Enlace Judío México.- Y ahora Donald Trump, quien heredó la política desastrosa para Líbano de la administración Obama, tiene un gran problema en sus manos.
TONY BADRAN
Durante su conferencia de prensa conjunta con el primer ministro de Líbano, Saad Hariri, el martes, el Presidente Trump dio expresión a la paradoja inherente en la política de Estados Unidos para Líbano. Por un lado, el presidente expresó aprecio y apoyo para Líbano y sus Fuerzas Armadas (FAL) por su presunto rol “impresionante” en la lucha contra el ISIS y Al-Qaeda. Por el otro lado, tuvo palabras fuertes para Hezbolá, llamándolo una amenaza para el estado libanés y la región entera, destacando su rol en alimentar la catástrofe en Siria. Específicamente, agregó el presidente, el grupo amenaza con iniciar un conflicto con Israel, mientras continúa incrementando su arsenal en violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU.
Al mismo tiempo que Hariri está visitando Washington, sin embargo, las FAL están tomando parte en una operación militar conjunta con Hezbolá en el nordeste de Líbano, atacando un bolsón de grupos armados sirios—incluido el grupo anteriormente conocido como el Frente Al Nusra—sobre la frontera siria. Hezbolá, por supuesto, controla al gobierno libanés y ordena las operaciones de sus fuerzas armadas. De hecho, fue Hezbolá el que esbozó los planes de batalla para la operación en curso en el nordeste de Líbano, incluyendo qué rol desempeñarían las FAL en ella. Y fue el jefe de Hezbolá, Hassan Nasrallah, quien anunció el inicio inminente de la operación conjunta con las FAL durante una aparición televisada hace un par de semanas.
El estado libanés, en otras palabras, es peor que una broma. Es una fachada. Lo cual es lo que hizo aún más absurdos los comentarios de Hariri durante la presión por el compromiso de su gobierno con la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas llamando a un fin de las hostilidades entre Hezbolá e Israel. Después de todo, fueron las FAL las que acompañaron a Hezbolá y su gira mediática a la frontera con Israel — en donde las “ONGs ambientales” de Hezbolá han establecido puestos de observación bajo las narices de UNIFIL — y las que luego enviaron a 150 de sus oficiales cadetes en una visita guiada al museo de guerra de Hezbolá con Israel.
Uno pensaría, entonces, que hablar del compromiso de Líbano con la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU puede no ser el enfoque más inteligente cuando se discute la ayuda a las FAL. La razón por la cual continúa haciéndose sin vergüenza es que durante los últimos cuatro años, el gobierno de Obama redefinió la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de ONU, que fue aprobada en el 2006, para que se adecúe a su política regional pro-Irán.
Como es sabido, el predecesor de Trump reconoció públicamente la necesidad de “respetar” lo que él llamó las “acciones” de Irán en Siria. Ese fue un eufemismo para la capacidad de Irán de mantener su puente con Hezbolá en Líbano. Obama señaló además su compromiso con los intereses regionales de Irán compartiendo información con Hezbolá, a través de las FAL y otras agencias de seguridad libanesas afiliadas, para ayudarlo a éste y a Irán a repeler los efectos adversos de su guerra contra el pueblo sirio en apoyo de Bashar Assad. Pero, como es bastante imposible colaborar en forma directa con un grupo designado terrorista por EE.UU. que tiene sangre estadounidense en sus manos, el gobierno de Obama hizo lo siguiente: fortalecer la colaboración con la fuerza auxiliar de Hezbolá, las FAL. Las FAL fueron así promovidas como socios en la guerra contra el ISIS, a pesar del hecho que está en el margen extremo de esa lucha. Además, su sinergia con Hezbolá y su rol al asegurar las líneas posterior y logística dentro de Siria, fue hecha convenientemente a un lado, aun cuando fue elogiado su despliegue a la frontera oriental libanesa.
Y aquí es donde ocurrió el pase de mano en la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU. En el 2014 el apoyo a las FAL y su despliegue a la frontera oriental fueron vendidos como facilitando al gobierno libanés implementar la resolución. Sólo que aquí está la cosa: La resolución tenía la intención de que el gobierno libanés ejerza su soberanía sobre el control de fronteras para poder cortar el contrabando ilegal de armas de Irán y Siria por parte de Hezbolá, y finalmente desarmarlo. Tal soberanía, se esperaba, afirmaría la independencia de Líbano del régimen de Assad, cuyas tropas fueron expulsadas del país apenas un año antes. En su lugar, la administración Obama hizo el mandato de la RCS 1701 acerca de combatir a “extremistas suníes con origen en Siria.” Esto se volvió el léxico estándar en los Informes sobre Terrorismo por País del Departamento de Estado desde el 2014. Y así, cuando la Agencia de Cooperación en Defensa de Seguridad anunció la venta de un nuevo paquete de armas a las FAL en el 2015, incluidos aviones ligeros de ataque y cohetes guiados por láser, explicó que la venta servía a los intereses estadounidenses permitiendo al gobierno libanés “ejecutar las resoluciones 1559 y 1701 del consejo de seguridad de las Naciones Unidas.”
Pero en tanto las FAL estén trabajando mano a mano con Hezbolá — “activo” de Irán — el apoyo de EE.UU. fue exclusivamente para su misión contra el “terrorismo suní.” La administración Obama excluyó eficazmente a Hezbolá de la RCS 1701 de ONU.
Lamentablemente, el informe del Departamento de Estado de Terrorismo por País publicado hace poco repite este léxico literal de la era de Obama. En contraste, está claro que el Presidente Trump estuvo tratando de volver a presentar el énfasis en Hezbolá e Irán. Por lo tanto, él subrayó que terrorismo ahora significa todo terrorismo, lo cual significa Hezbolá. Pero intentar adecuar este léxico anti-Hezbolá y anti-Irán dentro de la política de apoyo a las FAL es un intento de cuadrar el círculo. Ustedes pudieron verlo también en la reanimación por parte del presidente de la vieja frase acerca de cómo el apoyo estadounidense puede ayudar a asegurar que las FAL “sean el único defensor” de Líbano— léxico folclórico sin sentido que la política estadounidense ha estado repitiendo desde el año 2006, y que ahora se ha vuelto no sólo obsoleto, sino también contraproducente.
No funciona, y sólo refuerza una configuración pro-iraní, en parte porque la anterior administración reconfiguró su política para Líbano para que sea parte de su política regional más amplia de realineamiento con Irán, y en parte porque Hezbolá controla Líbano, su orientación estratégica, y su política y aparatos de seguridad. De hecho, Hezbolá controla el gobierno del cual Hariri es primer ministro. La última vez que él visitó Washington como primer ministro, en enero del 2011, Hezbolá y sus aliados—que incluyen al presidente y ministro del exterior actuales—hicieron colapsar su gobierno y lo obligaron a irse del país. A él se le permitió volver sólo después que capituló completamente ante las demandas de Hezbolá.
Fue apenas sorprendente, entonces, que Hariri no haya mencionado a Hezbolá en sus comentarios. Él sabe quién detenta el poder real en Beirut. Y su función desde que Hezbolá le permitió regresar a Líbano ha sido presionar por respaldo y apoyo continuo para el actual status quo político dominado por Hezbolá. Así que cuando se le preguntó hoy sobre la respuesta del gobierno libanés a las nuevas sanciones del Congreso apuntando a Hezbolá, Hariri respondió que él estará haciendo las rondas en el Capitolio “a fin de llegar a un entendimiento con respecto a las resoluciones [de las sanciones] que llegan del Congreso.” Alcanzar un “entendimiento” es un eufemismo por tomarlo con calma en Líbano. Es en lo que han estado enfocadas todas las delegaciones libanesas ante Washington, dirigidas por los aliados de Hezbolá, desde que salieron las noticias de los intentos del Congreso por ajustar las sanciones: estamos en cumplimiento de las sanciones existentes. No agreguen nuevas sanciones. ! ¿Quieren quebrar a Líbano?!
Hariri jugó también un poco con ese refrán, mientras subrayaba los esfuerzos de su gobierno “para salvaguardar nuestra estabilidad política y económica mientras combate al terrorismo” (el cual, por supuesto, no se refiere a Hezbolá). En otras palabras, Líbano es un socio en la lucha contra el ISIS, así que no hagan nada para amenazar su frágil estabilidad política y económica.
Con eso, Hariri dio un ejemplo perfecto de cómo Líbano es esgrimido como un tipo de escudo humano para Hezbolá en apoyo del status quo favorable al partido — y para todos los que participan en eso, incluido Hariri. Lo mismo se aplica a la política de las FAL. ¿Pero qué rol desempeñarán las FAL si no es el de un escudo humano para Hezbolá cuando estalle el próximo conflicto con Israel? ¿Qué hará el gobierno libanés aparte de acudir rápidamente a EE.UU. instándolo a preservar su inversión en ese socio extraordinario en la guerra contra el terrorismo y a intervenir para impedir que Israel destruya al Estado libanés? Después de todo, ¿quién sino Hezbolá se beneficiaría de eso? ¿Quién se beneficia, Estados Unidos?
Por supuesto, todo eso tiene sentido para Hariri y la clase política libanesa y para sus carreras políticas, y quizás para la ambición de Hariri de entrar en cualquier acción de “reconstrucción” futura en Siria — o sea, si la Yihad de Construcción de Irán y de Hezbolá les permiten tener una tajada. Pero nada de eso tiene ningún sentido para Estados Unidos. Más bien todo se vuelve un vehículo para la perpetuación y consolidación de la política deliberadamente pro-iraní de Obama.
“Estados Unidos está orgulloso de apoyar a los que tienen la valentía de hacer frente al terrorismo,” dijo el presidente Trump el martes. Pero si el terrorismo incluye a Hezbolá, lo cual el presidente aclaró que sí, entonces por definición el Estado libanés y las FAL deben ser excluidos de esa lista.
Tony Badran, analista del Levante para revista Tablet, es un miembro investigador en la Fundación para las Defensas de las Democracias.
Fuente: Tablet
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.
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