¡“Viva la muerte!”, gritó Milan Astray y los falangistas, ataviados con sus camisas azules, el 12 de octubre de 1936, en Salamanca.
Ya había terminado mi artículo semanal para Enlace cuando de pronto sucedió el ataque de ayer en Barcelona. Así que heme aquí, escribiendo nuevamente.
SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Ruido por todos lados en los distintos canales transmitidos en el televisor. Hay que ser de hierro, o sordo, si quieres que tu mente no se vea afectada por tantas imágenes terroríficas a tu alrededor. Explosiones, denotaciones, gritos y llanto son el pan nuestro de cada día, en vez de buena música o un buenos días. Obligo a mi cerebro a estar absorbido en otras cosas y no permitir que las imágenes televisivas me distraigan. Pero sé que no es posible.
Durante las últimas semanas y casi cada día, escuchamos que habrá una guerra. Esta vez, la que provoca Corea del Norte, amenazando a Estados Unidos con un ataque nuclear, según dicen “preventivo”, si es que Washington decide optar por la vía militar para poder acabar con el programa de armamento nuclear del país asiático. Según Kim Jong Un, su país se enfrenta a las agresiones y actos de guerra norteamericanos y por lo tanto va a defenderse. Sesenta y cuatro años han pasado desde el fin de la Guerra de Corea, un conflicto que los jóvenes ni siquiera recuerdan ni les interesa, y que terminó en un armisticio, pero que nunca desembocó en un Tratado de Paz.
Como tantos de mi generación, hemos escuchado o participado directa o indirectamente en muchos conflictos bélicos, y la palabra “guerra” no nos es ajena.
Se ha hablado en muchas ocasiones de guerras justas e injustas, limpias o sucias, y es así que en estos días me he preguntado una vez más: ¿habrá alguna guerra que sea limpia y justa? ¿O son todas las guerras sucias?
Mis amigos me aseguran que ciertas guerras son justas, aunque los del bando contrario también lo dicen, que “su” guerra es justa, desde “su” punto de vista, claro está. Siempre ha sido así. La guerra que es justa es la que hacemos “nosotros”, y las guerras injustas son las que nos hacen “ellos” a nosotros, “ellos”, nuestros enemigos.
A lo largo de la historia, y esto se repite en algunos países en estos días, se habla de terrorismo, refiriéndose a la lucha o guerra que algunos grupos humanos hacen contra otros, mientras que aquellos que han tomado las armas para derrocar a gobiernos que consideran corruptos, ilegítimos, etc., la justifican aduciendo que es una lucha de liberación. Así que en realidad, todo depende de quién califica tal o cuál guerra. Incluso ésta, que tal vez estalle entre Corea del Norte y Estados Unidos.
Si miramos hacia atrás, recordaremos que la guerra Fría de Estados Unidos y la Unión Soviética después de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, no era fría, ni se refería al clima frío europeo. Esa guerra significó el fin de la hegemonía de Europa, y fue entonces que se conformaron dos bloques, el Occidental, capitalista, y el del Este, comunista, y se le llamó guerra fría porque ninguno de los dos bloques tomó acciones directas, militares, contra el otro.
Y cuando creíamos que ya no había guerra fría después de la caída del muro de Berlín, que la guerra de Corea era algo del pasado y se había acabado en 1956, y que solo aparecía en alguna película hollywoodense, nuevamente se habla ahora de una posible guerra, peor que la otra.
La guerra, como tema, se ha considerado a lo largo de la historia como algo “elevado”. Sun Tzu, un militar chino, escribió “El Arte de la Guerra” en el último tercio del siglo IV a. C. aunque se dio a conocer en Europa a finales del siglo XVIII, un libro que se considera “importante”, acerca de las tácticas y estrategias militares en el arte de la guerra. Todavía, frecuentemente, es utilizado en la actualidad.
Siempre he considerado que no hay guerras limpias ni justas y que el que mata, en nombre de Dios, (como sucedió nuevamente ayer en Barcelona), o en nombre de una idea, la que sea, no es un héroe. Y es que
las guerras, todas, tienen algo en común: hombres y mujeres se matan y eso no es heroico ni justo.
A lo largo de la historia se ha asesinado y torturado a la población civil de muchos países. Lo hizo Hitler por una idea, lo hizo Stalin por otra idea, lo hicieron los inquisidores por una idea religiosa, lo hizo ISIS ayer en Las Ramblas por otra idea. Seguramente todos ellos pensaron que su guerra era limpia y justa.
La guerra, las guerras, deben ser condenadas simplemente por ser guerras, aunque los que mueren por lo que consideran una causa justa, esto no les garantiza que su lucha y martirio, sea verdadera.
Lejayim. Por la Vida. Pienso que no se debe morir por nada. No creo en los mártires. Que siga habiendo muchos, como los de ayer en España, solo prueba que la estupidez e insensatez humana son infinitas. Antes se moría por razones religiosas, hoy se hace por razones políticas, pero en ambos casos pienso que los mártires modernos o antiguos, lo hacían y lo hacen por odio. El odio moviliza al parecer más que otras cosas. Por odio y venganza el ser humano es capaz de destruirse. Lamentablemente la fuerza del odio es más fuerte que la fuerza del amor.
Con los restos de cuerpos despedazados no se puede construir nada, ni aquí en la tierra ni en el paraíso prometido.
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