En un histórico discurso para una entusiasta multitud polaca, antes de la reunión de los líderes de la Cumbre del G-20, el presidente estadounidense, Donald Trump, describió la batalla de Occidente contra el “terrorismo islámico radical” como la forma de proteger “nuestra civilización y nuestro estilo de vida”. Trump preguntó si Occidente tenía la voluntad de sobrevivir:
¿Confiamos en nuestros valores para defenderlos a cualquier precio? ¿Tenemos el suficiente respeto por nuestros ciudadanos para proteger nuestras fronteras? ¿Tenemos el deseo y el coraje de preservar nuestra civilización de quienes quieren subvertirla y destruirla?
GIULIO MEOTTI
La pregunta de Trump podría tener su respuesta en la Europa Oriental, lugar que eligió para pronunciar su potente discurso.
Después de que un terrorista suicida islamista asesinara a 22 personas que asistían a un concierto en Mánchester —entre ellas dos de nacionalidad polaca—, la primera ministra de Polonia, Beata Szydło, dijo que Polonia no iba a ser “chantajeada” para aceptar miles de refugiados por el sistema de cuotas de la Unión Europea. Instó a los diputados polacos a salvaguardar el país y Europa del azote del terrorismo islamista y el suicidio cultural:
¿Hacia dónde vas, Europa? Deja de arrodillarte y despierta de tu letargo, o llorarás por tus hijos todos los días.
Pocos días después, la Unión Europea anunció que iba a iniciar procesos para penalizar a Polonia, Hungría y la República Checa por negarse a aceptar migrantes tal como decidió la Comisión Europea en el esquema que creó en 2015.
Tras el discurso de Szydło, Zoltan Balog, ministro de Recursos Humanos de Hungría, declaró:
El islam es una de las culturas y religiones más importantes, que debemos respetar, pero Europa tiene una identidad diferente, y es obvio que estas dos culturas son incapaces de coexistir sin conflicto. […] La mayor diferencia es que en Europa, la política y la religión han estado separadas la una de la otra, pero en el caso del islam, es la religión la que determina la política.
Por eso Viktor Orbán ha sido tachado de “enemigo interior de Europa”, porque verbalizó lo que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, jamás dirá: “Mantener Europa cristiana”.
Por eso Viktor Orbán ha sido tachado de “enemigo interior de Europa”, porque verbalizó lo que el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, jamás dirá: “Mantener Europa cristiana”.
Esos discursos oficiales del Grupo Visegrád —el grupo europeo compuesto por la República Checa, Polonia, Hungría y Eslovaquia— son sólo dos ejemplos de las profundas divisiones ideológicas entre los países de la Europa Occidental y los de Europa Central y Oriental.
Ha habido una tendencia al alza por parte de los líderes de Visegrád de enmarcar el islam como una amenaza civilizacional para la Europa cristiana. Si, en la Europa Occidental, el cristianismo ha sido radicalmente marginado por la opinión pública y duramente restringido por las normas oficiales de la UE, en la Europa Oriental las últimas encuestas revelan que el cristianismo sigue tan fuerte y patriótico como siempre. Por eso Trump llamó a Polonia “la nación creyente”. Por eso las revistas católicas de la UE están preguntando abiertamente si existe un “nuevo despertar cristiano” en la Europa Oriental. Eslovaquia aprobó una ley para evitar que el islam se convierta en una religión oficial del Estado.
Estos países de la Europa Central y Oriental saben que el multiculturalismo de la Europa Occidental ha sido una receta para los ataques terroristas, para empezar. Como señaló Ed West, de The Spectator:
No toda Europa, por supuesto. Europa Central —principalmente Polonia, Hungría y la República Checa— siguen estando bastante a salvo de la amenaza terrorista, a pesar de que la primera, en concreto, tenga presencia mediante la OTAN en Oriente Medio. Precisamente porque los motivos son tan evidentes, no se pueden mencionar. Polonia tiene un 0,1% de musulmanes, de los cuales la mayoría provienen de una comunidad tártara establecida hace mucho tiempo, el 5% de Gran Bretaña, el 9% de Francia y el 25% de Bruselas. Y esas cifras van en aumento.
Lo que es presumiblemente “obvio” aquí es que Polonia y Hungría no han sido atacadas por el terrorismo islamista porque tienen muy pocos musulmanes, mientras que en Bélgica y Reino Unido ocurre lo contrario. Es probable que Europa hubiese estado más segura de haber seguido el ejemplo de Europa Oriental.
Lo que es presumiblemente “obvio” aquí es que Polonia y Hungría no han sido atacadas por el terrorismo islamista porque tienen muy pocos musulmanes, mientras que en Bélgica y Reino Unido ocurre lo contrario. Es probable que Europa hubiese estado más segura de haber seguido el ejemplo de Europa Oriental.
Europa Oriental no sólo demuestra una mayor comprensión de la cultura occidental que la Europa Occidental; estos países del este también han sido mucho más generosos con la OTAN, el baluarte de su independencia y seguridad. La cultura y la seguridad van de la mano: si te tomas en serio tu propia cultura y civilización, estarás dispuesto a defenderlas.
Un rápido vistazo al gasto militar de los miembros de la OTAN en relación con su PIB demuestra que Polonia cumple el objetivo del 2%, a diferencia de todos los países de la Europa Occidental. Sólo cinco de los 28 miembros de la OTAN —EEUU, Grecia, Polonia, Estonia y Reino Unido— cumplen el objetivo del 2%. ¿Dónde está Francia? ¿Y Bélgica? ¿Y Alemania? ¿Y los Países Bajos?
“A diferencia de la mayoría de sus compañeros de la OTAN y Europa —explicó Agnia Grigas, miembro del Atlantic Council— Polonia, en estas dos últimas décadas, no ha dejado de considerar la seguridad como un asunto prioritario, y en consecuencia, ha ido surgiendo lenta pero firmemente como la piedra de toque de la seguridad europea”. Polonia —a diferencia de Bélgica, Italia y otros países europeos— no es un “parásito”, sino un socio fiable para su aliado estadounidense. Polonia demostró su leal apoyo a Estados Unidos tanto en Afganistán como en Irak, donde sus tropas combatieron a los talibanes y ayudaron a derrocar a Sadam Husein.
No es casualidad que el presidente Trump escogiera Polonia, un país que luchó contra el nazismo y el comunismo, para pedir a Europa que demostrara un poco de voluntad en su lucha existencial contra el nuevo totalitarismo: el islam radical.
“Occidente seguirá teniendo la ventaja militar durante mucho tiempo todavía, pero poseer armas es una cosa, y poseer la voluntad de usarlas es otra bien distinta”, escribió William Kilpatrick, profesor del Boston College. “Occidente es fuerte militarmente, pero débil ideológicamente. Carece de confianza civilizacional”.
Por eso es crucial que Europa Oriental siga siendo una voz disidiente fuerte en el proyecto de la UE. Podría aportar la confianza cultural de la que carecen desgraciadamente los burócratas europeos, poniendo en peligro a la propia Europa.
Fuente:es.gatestoneinstitute.org
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