Enlace Judío México.- La Explanada de las Mezquitas de Jerusalén vive una nueva crisis, tras el asesinato de dos policías israelíes por tres árabes–palestinos el 14 de julio.
ESTHER SHABOT
Tal como se aprecia en numerosos escenarios de nuestro agitado mundo, las pasiones religiosas exaltadas suelen conllevar el riesgo de desembocar en acciones de violencia mayúscula. Uno de los detonadores de ésta puede ser la percepción de que algún enemigo intenta profanar lo considerado como sagrado, profanación intolerable que justifica reacciones extremas en las que la lucha y aun la destrucción del infiel resulta necesario y válido. En ese sentido, el Monte del Templo o Explanada de las Mezquitas en la ciudad vieja de Jerusalén, ha sido y sigue siendo un lugar inflamable por excelencia, en la medida en que no sólo contiene sitios de suma importancia religiosa para judíos y musulmanes, sino que además se sitúa en el contexto de la confrontación israelí–palestina marcada por el viejo conflicto árabe–israelí, lo mismo que por la relación ocupante–ocupado que se estableció entre Israel y los palestinos a partir de la guerra de 1967.
Desgraciadamente, en estos últimos días se está registrando una nueva crisis en ese lugar. Tras el asesinato ahí de dos policías israelíes el 14 de julio pasado por tres árabes–palestinos que contaban con ciudadanía israelí y que fueron abatidos de inmediato, la avalancha de situaciones y hechos que alimentan el circuito de la violencia no se hizo esperar: cierre de la entrada de las mezquitas a los fieles musulmanes para registrar el lugar; búsqueda de más armas; protestas masivas de quienes se vieron imposibilitados a acudir a los rezos tradicionales de los viernes con los consecuentes choques entre manifestantes y fuerzas israelíes del orden que provocaron numerosos heridos; y, por último, instalación de detectores de metales a la entrada del sitio. Esto último, que a ojos de las autoridades israelíes resultaba natural y lógico, fue denunciado por muchos líderes y clérigos palestinos como un intento de alterar el statu quo del lugar a fin reforzar su control por Israel y restringir el acceso musulmán.
Lanzar esa acusación ha sido siempre como prender un cerillo y arrojarlo a un tanque de gasolina. La idea de que los judíos, representados por las autoridades israelíes, se adueñen de las sagradas mezquitas, tiene la capacidad de movilizar a cientos de millones de musulmanes en todo el mundo en contra de lo que consideran absolutamente intolerable. De ahí que para apaciguar los ánimos, al poco tiempo de los hechos iniciales hubo comunicación entre el premier israelí, Netanyahu, el presidente palestino, Abbas, y el rey Abdulah, de Jordania, bajo cuya responsabilidad está reconocida oficialmente la custodia de las mezquitas. Sin embargo, las cosas no se tranquilizaron, sino todo lo contrario. La permanencia de los detectores de metales condujo a más y más protestas y al desafío palestino de celebrar el rezo del viernes fuera del complejo que alberga las mezquitas.
Los choques violentos se recrudecieron así en los últimos días y los heridos se multiplicaron. Y para terminar de exaltar los ánimos, anteayer un terrorista palestino asesinó a tres miembros de una familia judía en el asentamiento de Halamish, en Cisjordania, mientras en Jerusalén tres jóvenes palestinos fueron ultimados dentro de las confrontaciones con las fuerzas israelíes del orden. El incendio ha quedado así desatado y no parece haber en el corto plazo indicios de poder romper el círculo de la violencia. El presidente Abbas ha suspendido su comunicación con la autoridad israelí tras los acontecimientos arriba relatados, mientras que el premier Netanyahu difícilmente aceptará quitar los detectores porque no querrá mostrar debilidad ni ante los palestinos ni ante su público y socios ultranacionalistas de la coalición gobernante. Y, por otra parte, una mediación venida del exterior no se ve factible por ahora. Tal como están las cosas, es muy probable que ni Trump ni la Unión Europea, como tampoco Arabia Saudita, Jordania o Egipto estarán dispuestos a intervenir, cada cual por diferentes motivos, en este explosivo episodio. Así que de nueva cuenta, la pesadilla que invade insistentemente las vidas de israelíes y palestinos está renaciendo.
Fuente:excelsior.com.mx
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