Enlace Judío México.- Desde el establecimiento del Estado de Israel en 1948 hasta el presente, las resoluciones de la Asamblea General de la ONU y de su Consejo de Seguridad, sistemáticamente acusan y condenan las acciones de Israel.
LEÓN OPALÍN EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Los asuntos de los que se ocupan son siempre los mismo; la construcción de asentamientos judíos en Cisjordania y el este de Jerusalén, que consideran como ilegales, la presencia del Ejército de Israel en Samaria y Judea y la represión continua de este último a la población palestina, calificada de Apartheid y de violación de sus derechos humanos, la reanudación de las pláticas de paz entre Israel y los palestinos para la eventual creación de un Estado palestino, en las que se establecen como condiciones previas que Israel vuelva a las fronteras anteriores a la guerra de 1967, cuando este último se “anexó” Jerusalén este y, se permita el retorno de los palestinos que huyeron de “Palestina” después de la creación del Estado de Israel, más de 600 mil y que ahora la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) tiene “registrados” entre 4 y 5 millones que viven hacinados en campamentos en varios países del Medio Oriente en condiciones deplorables, que incuban a “terroristas mártires” para matar a civiles inocentes.
La ONU condena permanentemente a Israel, empero, poco o nada hace para frenar el genocidio de Bashar al Assad en Siria, que desde la guerra civil iniciada en ese país en 2011 ha provocado más de 400 mil muertos y 5 millones de desplazados. En este ámbito, la actuación de la ONU es zonas de conflicto o desastres naturales en el mundo ha dejado mucho que desear; sus soldados, los “cascos azules”, han sido frecuentemente acusados de realizar abusos y explotación sexual contra mujeres y niños, contrabando de alimentos, medicinas y armas y un reparto poco eficaz de la ayuda humanitaria, incluso en la guerra entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza en el verano del 2014, denominada por el primero “Margen Protector”, la ONU permitió el uso de sus instalaciones en la Franja para que Hamás lanzara misiles a los israelíes.
En este contexto, el ex Secretario General de la ONU, Banki Moon, dos semanas antes de que concluyera su mandato, el 31 de diciembre de 2016, que ejerció durante diez años, subrayó su posición parcial, favorable a los palestinos y dijo: “La frustración de los palestinos y sus quejas están en aumento a causa del peso de casi medio siglo de la humillante ocupación. Hace 10 años la mayoría de ambos pueblos (palestinos e israelíes) creía en la solución de dos Estados, actualmente esa mayoría se ha disipado.” Agregó que la expansión de los asentamientos israelíes impide el desarrollo de los palestinos; sin embargo, en una especie de catarsis por su antisemitismo, reconoció que el número de resoluciones de la ONU contra Israel es desproporcionado; en el 2016 hubo más resoluciones de la Asamblea General sobre Israel y los palestinos que en otras regiones en conflicto.
Banki Moon también reconoció que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU tiene un constante escrutinio de las actuaciones de Israel en los “territorios ocupados”, más que en relación a otros países como Siria. La gran cantidad de decisiones contra Israel en muchos casos “en lugar de ayudar a la causa palestina impidió que la ONU cumpliera su papel en forma efectiva”; por otro lado, mencionó que “Israel tiene que entender que ante la ocupación militar de los territorios palestinos siempre le lloverán críticas”. Lo cierto es que el ex Secretario debería entender que “la ocupación” es un tema fundamental para la seguridad y sobrevivencia de Israel aunque las relaciones entre Israel y la ONU han sido conflictivas, el punto álgido de estas se registró en 1975 cuando la Asamblea General describió al sionismo como racismo, resolución que Israel calificó de antisemitismo y fue revocada posteriormente.
En este marco, la Asamblea General reconoció inexplicablemente a “Palestina” como Estado observador –no miembro- en noviembre del 2012. El documento para esta iniciativa fue copatrocinado por unos 60 países, quienes se pronunciaron “a favor de los derechos inalienables del pueblo palestino, el fin de la ocupación israelí y por un Estado palestino independiente, soberano, democrático y contiguo con las fronteras de 1967”.
Banki Moon, en aquél entonces, reiteró que los palestinos tienen el derecho legítimo a tener un Estado independiente. El ex secretario no señaló a qué palestinos se refería; a los gobernados por el dictador Mahmud Abás en Cisjordania en donde fomenta permanentemente el odio hacia los judíos o a los palestinos gobernados por los terroristas de Hamás en la Franja de Gaza; que incluso se opone abiertamente a la existencia de Israel.
Los palestinos se han aprovechado repetidamente del podio de la ONU para promover su agenda antiisraelí y antisemita, tan solo en el 2016 varios organismos de la ONU, incluyendo a la UNESCO (Organización para la Educación, Cultura y Ciencia) adoptaron varias resoluciones, negando los lazos históricos, judíos y cristianos con Jerusalén, reclamando a ésta como ciudad musulmana y el Monte del Templo como un lugar exclusivamente musulmán.
En la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la ONU adoptada el 23 de diciembre de 2016 se afirmó que los asentamientos israelíes no tienen validez legal, demandando a Israel suspender las actividades de colonización y cumplir escrupulosamente las obligaciones y responsabilidades jurídicas que le incumben como poder ocupante. La resolución tuvo 14 votos a favor y una abstención por parte de EUA. El gobierno de Israel y el vocero del Partido Republicano de EUA criticaron duramente al gobierno de EUA por no vetar la resolución, EUA invariablemente vota contra decisiones que afectaban a Israel. La abstención de EUA fue una mala jugada de Obama contra Israel.
Se prevé que el nuevo Secretario General de la ONU, Antonio Guterrez, que asumió sus funciones el primero de enero de este año, tenga una posición más favorable hacia Israel. En este sentido, el 17 de febrero pasado confirmó que el Monte del Templo era judío, que no dudaba que fue el lugar donde se encontraba el antiguo Templo judío.
Asimismo, el nombramiento de la nueva embajadora de EUA ante la ONU, Nikki-Haley, representa un paso importante para la consolidación de todo el apoyo que Donald Trump prometió a Israel en su campaña. Nikki-Haley de 45 años, ex gobernadora de Carolina del Sur, durante su gobierno convirtió en ilegal el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), que impulsado por los palestinos, busca afectar a la economía de Israel.
Nikki-Haley es evangélica, pertenece a la Iglesia Metodista, cabe recalcar que en julio pasado el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, calificó a los cristianos evangélicos como los mejores amigos de Israel, esto es importante porque desde el nombramiento como embajadora en enero del 2017 durante la Audiencia de Confirmación en el Senado de EUA, dejó en claro su posición respecto a la ONU afirmando que esta “maltrata” a Israel en referencia a la citada Resolución 2334; misma “que pudiera dividir Jerusalén y entregar la parte oriental a los palestinos”, prometió “que no se abstendrá cuando la ONU trate de crear un entorno internacional de fomento al boicot a Israel, su posición siempre será a favor del Estado Judío”.
Haley ha mencionado que EUA no mirará a otro lado, no permitirá que soluciones partidistas de la ONU impulsadas por los árabes, condenen a Israel; EUA no aprobará resoluciones “escandalosamente parciales que solo sirvan para hacer más difícil la paz al desalentar a una de las partes a negociar”. Señaló que la negativa del Consejo de Seguridad a condenar los atentados contra Israel, es vergonzosa.
Previo a la visita de Trump a Israel y Cisjordania el 22 y 23 de mayo pasado, Haley confirmó que el Muro Occidental es parte del territorio de Israel, ello en medio de una disputa diplomática entre EUA e Israel, en la que funcionarios consulares estadounidenses señalaron que el Muro no era territorio israelí; posición que no fue oficial y fue desmentida por el gobierno de EUA.
El gobierno de Israel tiene una larga batalla por librar en la ONU, donde predomina la voz de la mayoría de los países árabes apoyados por una Europa que carga el peso de antiguos prejuicios antisemitas y defiende sus intereses comerciales sobre la justicia.
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