Sólo durante el mes de Ramadán el mundo sufrió 160 atentados islámicos en 29 países, en los cuales se mató a 1,627 personas e hirieron a otras 1,824. Sin embargo, el doble empeño en tratar de negar cualquier vínculo entre el terrorismo islámico y el islam, por un lado, y los esfuerzos por acomodar en la medida de lo posible el islam por otro, parece proseguir sin alteraciones frente a las realidades del terrorismo islámico, también en Australia, que está experimentando su propia cuota de sharia y de yihad.
JUDITH BERGMAN
A finales de mayo, la Asociación de Salud Pública de Australia (PHAA, por sus siglas en inglés) pidió a la Comisión Permanente sobre Asuntos Exteriores, Defensa y Comercio del Congreso que: “Incluya una recomendación en su informe que niegue el concepto de que exista cualquier vínculo intrínseco entre el islam y el terrorismo […] El Comité debería condenar a cualquier político que se refiera en términos divisivos (de forma explícita o implícita) a cualquier grupo religioso o étnico por razones electoralistas.”
El presidente ejecutivo de la PHAA, Michael Moore, dijo que no había ningún vínculo inherente entre cualquier religión y los actos de terrorismo:
“Si nos fijamos en el terrorismo y el IRA, no creo que mucha gente culpara al cristianismo de terrorista cuando era claramente una cobertura. De hecho, no hay nada intrínseco en el cristianismo que se relacione con el terrorismo.”
¿Desde cuándo los funcionarios de la salud pública están cualificados para hacer declaraciones de autoridad sobre la teología del islam o su vinculación con el terrorismo islámico?
El psiquiatra musulmán Tanver Ahmed discrepó. En junio, hablando del desproporcionado foco que ponen los medios australianos en la “Islamofobia”, dijo: “Aunque pueda haber muchos factores en el origen del terrorismo, los terroristas islámicos, por abominables que sean sus actos, suelen estar haciendo simplemente lo que les dictan las escrituras.”
Mientras que las autoridades australianas se apresuran a declarar que el terrorismo islámico no tiene nada que ver con el islam, es elocuente que hayan hecho referencia al islam o a la cultura islámica para exonerar a los musulmanes en varias ocasiones. En abril, pese a declararse culpable de agredir sexualmente a ocho mujeres y chicas en una playa de Queensland, un joven afgano fue absuelto. El motivo de la absolución: “diferencias culturales”. Según el juez, “ver a las chicas en bikini es distinto al entorno en que creció”. El adolescente recibió una sentencia de dos años de libertad condicional sin ser condenado a cárcel por nada.
Similarmente, en 2014, un delincuente sexual y pedófilo fichado por la policía, Ali Yafari, fue acusado de intento de secuestro de menores. Sin embargo, la policía australiana retiró los cargos contra él después de que un magistrado les dijera a los fiscales que le iba a resultar difícil declarar culpable a Yafari. Según las informaciones de prensa, el magistrado Ron Saines dijo que, si él juzgase el caso, tendría dudas razonables, citando las “diferencias culturales” como un factor, que le llevaría a desestimar las acusaciones.
En Australia, según los jueces, las mujeres y los niños deben aceptar las agresiones sexuales porque forma parte de la “cultura islámica” de sus atacantes. Parece como si en algunas partes de Australia esta “cultura islámica” hubiese sustituido al Estado de derecho.
Un reciente estudio sobre la violencia doméstica es un ejemplo de la tendencia, en ciertas partes de Australia, hacia el reemplazo de los valores australianos por los islámicos. Según el estudio, si bien los refugiados están agradecidos por la “paz, la libertad, la atención sanitaria y la educación”, el “principal punto de discordia” es el asunto de los derechos de las mujeres y los niños.
El estudio, realizado a lo largo de tres años, financiado por el Consejo de Investigación Australiano, concluye: “Muchos refugiados consideran algunos derechos humanos, en particular los relacionados con los derechos de las mujeres y los niños, como un obstáculo para lograr asentarse en Australia.
Dice que algunos refugiados sostienen que “los derechos de las mujeres y los niños contravienen los valores culturales, las normas y principios” de sus grupos étnicos.
El estudio apelaba a la “sensibilidad cultural y la comprensión del impacto sobre los refugiados varones y […] sus sentimientos de aislamiento y desengaño”.
La violencia doméstica en los hogares musulmanes ya es un tema candente en Australia. Keysar Trad, ex presidente de la Federación Australiana de Consejos Islámicos, le dijo a Sky News en febrero que un marido enfadado puede golpear a su mujer “como último recurso”. En abril, la sección femenina de la organización islámica Hizb Ut-Tahrir publicó un video en Facebook de un evento sólo para mujeres en Sídney, en el que dos mujeres hacían una demostración de maltrato a la esposa y lo llamaban “una hermosa bendición”.
El ajuste del islam en Australia también toma otras formas. Este año, por Ramadán, los presos musulmanes de dos cárceles de máxima seguridad del estado de Victoria recibieron en sus celdas microondas pagados por los contribuyentes para que pudiesen calentar su comida tras la puesta de sol, cuando puedan romper el ayuno. Al parecer el asunto causó malestar entre los presos no musulmanes.
En Auburn, a las usuarias musulmanas de una piscina se les habilitó una piscina separada con cortinas, para que pudieran bañarse sin que las vieran los usuarios masculinos. Belgravia Leisure, que administra las instalaciones, dijo: “Se instaló la cortina para superar las barreras culturales y animar a las mujeres musulmanas a usar la piscina”. El director general de la empresa, Anthony McIntosh, dijo que era “una medida para hacer accesible la piscina a todos los grupos culturales”.
Nada de lo anterior, sin embargo, parece ser suficiente para apaciguar los sentimientos musulmanes. En marzo, Anne Aly, la primera diputada musulmana de Australia, dijo que las leyes de discriminación racial se deberían ampliar para cubrir las ofensas basadas también en la religión. El gran muftí de Australia, Ibrahim Abu Mohamed, ha expresado opiniones parecidas.
En junio, el Consejo Islámico de Victoria presentó una solicitud de investigación parlamentaria que pedía al Gobierno “crear espacios seguros que necesitan urgentemente los jóvenes musulmanes para reunirse y hablar de una variedad de temas en términos emocionales, donde puedan ser sinceros e incluso utilizar palabras que en un espacio público resultarían incendiarias.”
Es decir, ¿los musulmanes deberían tener un “espacio seguro” pagado con dinero público donde puedan incitar sin estorbos contra los australianos?
Algunos musulmanes han decidido crear un “espacio seguro” por su cuenta, apartado del resto de la sociedad australiana. En Brisbane, la Universidad Islámica Internacional de Australia, se prevé crear un enclave exclusivamente musulmán, que incluye: una mezquita de 1,970 metros cuadrados, un centro residencial y de cuidado de ancianos de tres plantas, 3,000 metros cuadrados para espacios comerciales y 120 apartamentos, además de nuevas aulas y centros de atención infantil para 2,000 alumnos. El lugar existente ya acoge la universidad, que da servicio a los alumnos desde el parvulario hasta bachillerato. Hasta ahí llega el “multiculturalismo”.
Claramente, el apaciguamiento no está funcionando. Nunca lo ha hecho. El apaciguamiento, en realidad, parece causar por lo general el efecto contrario. He aquí algunos recientes ejemplos de cómo las medidas políticas australianas han funcionado últimamente:
-En abril, un cristiano de Sídney que llevaba una cruz fue atacado por una banda de jóvenes musulmanes, quienes, gritando “Alá” y “que le j. a Jesús”, lo asaltaron y le tiraron la cruz al suelo con violencia. Según el pastor bautista George Capsis, este era el cuarto ataque de ese tipo contra un cristiano en Sídney en los últimos seis meses.
-En el instituto Punchbowl Boys de Sídney —uno de los 19 colegios en Nueva Gales del Sur identificados como en riesgo de radicalizar a los estudiantes musulmanes—, los alumnos fueron “presionados para que asistieran a reuniones de oración diarias, conferencias sobre el Corán e incluso para que se cortasen el pelo, por parte de compañeros que les acosan para que se ajusten al islam”.
Los 19 centros escolares en riesgo participan todos en un programa contra la radicalización, pero el director del instituto Punchbowl Boys, Chris Griffiths, converso al islam, se ha negado a participar en él; dijo que no se sentía cómodo “con que se vigilase a los grupos de oración o con la ‘estigmatización’ de la escuela”.
Griffiths no tendría que haberse preocupado. Al parecer, esos programas contra la radicalización no funcionan muy bien. En marzo, un adolescente de Sídney que estaba en un programa antirradicalización se declaró culpable de planear un atentado terrorista el Día ANZAC en 2016. El adolescente fue acusado de intentar conseguir una pistola para su propósito de atentar el 25 de abril; y después, cuando eso le falló, un manual para fabricar una bomba.
En marzo, una profesora de la escuela de primaria de Punchbowl dimitió después que ella y su familia recibieron amenazas de muerte de los niños de la escuela; en algunas decían que la iban a decapitar.
Dijo que los alumnos la atacaron cuando les prohibió colgar una bandera siria en el aula. […] Muchos de los estudiantes han hablado de familiares que están librando la guerra en Siria, y ha habido alumnos que se han marchado a mitad de una clase para ir a rezar.
Según las informaciones de los medios, las quejas de la profesora al Departamento de Educación de Nueva Escocia del Sur fueron desestimadas.
La yihad también llegó a Australia en el último Ramadán. Después de que el ISIS les dijera a sus seguidores que atacaran a los infieles “en sus casas”, Yacqub Jayre, musulmán australiano, se lo tomó al pie de la letra. El 5 de junio, en un hotel de un adinerado barrio de Melbourne, tomó como rehén a una mujer, mató a otro hombre, y después, durante el ataque, llamó a un canal de televisión y dijo que el ataque lo cometía por el ISIS y Al Qaeda.
Pero a la policía australiana no se le engaña fácilmente: en su momento dijeron que el terrorismo era sólo una “línea de investigación”. Jayre, inmigrante somalí, resultó ser un viejo conocido de las autoridades. De hecho, había sido absuelto de la acusación de preparar un atentado en una base militar de Sídney en 2010; había cumplido penas por provocar incendios premeditados y otros delitos violentos, y se le había concedido la libertad provisional en noviembre de 2016.
Fuente:es.gatestoneinstitute.org
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