Una de las premisas más importantes dentro del judaísmo es que “todo es para bien.” Eso quiere decir, que D-os hace al mundo entero funcionar con bondad. Por ello, todo lo que sucede trae consigo un bien, probablemente no perceptible para la persona en el momento, sin embargo, un bien oculto. La siguiente historia fue recopilada por el gran escritor y filósofo Martín Buber, es una historia jasídica. En ella podemos apreciar la importancia de agradecer a D-os con alegría y hacer actos de bondad con las personas que nos rodean para aligerar su corazón. Nunca sabemos cuándo vamos a necesitar de las personas a las que ayudamos, cuándo nuestros favores serán devueltos. La siguiente historia es una clara muestra de que nada de lo que hacemos por otra persona es en vano. Esperamos les guste.
Saúl e Iván. Martin Buber
En una ocasión rabí Meir Margaliot estaba visitando al Baal Shem con su hijo de siete años, su huésped le pidió que dejara al niño por un tiempo. El pequeño Saúl permaneció en la casa del Baal Shem Tov. Poco después, el Baal Shem salió con el niño y sus discípulos a un viaje. Hizo que el carruaje parará en frente de una posada y entró al recinto con sus acompañantes y el niño. Adentro estaban tocando el violín y los campesinos estaban bailando. “El violín está desafinado, no ayuda a la ocasión” dijo el Baal Shem Tov, “Permitan que mi niño aquí les cante una canción de baile, y podrán moverse con mayor libertad”.
Los campesinos aceptaron alegremente. El niño se paró en la mesa y con su voz clara canto una melodía jasídica sin palabras que aterrizo directo en los pies de los campesinos. En un arrebato de alegría danzaron alrededor de la mesa. Después uno de ellos, un hombre joven, se acercó al niño separándose de los demás y le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” “Saúl” dijo él. “Por favor sigue cantando” pidió el campesino. El niño comenzó otra canción y el campesino se colocó frente a él y bailó al ritmo de la melodía. Entre sus saltos salvajes y sus vueltas no dejaba de repetir una y otra vez con voz encantada: “¡Tú Saúl y yo Iván! ¡Yo Iván y tú Saúl!” Tras el baile, los campesinos invitaron vodka al Baal Shem y sus discípulos y bebieron juntos.
Treinta años después, Rabí Saúl, quien se había convertido en un gran intelectual del Talmud y un comerciante acomodado, se encontraba recorriendo el país en un viaje de negocios. Cuando repentinamente un grupo de asaltantes lo atacó y planeaba matarlo. Rogó a los hombres que tuvieran piedad por él y decidieron llevarlo con el jefe del grupo. El hombre miró fijamente al rabino por un tiempo. Finalmente preguntó: “¿Cuál es tu nombre?” “Saúl” dijo éste. “Tú Saúl y yo Iván,” dijo el ladrón y ordenó a sus hombres que le regresarán su dinero y su carruaje.
Fuente: Tales of the Hasidim
Escrito: Martin Buber / Traducción: Aranza Gleason
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