Enlace Judío México.- Nacido en Irak pero con un rol importante en la estructura clerical iraní, el ayatollah Mohsen Araki visitó la semana pasada la ciudad de Sao Paolo, en Brasil. Qué busca con su visita y cómo despliega su influencia en la región.
El ayatollah Mohsen Araki, quien abiertamente llama a la “aniquilación del sionismo” y promueve relaciones amistosas con los talibanes, llegó la semana pasada a Sao Paulo, Brasil, donde ofreció una serie de charlas sobre qué pueden hacer los musulmanes para combatir el “terrorismo radical”.
Araki, quien ocupa un alto cargo dentro del régimen clerical iraní, se presenta a sí mismo como un oponente del extremismo y con eso encaja perfectamente en la estrategia iraní de presentarse como posible aliado de Occidente en su batalla contra el Estado Islámico (ISIS, en inglés) y Al Qaeda.
No obstante, se trata más bien de todo lo contrario. De acuerdo con información publicada en el sitio especializado RealClearDefense, la visita de Araki a América Latina es otra demostración de cómo el régimen iraní se dedica a exportar su propio islamismo radical, con el fin de radicalizar a las comunidades de expatriados chiítas mientras difunde la influencia de Teherán en la región.
Los anfitriones de la conferencia en la que participó Araki en Brasil el pasado 29 de julio fueron nada menos que los centros religiosos vinculados con Hezbollah que promueven en el país la revolución islámica de Irán. Entre los invitados de todo el continente se encontraban clérigos latinoamericanos e iraníes, todos discípulos de Mohsen Rabbani, antiguo agregado cultural iraní en América Latina y apuntado como el autor intelectual del atentado terrorista contra la AMIA de 1994 en Argentina, que dejó 85 muertos.
Desde la década del 80 Teherán ha trabajado diligentemente para crear una infraestructura para operaciones tanto abiertas como encubiertas en Occidente. La visita de Araki es parte de un plan orquestado para adoctrinar y radicalizar las comunidades chiítas existentes mientras busca nuevos acólitos entre los simpatizantes locales.
Brasil no es el único blanco a donde están destinados los esfuerzos iraníes. En toda la región los predicadores iraníes y sus activistas locales se han presentado como defensores de los derechos humanos y de la justicia social para lograr apoyos entre las comunidades marginadas de Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, México y Perú. Confiando en aliados como Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela, Irán ha establecido bases de operaciones desde donde difunde su propaganda.
Un caso puntual es el de Edwar Quiroga Vargas, un activista peruano por los derechos indígenas que ha adoptado la retórica incendiaria de Irán después de convertirse al Islam chiíta. A través de los contactos entablados por un diplomático iraní, Quiroga descubrió el Islam chiíta en una conferencia de 2009 en Bolivia. El encuentro estaba patrocinado por la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA), un bloque comercial fundado por Fidel Castro y Hugo Chávez del que Irán participa como observador. Poco después, Quiroga hizo un viaje de tres meses a Irán, donde estudió con Rabbani. Al regresar al Perú, Quiroga estableció Inkarri-Islam, el primer centro cultural islámico chiíta.
En Inkarri-Islam se lleva adelante de modo perfecto la estrategia iraní de combinar las enseñanzas indígenas tradicionales con el islamismo revolucionario chiíta, capitalizando los paralelos sueltos en las narrativas históricas. Al yuxtaponer relatos similares, como la creencia de los musulmanes chiítas en el regreso del Mahdi con mitos indígenas como el retorno del Inca, Quiroga construyó en su centro cultural una fachada de legitimidad mientras perseguía una agenda radical en nombre de Irán. Como se ve en su declaración de principios, Inkarri-Islam pide la liberación de los Incas de la “colonización sionista” y espera que la “limpieza y extinción del estado sionista” propicie el ascenso de su redentor político.
Fiel a su forma, Quiroga ha acusado públicamente a “300 banqueros sionistas judíos” de retener las economías de 31 millones de peruanos como rehenes. También acusa a agentes del Mossad de haber llevado a cabo el bombardeo de la AMIA. Y ha declarado su disposición a servir como “un soldado del Islam” en nombre de la revolución iraní a través del partido político que estableció recientemente en Perú, que él llamó el Partido de Dios o Hezbollah.
Quiroga no es un fenómeno aislado, y no sólo porque desde 2011 abrió cinco centros culturales más en todo el Perú y supervisó a casi veinticinco estudiantes que han viajado a Irán para asistir a los programas religiosos de Rabbani en Qom. Los centros culturales iraníes y sus conversos locales entrenados por Irán promueven una agenda radical similar en toda América Latina y, de hecho, a nivel mundial. El centro iraní de Santiago de Chile, por ejemplo, ofrece una traducción al español de escritos del denunciante del Holocausto francés Roger Garaudy, mientras que muchos centros en todo el continente rutinariamente promueven teorías conspirativas a través de las redes sociales y glorifican a la organización terrorista Hezbolá.
En última instancia, Irán amenaza también la seguridad nacional de los Estados Unidos y de sus aliados con la propagación del odio antisionista y la retórica revolucionaria islámica en el hemisferio occidental. Las redes establecidas por Irán no sólo promueven el discurso de odio; también están íntimamente involucradas en empresas criminales como el narcotráfico.
Fuente:infobae.com
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