Las complicaciones más recientes sobre el “statu quo” en el Monte del Templo requieren una clarificación desde hace mucho tiempo: el privilegio de administrar el sitio, otorgado por Israel a raíz de su victoria de 1967 al Waqf vía Jordania, no debe ser mal interpretado como un “derecho de propiedad”. La administración de este lugar de culto, sagrado para el judaísmo y el islam, debe proporcionar hospitalidad, dignidad y seguridad a todos los visitantes respetuosos de la ley y fieles respetuosos del lugar, sin discriminación religiosa, racial o política.
JOSÉ V. CIPRUT
En el ámbito de las fusiones y adquisiciones, una píldora venenosa es una estratagema diseñada para disuadir una toma de posesión mediante la inserción de un factor de molestia tan consecuente como para disuadir al pretendiente de adquirir el objetivo.
Cisjordania y la Franja de Gaza eran píldoras venenosas que se acumularon a Israel de una guerra que no comenzó pero que logró ganar. Su persistente factor de molestia sigue obstaculizando el establecimiento de una paz árabe-israelí amplia, a pesar de los esfuerzos repetidos para llegar a un acuerdo aceptable, durante los últimos cincuenta años.
Al final de una guerra corta y brutal, el rey Hussein no recuperó el “derecho”, sino el privilegio de supervisar de nuevo los sitios religiosos musulmanes de Jerusalem. El complejo fue construido por los omeyas sobre los escombros de los santuarios judíos más sagrados del santuario, dos veces destruidos, en un sitio histórico que se ha denominado el Monte del Templo desde el Reino de David, alrededor del año 1000 aC.
Esta ambigüedad se dejó para que se desarrollara por sí sola durante 50 años a partir de una auto-engañosa si bien paciente concesión en nombre de la paz y la tranquilidad. Lamentablemente, sólo ha servido para envalentonar el sentido de propiedad de aquellos que “lo administran”. Lo admitan o no, se les confió ese privilegio sólo por la magnanimidad en la victoria del Estado judío democrático de Israel.
Este creciente sentido de propiedad ha servido como una herramienta con la cual la Autoridad Palestina (AP) puede seguir el estado de ánimo de la calle árabe en lugar de dirigirla de manera que pueda promover la paz.
El factor molestia también ha sido explotado por forasteros que luchan por una mayor autoridad en los asuntos de los musulmanes de todo el mundo. Turquía es un buen ejemplo. Habiendo ganado popularidad entre muchos árabes y musulmanes por el incidente de “un minuto, por favor” en Davos, el presidente Erdoğan permitió que el antisemitismo desenfrenado se convirtiera en intimidante y amenazante para la larga y bien integrada ciudadanía judía de Turquía, como si todavía fueran refugiados de España.
Envalentonados por la laxitud del Estado en prohibir la intimidación de esa minoría, las percepciones erróneas de los islamistas turcos sobre los acontecimientos en el Monte del Templo ayudaron a alimentar la animosidad pública contra los judíos turcos. Por su parte, las organizaciones islamistas en Turquía han comenzado a subvencionar “peregrinaciones turísticas” al Monte del Templo para los jóvenes radicales que hablan el turco y entrenados en oración árabe, con la misión de crear travesuras en el sitio.
La reticencia del Presidente Erdogan a condenar los asesinatos de policías israelíes fusilados por la espalda por “mártires” palestinos que habían introducido sus armas a la mezquita y su insistencia (poco después de una “muy buena” conversación telefónica con el presidente Rivlin) de que “el mundo musulmán no puede permanecer al margen frente a los acontecimientos del Monte del Templo”, plantean un signo de interrogación sobre el tenor – y el futuro – del reciente acercamiento turco-israelí.
En la misma línea, la decisión de Mahmoud Abbas de congelar las relaciones con Israel en respuesta a estos eventos, en lugar de concertar consultas trilaterales con Israel y el Waqf para mejorar la seguridad, no mejora exactamente la “causa palestina”.
A raíz de los gestos conciliatorios por parte del poder soberano responsable de la seguridad del complejo y sus alrededores, es urgente en este momento para todas las partes interesadas -Israel, Jordania, el Waqf y la AP, en ese orden- establecer un legítimo y duradero “status quo”, diferenciando, tanto en los sentidos jurídicos como morales, entre privilegios y derechos, entre autonomía y soberanía, y entre libertad y licencia.
José V. Ciprut es un científico de sistemas sociales y economista político internacional.
Fuente: Besa Center – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico
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