romano y quisieron recuperar su independencia (alrededor del año 60 de la era común).
Apostomus quemó un Sefer Torá
Un comando judío atacó una expedición de romanos que traían armas y suministros al ejército invasor. El gobernador romano, Komanos, sitió la ciudad de Bet Horón desde donde se organizó este ataque, y ordenó que apresaran y le trajeran a los atacantes. Los soldados romanos cumplieron con las órdenes del gobernador pero se excedieron. Un militar romano llamado Apostomus tomó un Sefer Torá y lo quemó públicamente. Esto ocurrió el 17 de Tamuz. Los Yehudim escucharon esta gran tragedia, que fue la primera vez que ocurrió (pero lamentablemente no fue la última) y comenzaron una gran revuelta, que sólo fue aplacada cuando ejecutaron al soldado que había cometido esta aberración.
Se abrió una brecha en la muralla
Como veremos en los próximos días, BH, la rebelión de los Yehudim contra los romanos no prosperó, y ellos terminaron destruyendo el Bet haMiqdash. Los judíos en Yerushalayim se defendían detrás de sus murallas, construidas o reforzadas en los tiempos del rey David y del rey Salomón, algunas de las cuales se pueden ver hasta el día de hoy. En el área del Kotel haMa’arabí, el muro de los lamentos, hay como unas “ventanas” en el piso a través de las cuales se puede observar la profundidad de estas murallas, mirando hacia abajo. Las murallas del segundo Bet haMiqdash fueron construidas por Nejemiá en el siglo V antes de la era común.
Estas murallas se construían obviamente para mantener a los enemigos fuera de la ciudad. Las murallas de Yerushalayim eran especialmente fuertes.
Y el pueblo luchaba con toda su fuerza e ingenio para sobrevivir y repeler a los poderosos enemigos. Mientras las murallas estuvieran en pie, la gente podría estar segura.
Los romanos, la más poderosa superpotencia mundial en esa época, contaban con tecnología militar muy avanzada. Utilizaban catapultas y ballestas con las que tiraban rocas muy pesadas, de hasta 25 kilogramos, que impactaban y rompían las piedras de las murallas.
También usaban torres a través de las cuales los soldados romanos subían por las murallas y trataban de atacar a las defensas judías. Los soldados enemigos cargaban en esta torres arietes “de cabeza de carnero”, un enorme tronco con una terminación de hierro con la figura de la cabeza de un carnero para azotar y derribar las murallas y las puertas de la ciudad.
El día 17 de Tamuz uno de los muros de Yerushalayim, la fortaleza de Antonia, construida por Herodes 40 años atrás en honor al emperador Marco Antonio, cedió, y una brecha se abrió por la cual los soldados romanos comenzaron a entrar en la ciudad. Este fue el comienzo del final de la ciudad de Yerushalayim.
Los judíos luchaban ferozmente desde el interior de las murallas, pero como explicaron nuestros Sabios, no estaban unidos sino separados y enemistados unos con otros. Y cuando esto sucede HaShem no está con nosotros.
En los próximos días contaremos un poco más en detalle lo acontecido en la época del Segundo bet HaMiqdash, cómo y por qué fue destruido.
Mientras tanto, recordemos mañana que nuestra fuerza y supervivencia depende de HaShem y HaShem está con nosotros cuando estamos unidos. Esto no quiere decir que todos los judíos del mundo debemos pensar igual (eso es imposible!) pero sí que debemos hacer el máximo esfuerzo posible para aceptarnos unos a otros y sentirnos no sólo como parte de un mismo pueblo, sino como parte de una misma familia.
Fuente:halaja.org
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