El enigma de las Memorias de Carvajal el Mozo

Enlace Judío México.-El primer testimonio de un judío en América se escribió en México a fines del siglo XVI. El documento fue robado en 1932 y en marzo regresó al país.

ALICIA GOJMAN DE BACKAL

El siglo XVI trajo a América a un gran número de inmigrantes españoles. Venían en busca de mejoras económicas y para obtener grandes lotes de tierra que les darían el título de “señores” o “hidalgos”, que no tenían en España.

No todos eran españoles de “pura cepa” de cuatro generaciones atrás; había personas que no eran limpias de sangre, es decir, que eran conversos de judíos. Sus antepasados habían vivido en la península ibérica durante quince siglos y en 1492 habían sido expulsados por los Reyes Católicos. Entre este grupo se encontraban muchos portugueses que no se convirtieron y que salieron hacia Portugal, donde en 1497 fueron convertidos por la fuerza.

Cuando España unió a sus posesiones el reino de Portugal en el año de 1580, muchos de esos ciudadanos volvieron a España, con el firme deseo de viajar en alguna de las expediciones de conquista, sobre todo para escapar del Tribunal de la Inquisición que los perseguía por ser herejes y malos cristianos.

Uno de esos conquistadores de los territorios de la Nueva España fue Luis de Carvajal y de la Cueva, apodado el Viejo. Nació en Mogadouro en la provincia de Trás-os-Montes en Portugal. A la edad de ocho años, sus padres tuvieron que convertirse por la fuerza al cristianismo. Él creció como cristiano y así fue educado.

En su juventud vivió en Cabo Verde durante varios años y participó del comercio de esclavos hacia el Nuevo Mundo. Sus viajes lo convirtieron en un experto capitán de navíos al grado de participar posteriormente en la conquista de la Nueva España. Fue el conquistador del noroeste de México y apaciguador de los chichimecas. Por ello, el rey Felipe II le otorgó una capitulación en la cual lo nombraba gobernador del Nuevo Reino de León.

El nombramiento lo obligaba a poblar esas tierras con colonos españoles, que tuvieran diversos oficios para poder iniciar una vida en la Colonia. A pesar de que seguía siendo un buen cristiano, en 1564 se casó con doña Guiomar de Ribera, en Sevilla. Esta era una mujer que seguía practicando el judaísmo, al igual que toda su familia.

Al informar al rey Felipe II de sus hazañas en el Nuevo Mundo, sobre todo en lo referente a cómo había logrado someter a los rebeldes chichimecas, Carvajal fue designado gobernador durante dos vidas y podía heredar su nombramiento a un familiar. Esta era una enorme demarcación al noroeste de México que tenía doscientas por doscientas leguas y abarcaba casi una tercera parte del territorio.

En la capitulación se decía que podía traer cien pobladores sin que la Casa de Contratación de Sevilla les exigiera su limpieza de sangre. En la lista de los que se unieron a su expedición estaban los miembros de toda su familia, empezando por su hermana doña Francisca Núñez de Carvajal, el marido de esta, Francisco Rodríguez de Matos, y sus nueve hijos.

Luis era el tercero de los hombres; Gaspar, el mayor de ellos, era fraile dominico. Esa costumbre la habían adoptado todas las familias de conversos para no ser descubiertos como falsos cristianos. Luis tenía entonces catorce años de edad.

Había nacido en la villa de Benavente, en España, donde permaneció hasta los once años. La familia se mudó entonces a Medina del Campo, en donde Luis estudió retórica y latín con los jesuitas. Fue ahí donde su padre le empezó a enseñar el judaísmo. Rodríguez de Matos era un ferviente judío que celebraba todos los ritos y ceremonias judaicas con sus hijas mayores y su esposa.

Cuando aceptaron viajar con Carvajal el Viejo ya habían pensado en irse a Italia o a Francia donde podrían vivir libremente como judíos, pero el viaje a un nuevo mundo y con grandes posibilidades económicas, donde además estuvieran alejados del Tribunal de la Inquisición, los convenció de hacerlo.

Desembarcaron en Pánuco en 1580, después de un viaje difícil y en el cual Luis cayó enfermo. Gracias a los cuidados de un correligionario, el doctor Manuel de Lucena, pudo bajar sin contratiempos. Sin embargo, la adaptación no fue sencilla porque había muchos mosquitos y excesivo calor. Además había que buscar el sustento.

Luis de Carvajal el Viejo no había tenido hijos y decidió heredar a su sobrino Luis esos territorios en su testamento. Ya era la cuarta generación de judaizantes después de la expulsión de los judíos de España. El haberse convertido por la fuerza los moldeó como fanáticos judíos que a pesar de considerárseles herejes y enemigos del gobierno no cesaron de pensar en que la única forma de salvar su alma sería a través de la Ley de Moisés.

Esos judaizantes se adaptaron a una movilidad constante, ya que aquellos que se quedaron en España eran menos religiosos que los que se fueron a Portugal. En ambos reinos funcionaba el Tribunal de la Inquisición.

En Pánuco se inició la separación de la familia, ya que no estaban de acuerdo con las políticas del conquistador. Luis acompañó a su tío en varias expediciones en las cuales sufrió de muchas carencias y malos tratos. Le era muy difícil entender la mentalidad de los indios y más de los chichimecas.

Pronto empezó a viajar a la Ciudad de México con su padre y su hermano Baltasar, dos años mayor él. En la ciudad conocieron a la comunidad que estaba en formación, ya que la unión de los dos reinos bajo la Corona española en 1580 les fue muy favorable a los portugueses que buscaron nuevas oportunidades.

El tío decidió desheredarlo. Además tuvo problemas con su sobrina Isabel, quien se dio cuenta de que guardaba el sábado y otras fiestas judías. Los problemas entre su hermana y su familia fueron minando la vida de Luis el Viejo. Además de que el virrey decidió buscar la manera de acusarlo de poseer tierras que no le pertenecían.

A los diecisiete años, Luis el Mozo perdió a su padre, que había padecido una enfermedad que lo tuvo en cama por varios meses. Francisco Rodríguez de Matos le pidió a su hijo que lo enterrara a la usanza judaica. Para ello tuvo la ayuda de varios correligionarios. Desde entonces, el joven se adentró cada vez más en el estudio de la religión judía. A los veintidós años se convirtió en el líder de la pequeña comunidad de judaizantes de la Ciudad de México. Su fervor religioso lo convirtió en blanco del Tribunal de la Inquisición.

Por pleitos de linderos de sus tierras, el virrey Álvaro Manrique de Zúñiga ordenó apresar a don Luis el Viejo y trasladarlo a la Ciudad de México, en donde le fue anulada su ejecutoria (o limpieza de sangre). En 1589, el capitán Alonso López apresó a Carvajal en Almadén y lo condujo a la cárcel de la corte. Pronto fue delatado como encubridor de herejes y fue trasladado a las cárceles secretas del Santo Oficio.

Esa aprehensión del gobernador fue el fin de su vida y el inicio de los procesos sufridos por toda la familia de Rodríguez de Matos. El factor religioso tenía una fuerza extraordinaria y en ese siglo XVI aquellos hombres eran capaces de morir o matar por su fe. La intolerancia proponía la homogeneidad y unidad de los reinos, valor muy estimado en momentos de un creciente absolutismo. Los términos de “hereje” o “dogmatista”, utilizados entonces, representan la firme convicción de poseer la verdad y la negación del otro.

Isabel, la hija mayor de Francisca Núñez de Carvajal, fue apresada por las declaraciones de su tío. Se le consideró una hereje que practicaba la religión judía en secreto. Poco después fueron también encarcelados Luis, su madre y sus hermanas mayores. Dejaron en el desamparo a los tres pequeños: Miguel, Mariana y Ana. Baltasar había logrado huir y esconderse después de haber intentado una fuga por Veracruz.

Luis siguió en su encierro con la idea de que la familia formaba parte de los mártires que ayudarían a la llegada del Mesías. En su primer proceso que duró un año, confesó su judaísmo y pidió perdón por haber creído en la Ley de Moisés; esto aunado a su juventud quizá hizo que su sentencia fuera absolutoria. El 24 de febrero de 1590 se celebró el sexto Auto de Fe en México, dentro de la Catedral. En él salieron Luis el Mozo, su madre y hermanas, así como su tío Luis de Carvajal el Viejo, que fue condenado a seis años de destierro (murió en 1591, antes de poder cumplirlo).

Luis fue recluido en el Hospital de Convalecientes, usando el sambenito. A su madre y hermanas se les condenó a vivir en reclusión en una casa en Santiago de Tlatelolco. Estas debían ser vigiladas por un fraile. En la biblioteca del hospital, Luis pudo proveerse de libros prohibidos y estudiar la Biblia y el Antiguo Testamento a sus anchas. Su religiosidad exacerbada lo convirtió en un decidido defensor de la religión judía.

En la cárcel inquisitorial se cambió el nombre a Josef Lumbroso y continuó así su vida, sus prácticas y ceremonias. Del Hospital de Convalecientes lo mandaron al Colegio de Tlatelolco para que enseñara a leer y escribir a los indios, hijos de caciques nobles. Ahí el padre Oroz le confió la llave de su celda en donde había una biblioteca. En ella, Luis encontró respuestas a muchas de sus preguntas sobre “la verdadera ley”.

Fue en esos años de cierta libertad que se enteró que sus hermanos Baltasar y Miguel habían huido a España y de ahí a Italia, donde vivían abiertamente como judíos. Frustrado por no haber podido escapar de la Nueva España, se entregó por completo a escribir su autobiografía a la cual llamó Memorias.

En ella presenta la historia de su vida desde su salida de España hasta el final de su primer proceso. Era un maravilloso calígrafo que sabía de memoria todos los salmos y oraciones del judaísmo. Las escribió antes de que fuera liberado de su sentencia (esta ocurrió en octubre de 1594, gracias a una solicitud de su hermano a la Suprema Inquisición y al pago de 325 ducados).

Pocos meses le duró su libertad ya que en febrero de 1595 fue arrestado, por segunda vez. El motivo: haber continuado él y su familia con su antigua religión. Luis estaba consciente de lo que iba a suceder por haber vuelto a sus ceremonias: la muerte en la hoguera.

Sus Memorias –que escribe ya como Josef Lumbroso– son una pieza literaria e histórica a la vez, porque en ellas relata toda su vida, la de su familia, los acontecimientos ocurridos desde su salida de España y su llegada a Pánuco, la muerte de su padre, sus andanzas por el territorio, las ventas que hacía junto a su padre y hermano. El manuscrito también contiene las oraciones que recitaba con sus correligionarios y los salmos que sabía de memoria, así como el decálogo que le inspiró la obra del gran sabio Maimónides. Su intención era enviarlas a sus hermanos en Pisa, para que la comunidad judía de Italia estuviera enterada de la difícil vida que se tenía en la Nueva España y la enorme ayuda que Dios le dio para salvarse del Tribunal.

Estas memorias relatan la vida de los primeros judaizantes en tierras mexicanas. Su vivir cotidiano, sus relaciones y los problemas que pasaron frente a un gobierno hostil hacia los judíos. Este pequeño librito era su principal tesoro, lo guardaba celosamente entre sus ropas y a veces lo escondía en su casa en Tlatelolco.

Cuando en 1595 entró de nuevo a las cárceles, lo primero que hicieron los inquisidores fue catearlo para ver qué llevaba entre sus ropas. Le encontraron tres pequeños libros: Psalmorum, Prophetes y Genesis. Había dejado las Memorias escondidas en un tejado de su casa.
Su proceso fue largo, y bajo tormento acusó a más de ciento veinte personas que eran también judaizantes. Arrepentido, trató de suicidarse sin éxito.

Fue acusado de herejía, apostasía, pertinencia y relapsia, de haber sido dogmatista, maestro y enseñador de la herejía. A lo largo de su proceso escribió cartas de consuelo a su madre y hermanas, y al conocer el veredicto de muerte en la hoguera pidió pluma y papel para escribir su testamento.

Toda esa literatura e historia escritas por él fueron adheridas por el escribano a su segundo proceso: sus Memorias, sus cartas y su testamento, así como los libros religiosos que escribió.

Estos procesos fueron descubiertos por el general Vicente Riva Palacio, que los aprovechó para escribir El libro rojo y otros títulos. Después los entregó al Archivo General de la Nación (AGN), donde llamaron la atención del historiador Alfonso Toro, que tuvo en sus manos, además de los procesos, las Memorias. Él las paleografió y posteriormente aparecieron en su obra La familia Carvajal y en la publicación que en 1935 hizo el AGN de los dos procesos de Luis de Carvajal el Mozo.

El enigma de las Memorias

Las Memorias escritas por Luis de Carvajal fueron robadas del AGN en 1932. También fueron sustraídas sus cartas y sus pequeños libros de rezos.
A lo largo de 1929, Alfonso Toro había tenido acceso a las Memorias, porque estaba paleografiándolas y gracias a su trabajo se pudo conocer la vida del Mozo y su familia. En ellas quedaba manifiestas su gran erudición y magnífica escritura.

El responsable de robar las Memorias fue el periodista Jacob Nachbin. Nacido en Alemania, de origen judío, había emigrado a Brasil en 1920. Ahí participó en la conformación de la comunidad judía de Río de Janeiro y sus instituciones. Se relacionó además con la academia y la universidad, leyendo y estudiando la vida de los criptojudíos. Hablaba yidis y escribía para periódicos de Nueva York y Brasil. Sus temas se referían a los conversos o a la vida de los judíos de Europa Oriental que llegaron al país debido a las persecuciones.

En 1929, gracias a su correspondencia y lecturas, se enteró de que en Portugal un gran número de criptojudíos seguía viviendo en la clandestinidad y que el gobierno les ofrecía practicar su religión de forma abierta y sin temor. Esa fue la razón de su viaje ese año a Portugal, donde encontró a muchos de ellos y también a una buena cantidad de periodistas interesados en el tema. Estuvo varios meses en diferentes lugares y escribió sobre los judíos de Oporto y otras regiones.

Fue maestro en varias universidades de Estados Unidos, sobre todo en Nuevo México y Nueva York. Visitó México para dar unas conferencias en la Universidad Nacional. Llegó en julio de 1932 acompañado por su esposa, la filósofa Elizabeth Lurie, la cual deseaba también hacer estudios sobre la comunidad judía en el país.

De acuerdo con Alfonso Toro, Nachbin venía recomendado por el secretario particular del ministro de Educación, el doctor Puig. Lo primero que hizo fue visitar el AGN y solicitar ver los procesos de la familia Carvajal, sobre todo los dos procesos de Luis de Carvajal el Mozo.

Al devolver los volúmenes varios archivistas notaron que al segundo proceso se le habían sustraído varios documentos que estaban cosidos a este. Se trataba de las Memorias de Luis de Carvajal, una copia del decálogo preciosamente caligrafiado y las cartas que Luis había escrito en la cárcel a su madre y hermanas. También varios libros de rezos que él había copiado.

Parece que Nachbin tuvo oportunidad de enviar cartas a Estados Unidos –a la Universidad de Las Vegas en Nevada y certificadas a Nueva York–, para que fueran entregadas a un señor Lang, que jamás se presentó a reclamarlas. Después de un tiempo fueron devueltas al correo y, desde allí, al archivo en México.

Las Memorias y los demás libritos no habían sido devueltos en los últimos 84 años. Según algunos biógrafos de Nachbin este fue acusado de robo y pasó una semana en la cárcel de Belén de la Ciudad de México. Salió libre por no habérsele probado nada y por la intervención del embajador de Brasil.

Voló a Estados Unidos y tuvo problemas con su esposa porque ella se enteró del robo debido a los periódicos. Al volver a Brasil al lado de su hijo, la esposa se enteró de que Nachbin se había vuelto a casar. El matrimonio fue anulado por bigamia. Jacob vivió en aquel país hasta 1935, año en que fue expulsado y viajó a Europa.

Nachbin permaneció en España por dos o tres años y en 1938 se fue a París. Desde entonces ya no se supo nada de él y todo indica que fue capturado por los nazis y que murió en un campo de concentración. No se tenían noticias de las Memorias ni de los libros de rezos hasta diciembre de 2015, cuando aparecieron en una casa de subastas de Londres, adonde una familia de Michigan los había llevado. Nadie se percató de su valor y de su importancia hasta que fueron de nuevo subastadas, en julio de 2016, por la casa Swann en Nueva York. Estos tesoros llamaron la atención del coleccionista de libros antiguos Leonard Milberg. Este se asesoró acerca de la autenticidad del lote. Expertos le confirmaron que se trataba de documentos auténticos que pertenecían al siglo XVI mexicano.

Milberg se comunicó de inmediato con el cónsul mexicano en Nueva York, Diego Gómez Pickering, y le manifestó su intención de regresar estos valiosos documentos a México. No se subastaron y Milberg pagó una cantidad por ello. Puso dos condiciones: que se hicieran dos copias digitales –una para Princeton y la otra para la Sinagoga Española y Portuguesa– y que las Memorias pudieran ser exhibidas durante tres meses en la Sociedad Histórica de Nueva York.

En México, el entonces secretario de cultura, Rafael Tovar y de Teresa, comisionó a un grupo que viajara a Nueva York para confirmar la autenticidad de las Memorias. Uno de ellos fue el director de la biblioteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Baltazar Brito Guadarrama. Y será la biblioteca del INAH la que custodie y resguarde estas maravillas.

 

 

Fuente:letraslibres.com

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