RAB YOSEF BITTON
En la antigüedad, para los pueblos paganos, los eclipses eran señales de los dioses. Se entendía que cuando un eclipse ocurría, y el sol “desaparecía” en pleno día, los dioses estaban expresando su enojo. Esto ocurría en Egipto, en Asiria, en Babilonia, etc. Todas estas civilizaciones tenían conocimientos astronómicos muy sofisticados, con los que podían incluso a predecir eclipses. Pero por el otro lado, estas civilizaciones “leían” en estos fenómenos naturales todo tipo de señales “divinas”. Pensaban, por ejemplo, que un eclipse anunciaba calamidades de todo tipo, o la muerte del rey. En Babilonia, por ejemplo, a fin de evitar algún tipo de riesgo para el monarca, el día que tenia que ocurrir el eclipse sustituían al rey por algún ciudadano voluntario al que se coronaba como “monarca por un día” y luego se lo ejecutaba. Cuentan que una vez, en la cuidad de Isin, el rey fue destronado por 24 horas y lo reemplazó un jardinero del palacio llamado Enlil. Ese mismo día el rey murió, aparentemente por atragantamiento, mientras tomaba una sopa caliente, y el jardinero se convirtió así en el monarca del imperio.
La Torá nos advierte varias veces que no sigamos los caminos de los pueblos que adoran a las estrellas. En la Perashá de esta semana tenemos una indicación muy clara a condenar a (Deb 17:3) aquellos que sirven “al sol o la luna o el ejercito de los cielos [las estrellas, cometas, etc.]”. Adorar a las estrellas, el sol, la luna, y los planetas, se refiere más que nada a la creencia que los astros, o especialmente los fenómenos celestiales infrecuentes (meteoritos, eclipses, cometas, etc) , ejercen algún tipo de “poder” positivo o negativo sobre nosotros. La creencia que los fenómenos astronómicos pueden tener alguna influencia en nuestras vidas es la base de la idolatría, abodá zará , también llamada, ‘abodat kojabim, “creencia y servicio religioso a los astros estrellas”.
Los profetas en el Tanaj (Biblia Hebrea) denunciaron estas creencias y advirtieron a Israel que no asimilarán estas prácticas idolatras. Creo que el más directo fue Yirmiyahu (Jeremías). Yirmiyahu vivía en Israel, pero conocía muy bien lo que ocurría en Babilonia, que era el imperio gobernante en el medio Oriente en esos tiempos (Siglo VI, aec) e influía sobre todos los pueblos a su alrededor. Veamos lo que dijo este gran profeta de Israel (capítulo 10) a los Yehudim que buscaban el consejo de los astrólogos
1. Escucha, pueblo de Israel, la palabra de HaShem.
2. Asi dice HaShem: «No aprendan de la conducta de los pueblos paganos. No tengan miedo de las señales del cielo [como los eclipses o los cometas, etc. YB], aunque las naciones les teman. 3. Estas creencias de los pueblos ¡no tienen ningún sentido!
Yirmiyahu exhortaba al pueblo elegido a seguir su misión, sirviendo únicamente a HaShem, y aferrarse a la creencia que nuestro destino depende de cuanto obedecemos o desobedecemos Su palabra.
5. … no les tengan miedo [a los ídolos y a los fenómenos astrológicos] , que ningún mal pueden hacerles, y tampoco ningún bien».
El destino de am Israel no esta determinado por las señales de los cielos , sino por el Creador de los cielos.
6. ¡No hay nadie como tú, HaShem! ¡Grande eres tú, y poderoso es Tu nombre!
Algo similar había dicho unos 100 años atrás el profeta Yesha’ayahu (47:13-14) cuando criticaba a los Yehudim que se asimilaban a los paganos y consultaban con los magos y adivinos paganos. Mientras Yesha’ayahu le explicaba al pueblo que sólo debemos confiar en HaShem, y obedecer Su voluntad, los astrólogos “judíos” al mejor estilo Babilonio, indicaban que todo dependía de lo que sucediera en los cielos con los planetas y los astros. En la época del malvado rey Menashé, el pueblo ignoraba la Torá y se apegaba a los mensajes optimistas, pero falsos, de los astrólogos de Asiria y Babel. Cuando la situación se tornó apremiante Yesha’ayahu les demostró su error:
13. “¡Los consejos [que te han dado los adivinos] te han perturbado! Que se presenten [ahora] tus astrólogos, los que observan las estrellas, los que hacen predicciones mes a mes ¡que te salven de lo que ahora está ocurriendo! 14. ¡Míralos! Ni a sí mismos pueden salvarse….
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