Refugiados o inmigrantes. Segunda Parte

Queridos amigos, en esta oportunidad nos corresponde conversar sobre los inmigrantes y, sin lugar a dudas, nos encontraremos con más dificultades que cuando nos referimos a los refugiados, ya que en la actualidad, nos estamos enfrentando a millones de seres humanos que, por la crueldad de sus propios compatriotas y, mayoritariamente, sus gobernantes, entran en ambas categorías, pero eso ya lo veremos más adelante.

EDUARDO HADJES PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Vamos a partir hablando de los inmigrantes tradicionales, aquellos seres humanos que a través de la historia, fueron dejando sus lugares de origen, ya sea en forma voluntaria o forzada, para ir a otras tierras, en busca de un mejor futuro para ellos y sus familiares.

Esto se ha dado desde que tenemos recuerdo en la Historia Universal. Ya sea por problemas climáticos, invasiones o persecuciones, tanto de sus propios gobernantes o por otros grupos de conciudadanos y ya sea por razones religiosas o políticas, debían emigrar, tanto para salvar sus vidas, como para incursionar en otros parajes, en busca de un mejor futuro económico y/o social.

Hemos visto que desde siempre, las condiciones de vida de los habitantes de un lugar, no han sido igualitarias. Por razones infinitas y que no corresponde analizar hoy, nos encontramos con pequeños grupos que logran amasar grandes fortunas, mientras otros apenas logran subsistir con sus exiguos ingresos y, entre ambos grupos, se crea una gran mayoría que vive en un equilibrio casi permanente, en que sin llegar a la pobreza, se enfrentan a un futuro plano, sin mayores expectativas de mejorar sus condiciones de vida.

Será mayoritariamente este tercer grupo el que dará lugar a que parte de sus componentes, irán a otros lugares, en busca de mejores perspectivas. Generalmente, será uno de sus integrantes el que se aventure a emigrar, para luego que empiece a ver los frutos de su sacrificio, lleve al resto de sus familiares, para, posteriormente, incorporar en esta aventura, a parientes más lejanos, a amigos y amigos de los amigos.

Igualmente nos encontramos que en las mismas ciudades o países, convivan ciudadanos de distintas creencias religiosas, los cuales, por largos períodos, compartan su diario vivir, sin tener mayores problemas, hasta que, en un momento determinado, uno de estos grupos, se sienta más fortalecido o más imbuido en sus creencias religiosas, optando por hostigar a los grupos minoritarios con los que anteriormente, convivió sin mayores conflictos. Ante esta nueva situación, parte de estos grupos, ahora minoritarios, emigrará para salvar sus vidas.

Es muy frecuente que no sea uno sólo el motivo que provoque estos desplazamientos, incluyendo en estas combinaciones de motivaciones, pobreza generalizada como consecuencia de prolongadas sequías o exceso de lluvias o mezclas imposibles de describir en su totalidad.

Para no transformar el presente comentario en sólo teorías, iremos a ejemplos, mencionando algunos lo que no excluye a aquellos que no sean abordados hoy.

Luego del descubrimiento de América, son miles los europeos que deciden venir a incursionar en el “Nuevo Mundo” en busca de mejores expectativas de vida. De España y Portugal, vendrán grandes masas migratorias a lo que hoy conocemos como Sud América, ya que sus países de origen, son los conquistadores de estos vastos territorios.

Entre estos grandes grupos, nos encontramos con aventureros, con emprendedores que “se enteran” que en este continente, las condiciones de vida para el hombre blanco son espectaculares y también, personas que huyen de la persecución religiosa, especialmente de la Santa Inquisición.
Son muchos los judíos que, habiendo sido obligados a convertirse al catolicismo, en su vida privada, siguen aferrados a su fe judaica y, si son sorprendidos o denunciados a los órganos religiosos, su destino será morir quemados. Se sabe que con Colón, venían muchos de estos cripto judíos. Existe la teoría que incluso el propio Colón lo era. No es casualidad que iniciara su arriesgada aventura el mismo día en que se iniciaba el fatídico “Decreto de Expulsión”.

De Inglaterra irían a Norte América, igualmente por expectativas económicas así como por las luchas religiosas dentro de las nuevas tendencias a raíz de la Reforma y su posterior odio entre las distintas religiones cristianas y protestantes.

Vamos a avanzar en el tiempo y nos vamos a situar a fines del siglo XVIII e inicios del XIX, en que en todo el Medio Oriente, se ve un resurgir del fanatismo musulmán, el cual se enfrenta ferozmente a los cristianos, asentados en esos territorios, desde antes que ellos existieran.

Las guerras entre los cruzados y el Islam habían dejado huellas que, en esos momentos, afloraban con gran virulencia. El Imperio Turco Otomano, era sin discusión, el gran señor en dichas tierras. Siendo musulmanes, se inicia una persecución en parte de sus territorios, principalmente Siria, Líbano y Palestina, esta última dominada con mano de hierro por el Gran Muftí de Jerusalén, del cual ya nos hemos referido anteriormente.

En estas 3 regiones, convivían juntos los musulmanes, los cristianos y los judíos. Siria y Líbano muy poblados y Palestina, en su gran mayoría, convertida en un desierto improductivo, inhóspito y casi despoblada, pero muy transitada por las caravanas que comercializaban todo lo imaginable de la época, estando hoy en Turquía, mañana en Egipto y luego en Marruecos, Yemén o Arabia.

En estos 3 lugares (ninguno era una nación independiente ya que vimos que formaban parte del Imperio Turco) se incrementan las disputas entre musulmanes y cristianos y, al ser estos últimos minoritarios, ven un peligro inminente para sus vidas. Ante ello, cada vez más cristianos se ven obligados a abandonar sus hogares y gran parte de ellos, emigran a América, donde pueden seguir practicando sus creencias religiosas.

En Chile, se asientan gran cantidad de ellos, integrándose rápidamente al país que les ha dado tan grata acogida, prosperando mayoritariamente. Este es un claro ejemplo de inmigración. Tenemos personas que abandonan sus hogares ancestrales para salvar sus vidas o en busca de un futuro mejor, llegando a un nuevo país que les abre sus puertas y ellos, los inmigrantes, se las arreglan por sus propios medios, para asentarse, multiplicarse y prosperar, acorde a sus propias capacidades y esfuerzos.

Algo similar sucedía paralelo a esta inmigración árabe. Judíos sefaradíes, provenientes del mismo Imperio Turco Otomano, también afectados por persecuciones religiosas y/o por un notable deterioro de expectativas económicas, dejan sus hogares, donde se han instalado desde 1492 en adelante, a raíz del Decreto de Expulsión de España, llegando a los distintos países americanos y, en el caso de Chile, se crean comunidades provenientes principalmente de Turquía (Ismir y Estambul) de Gracia (Salónica) y Yugoslavia (Monastir).

Tanto árabes como judíos sefaradíes, seguirán llegando a Chile, estableciéndose en distintas ciudades y, al tener ambos costumbres muy similares, las relaciones entre estas colectividades son muy estrechas y amistosas, incluyendo las frecuentes y cordiales relaciones comerciales.

Con posterioridad o simultáneamente, llegarán a Chile judíos sefaradíes o askenazis, oriundos de Europa, producto del deterioro de sus condiciones de vida, paralelo al surgimiento del nazismo y estos, al igual que los anteriores, son clara muestra de inmigración, distinta a la de refugiados, ya que aquí se integrarán a la vida nacional, sin recurrir ni a campos de refugiados ni a grandes ayudas gubernamentales.

Previo a los inicios de la Segunda Guerra Mundial, llegan a Chile un número importante de alemanes, los cuales, siendo inmigrantes, lo hacen con estatus distinto ya que vienen promovidos por el gobierno chileno, en un intento de éste por poblar el sur y dar un impulso a la agricultura, logrando dar un salto muy importante a la ganadería y siembra de cereales, principalmente.

Estos inmigrantes se radican principalmente en el centro-sur de Chile, formando grandes comunidades en Temuco, Valdivia, Osorno y Puerto Varas. Rápidamente se integran a la comunidad nacional, pero durante el transcurso de la Segunda Guerra y mientras el nazismo conquistaba Europa, se fortalecen y pasan a ser dominantes en ciudades como Osorno y Puerto Varas, donde incluso llegan a desfilar con uniformes nazis y con grandes manifestaciones antisemitas.

En los últimos 20 años, hemos tenido migraciones de árabes desde Medio Oriente, pero ahora de religión musulmana, los cuales, lamentablemente, han logrado que la comunidad árabe llegada primariamente, casi exclusivamente cristiana, se distancie de la comunidad judía, viendo como los hijos o nietos de aquellos que llegaron a Chile, para salvar sus vidas de la persecución musulmana, ahora respaldan a quienes obligaron a sus padres o abuelos a huir apresuradamente para lograr salvar sus vidas.

Nuevamente, la extensión sobrepasó mi idea original y deberé dejar para un tercer comentario, lo que espero será el final de esta serie, al hablar de aquellos que son a la vez refugiados e inmigrantes.

Gracias por vuestra comprensión.

David ben Jaim

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