Un mensaje del Presidente Trump es popular en casa con su base política y adoptado en el exterior por aliados meso-orientales cruciales: “La República Islámica de Irán es imperialista, represiva y—a menos que adoptemos una nueva estrategia—está en su camino hacia poseer armas nucleares.” Para mantener la amenaza a raya, Trump debe tomar una página del libro de jugadas que usó Ronald Reagan contra la Unión Soviética.
MARK DUBOWITZ
A principios de la década de 1980, el Presidente Reagan se alejó de la estrategia de contención de sus predecesores hacia un nuevo plan de hacer retroceder el expansionismo soviético. La piedra angular de su estrategia fue el reconocimiento de que la Unión Soviética era un régimen agresivo y revolucionario, pero internamente frágil, que tenía que ser derrotado.
La política de Reagan fue esbozada en 1983 en la Decisión Directiva 75 de Seguridad Nacional, una estrategia integral que llamaba al uso de todos los instrumentos del poder estadounidense abierto y encubierto. El plan incluía un aumento masivo en defensa, guerra económica, apoyo a las fuerzas satélites y disidentes anti-soviéticos, y una ofensiva total contra la legitimidad ideológica del régimen.
Donald Trump debe pedir una nueva versión de la DDSN-75 y salir a la ofensiva contra el régimen iraní. La administración sería sabia en hacer frente a todo aspecto de la amenaza iraní, no solamente al programa nuclear. El foco miope del Presidente Obama sobre el desarme paralizó la política estadounidense.
Bajo el acuerdo nuclear profundamente defectuoso de Obama, Teherán no necesita engañar para alcanzar capacidades de umbral de armas nucleares. Esperando que expiren las restricciones cruciales, el régimen puede surgir durante la próxima década con un programa de enriquecimiento tamaño industrial, un tiempo de fuga casi cero, un camino clandestino más fácil a una ojiva nuclear, misiles balísticos de largo alcance, acceso a armamento avanzado convencional, mayor dominación regional y una economía más poderosa, cada vez más inmunizado contra las sanciones occidentales. Podríamos llamar a esta situación el estado final letal iraní.
Una nueva directiva de seguridad nacional debe desmantelar sistemáticamente el poder iraní país por país en el Medio Oriente. Los europeos, traumatizados por los combatientes extranjeros que regresan de Siria y los flujos masivos de refugiados, pueden apoyar una política más dura hacia Irán si ésta significa que Washington se ponga finalmente serio acerca de Siria. Las señales tempranas del retorno del poder estadounidense son prometedoras: 59 misiles Tomahawk lanzados en respuesta al más reciente ataque químico del régimen de Assad, ataques militares a las milicias respaldadas por Irán en el sur de Siria, el derribo de un avión de combate sirio y drones hechos por Irán, y 281 sanciones relacionadas con Siria en cinco meses.
Washington debe demoler las redes terroristas y operaciones de influencia del régimen iraní, incluida su presencia en Europa y Estados Unidos. Eso significa trabajar estrechamente con gobiernos suníes aliados contra la subversión iraní de sus sociedades. La ofensiva estadounidense ya ha comenzado: el Director de la CIA, Mike Pompeo está poniendo a la agencia en una marcha agresiva contra estas redes globales con el desarrollo de un programa de acción encubierto más muscular.
Todas las acciones de Washington para repeler a Teherán dependen de debilitar seriamente las finanzas del régimen iraní. Medidas robustas deben atacar a los pretorianos del régimen, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán, una fuerza dominante en la economía de Irán. Legislación de nuevas sanciones designando al CGRI por terrorismo—la que el Senado aprobó hace poco con 98 votos—y las más de 40 sanciones relativas a Irán impuestas este año son un buen comienzo. Pero todavía es necesario mucho más: La transferencia por parte del CGRI a Hezbolá de capacidad de producción tamaño industrial de misiles basada en suelo libanés podría provocar la próxima guerra entre Israel y Hezbolá. Las sanciones económicas masivas contra Irán para detener estas transferencias puede ser la única forma de descabezar esta guerra.
Por último, pero no menor, la campaña estadounidense de presión debe buscar debilitar a los gobernantes de Irán fortaleciendo a las fuerzas pro-democracia que entraron en erupción en Irán en el 2009, casi derrocando al régimen. Ataquen el bajo vientre suave del régimen: su corrupción masiva y abusos a los derechos humanos. La sabiduría convencional asume que Irán tiene un gobierno estable con un pueblo unido detrás de la visión de reforma en desarrollo del Presidente Hassan Rouhani. En realidad, la brecha entre los gobernados y sus gobernantes islámicos se está expandiendo.
Las probabilidades de que un gobierno moderado surja en Teherán antes que expiren las restricciones del acuerdo nuclear son pocas. Washington necesita bloquear los caminos de la República Islámica para obtener misiles nucleares. Mientras ejecuta agresivamente el acuerdo nuclear, la administración debe presentar términos revisados para un acuerdo de seguimiento. Estos deben abordar los defectos fundamentales del acuerdo actual, incluidas las disposiciones de expiración que dan a Teherán un camino claro a las armas nucleares y a los misiles para trasladarlos, y el acceso inadecuado a los sitios militares iraníes que impide la verificación eficaz.
La administración debe presentar a Irán la opción entre un nuevo acuerdo y una campaña estadounidense de presión implacable mientras señala que está preparada unilateralmente para cancelar el acuerdo existente si Teherán no coopera.
Apenas seis años después de que Ronald Reagan adoptó su estrategia de presión, colapsó el bloque soviético. Washington debe intensificar la presión contra los mulás como hizo Reagan contra los comunistas. De lo contrario, un Irán nuclear letal está a menos de una década de distancia.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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