Enlace Judío México.- El Programa Masbirim se ha realizado en Yad Vashem México por siete años consecutivos. Consiste en la capacitación de jóvenes y adultos de la comunidad judía para profundizar en el tema del Holocausto y poder transmitir la información en diversos marcos educativos, sociales y laborales. El temario abarca desde los inicios del antisemitismo hasta la creación del Estado de Israel y cada tema es expuesto por diferentes especialistas.
SARA GALICO PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Durante siete meses los integrantes del grupo Masbirim – Generación recibimos diferentes clases, impartidas por maestros especialistas y abordando toda una gama de temas. Al término del curso viajamos a Israel donde tuvimos dos semanas de clases en la Escuela Internacional del Holocausto de Yad Vashem Jerusalén. Éramos 15 alumnos, acompañados por la coordinadora del programa, Maestra Ivonne Leisorek.
Llegar a Yad Vashem es impresionante, no importa cuántas veces se haya visitado, la experiencia es siempre impactante. Fundado poco después del establecimiento del Estado de Israel, el museo se ha dedicado a rescatar la memoria de una gran parte de la judería europea que se perdió, asesinada por los nazis. Cada proyecto de investigación representa el rescate de un individuo para convertirlo en un ser vivo y no alguien perdido en la memoria de los hornos crematorios.
En la entrada del Valle de las Comunidades en Yad Vashem se encuentra una frase que dice:
“La mano de D’os vino sobre mí, y me colocó en medio de un valle que estaba lleno de huesos. Me hizo pasearme entre ellos, y pude observar que había muchísimos huesos en el valle, huesos que estaban completamente secos. Así dice el Señor omnipotente a estos huesos: ‘Yo les daré aliento de vida, y ustedes volverán a vivir.”
(Ezequiel, 37:1-5)
Esto es lo que sucedió después del Holocausto, esta cruda y profética frase bíblica se cumplió y hoy somos una Comunidad Judía fuerte y floreciente y tenemos un Estado de Israel próspero, que se yergue como respaldo moral y, si es necesario, como defensa física también.
Yad Vashem, la Autoridad para el Recuerdo de los Mártires y Héroes del Holocausto, fue establecida en el año 1953 por una ley del Parlamento Israelí. Desde su inauguración se le ha confiado la tarea de documentar y conmemorar la historia del pueblo judío durante el Holocausto, preservar la memoria de cada uno de los seis millones de víctimas e impartir el legado del Holocausto a las generaciones venideras por medio de sus archivos, biblioteca y museos; de su instituto de investigaciones y el departamento de educación.
Estar parada ahí, frente al Bosque de los Justos entre las Naciones, me transmitió una emoción especial. Esos significativos árboles simbolizan el libre albedrío de la humanidad. Me invadió un profundo respeto a las acciones de gente ordinaria que, en medio de la barbarie, se atrevieron a enfrentar el mal, a verlo a los ojos y no bajar la mirada ante el terror y las atrocidades que estaban sucediendo.
La sensación de vivir durante dos semanas entre todos estos elementos me hizo ver la vida de otra manera. Ahí me di cuenta del alcance monumental que logró la Comunidad Judía del mundo después de la Shoá. La forma en que finalmente logró reconstruirse es en verdad una condición de resiliencia.
Durante dos semanas tuvimos clases que complementaron y reforzaron lo estudiado en México. La escuela es hermosa, con espacios muy amplios y los muros decorados con posters de diferentes concursos que se han hecho en años anteriores. Por los pasillos se encuentra uno con gente de diversos tipos, estudiantes jóvenes y mayores, jayalim, policías. Compartir el espacio con ellos fue de mucho aprendizaje.
Tuvimos la oportunidad también de platicar con Lilian, una mujer de 23 años, sobreviviente del genocidio de un millón de tutsis en Ruanda por conflictos raciales. Ella vive en Jerusalén y trabaja en el museo. Su relato me dejó una sensación de tristeza al ver que, una mujer tan joven, con un color de piel distinto al mío, cuenta la misma historia de terror y dolor que estábamos estudiando. Pero también sentí mucho orgullo al verla en una institución judía, colaborando y aprendiendo.
Como parte del programa tuvimos una visita guiada. La mayoría de nosotros ya había estado en el museo y lo habíamos recorrido totalmente, pero esta vez, Jaya, nuestra guía, nos hizo verlo y sentirlo de una forma muy diferente. Su recorrido se concentró en los artefactos, objetos comunes que se han adquirido desde su creación y están exhibidos en todo el museo. Estos artefactos pertenecieron a alguien que, aunque posiblemente no se encuentre con vida, su alma se hace presente a través de ese objeto.
El museo alberga miles de objetos; vimos anteojos, juguetes, libros, dibujos, fotografías, un vestido rojo de terciopelo y muchos más. Los cientos de platos y cucharas simbolizan la diferencia entre la vida y la muerte por inanición.
Al verlos en ese contexto, los objetos adquieren un significado trascendente, más allá de su uso práctico. Se convierten en instrumentos de sobrevivencia, de seguridad; representan, en muchos casos, la añoranza de la familia perdida. A través de su exhibición en el museo, se puede constatar que, aún en los espacios más oscuros se encuentra la felicidad.
Por mencionar alguno, vimos un recetario de cocina que donó una mujer, sobreviviente de Auschwitz. Ella contaba que, cuando era posible, las mujeres del campo se reunían en las noches y se compartían recetas de cocina. Cada noche, una de ellas se encargaba de aportar su receta y las demás la anotaban en improvisados cuadernos, aunque ignoraban si alguna vez la iban a cocinar.
Esos cuadernos se convirtieron en el vínculo con sus hogares; ellas se veían en su cocina preparando la cena para la familia. La receta familiar representaba el recuerdo de sus seres queridos que no sabían en dónde estaban, ni si quiera si estaban vivos.
Una de esas mujeres sobrevivió y con ella su emblemático recetario. Yad Vashem se enteró de este objeto y de su historia y le pidió a su dueña que lo donara al museo. Ella lo hizo y, a la vez, expresó su deseo de encontrar a su amiga, la más querida en Auschwitz, a quién no volvió a ver desde la liberación.
Los investigadores de Yad Vashem se dedicaron a cumplir con su petición y finalmente encontraron a su amiga en Australia. Ella también conservaba su copia del recetario. Con la mayor de las alegrías las amigas se reencontraron, pero sólo por teléfono, ya que vivían en distintos continentes y no estaban en condiciones de viajar. Desde entonces tuvieron largas charlas para ponerse al día de sus respectivas vidas.
Un día visitamos un museo del Holocausto que se encuentra en Lojamei Haguetaot, un kibutz en el norte del país. Este kibutz fue fundado por sobrevivientes que lucharon en la liberación de los campos de concentración y de exterminio, como Yitzhak Zuckerman (Antek) y su esposa Zivia Lubetkin, entre otros. Como evidencia de su sobrevivencia, ellos fundaron este kibutz, testigo de la historia de la resistencia judía durante el Holocausto.
Al término del curso en Yad Vashem, los 15 integrantes terminamos como amigos. A pesar de ser un grupo muy diverso, con distintas profesiones e intereses, en el curso intensivo en la Escuela de Yad Vashem ampliamos nuestros conocimientos sobre los temas que habíamos estudiado en México, y la experiencia que vivimos juntos durante esas dos semanas nos unió en un enriquecimiento espiritual, lazos que nos unirán en el futuro.
El programa Masbirim de Yad Vashem no es un cúmulo más de conocimientos, es un vehículo para crecer en todos los sentidos. Yo, después de este curso, ya no soy la misma persona, mi compromiso con la educación para la tolerancia se ha fortalecido. Y los abrazos que les di a mi familia al regresar, fueron mucho más apretados y largos que de costumbre porque me sentí la persona más afortunada del mundo al llegar a mi casa con ellos. Sabiendo que hoy gozamos de una seguridad que pensamos perdida hace 70 años. Gracias a la memoria colectiva del pueblo judío, y a nuestra fuerza infinita para salir adelante.
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