Enlace Judío México.-No hay ninguna “investigación extrema,” ningún acercamiento a los moderados, y demasiada comodidad con Riad.
AYAAN HIRSI ALI
El candidato Donald Trump prometió asumir un nuevo enfoque ante el extremismo islámico. Él abandonó el léxico políticamente correcto de la administración Obama declarando que estábamos atascados en un conflicto ideológico con el Islam radical, al cual vinculó con las ideologías totalitarias que Estados Unidos había derrotado en el siglo XX.
Trump también prometió, como parte de su política inmigratoria, poner en vigencia un sistema de “investigación extrema” que pase por el tamiz el radicalismo islámico. Él prometió trabajar con reformistas musulmanes genuinos y concluyó con la promesa de que uno de sus primeros actos como presidente sería “establecer una comisión sobre Islam radical.”
El Sr. Trump ha tenido más de seis meses para cumplir estas promesas. Él no ha llegado muy lejos. La primera medida de la administración—una orden ejecutiva redactada a las prisas limitando la inmigración de siete países de mayoría musulmana—fracasó cuando fue bloqueada repetidamente en los tribunales.
Peor, medidas subsiguientes han tendido a ir en contra de las promesas de campaña de Trump. Aparte de un nuevo cuestionario para solicitantes de visa, no ha habido ninguna claridad respecto a la “investigación extrema” de inmigrantes y visitantes musulmanes que fue prometida. La promesa de trabajar con y empoderar a los auténticos reformistas musulmanes no ha ido a ninguna parte. El estatus de la comisión sobre Islam radical prometida sigue siendo poco clara.
Tal vez en forma más desalentadora, la estrategia meso-oriental de la administración parece involucrar el coqueteo con Arabia Saudita—durante décadas la fuente principal de financiación para el extremismo islámico en todo el mundo.
Algunos críticos de la administración han culpado por la pérdida de foco al Teniente General H.R. McMaster, quien se convirtió en asesor en seguridad nacional de la Casa Blanca en febrero. La formulación más caritativa de esta crítica es que los militares que pasaron penosamente a lo largo de las guerras en Irak y Afganistán tienen una aversión al argumento que enfrentamos a un oponente ideológico, como opuesto a una serie de problemas militares.
Pero yo pongo la responsabilidad en Trump. Con respecto al Islam radical, él simplemente parece haber perdido el interés.
¿Está perdida toda esperanza de una política renovada en el Islam radical? No necesariamente. Miembros prominentes del Congreso—entre ellos los Senadores Ron Johnson (R., Wis.) y Chuck Grassley (R., Iowa) y los
Representantes Ron DeSantis (R., Fla.) y Trent Franks (R., Ariz.)—comprenden que el islamismo debe ser enfrentado con ideas tanto como con armas.
Y esta no tiene que ser una cuestión partidista. En los primeros años después del 11/S, los Senadores Jon Kyl (R., Ariz.), Dianne Feinstein (D., Calif.) y Chuck Schumer (D., N.Y.) trabajaron juntos para analizar la amenaza de la ideología islámica. Incluso la ex representante del Presidente Obama ante las comunidades musulmanas, Farah Pandith, quien visitó 80 países entre los años 2009 y 2014, escribió en el 2015: “En cada lugar que visité, la influencia wahabí fue una presencia insidiosa. . . Financiando todo esto estaba el dinero saudí, el cual pagaba por cosas como los libros de texto, mezquitas, estaciones de TV y el enfrentamiento de imanes.” En el 2016, dirigiéndose al Consejo en Relaciones Exteriores, el Sen. Chris Murphy (D., Conn.) hizo sonar la alarma sobre el adoctrinamiento islámico en Pakistán, notando que miles de escuelas financiadas con dinero saudí “enseñan una versión del Islam que lleva…a…una militancia anti-occidental.”
Nosotros ya hemos visto un estallido inesperado de bipartidismo en Washington este verano, por sanciones que se están ajustando sobre Rusia en represalia por las muchas agresiones de Vladimir Putin.
Yo propongo que el próximo ítem de interés multipartidista debe ser que el Congreso convoque a audiencias sobre la amenaza ideológica del Islam radical. “¿Quién quiere a Estados Unidos a la ofensiva, con una estrategia coherente e inteligible?” preguntó Newt Gingrich en el año 2015, cuando pidió por tales audiencias. Entonces como ahora, si el poder ejecutivo no está dispuesto—si el presidente ha olvidado sus compromisos de campaña—los legisladores pueden y deben tomar acciones.
*Hirsi Ali es miembro investigadora de la Hoover Institution, Stanford, y fundadora de la AHA Foundation.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México
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