Enlace Judío México.- La Primera Enmienda no protege el acto bárbaro de la mutilación genital femenina.
KRISTINA ARRIAGA
Este año, una niña de 7 años de Minnesota entró a una sala de examen en una clínica justo afuera de Detroit. Pensando que esta era una visita normal, ella permitió a la doctora quitarle sus pantalones y ropa interior y colocarla sobre la mesa de examinación. De pronto, mientras dos mujeres en la clínica sostenían sus manos, la médica extendió sus piernas y cortó su clítoris. Dos meses después ella dijo a los investigadores que el dolor corrió hasta sus tobillos y ella apenas podía caminar.
En abril la Dra. Jumana Nagarwala, quien presuntamente llevó a cabo el procedimiento, fue acusada de conspiración para cometer mutilación genital femenina. El Dr. Fakhruddin Attar, propietario de la clínica cerrada desde entonces, fue acusado también. Los investigadores sospechan que la Sra. Nagarwala puede estar involucrada en otros 100 casos, y el juicio comienza en octubre. Esto marca la primera vez en que un caso de mutilación genital femenina está yendo a un tribunal federal. Los abogados de la médica de Michigan argumentarán que la niña “se sometió a un procedimiento religioso benigno.” Esta es una hipocresía peligrosa con consecuencias de largo alcance.
La mutilación genital femenina ha sido ilegal en Estados Unidos desde 1996. Pero un estudio del año 2012 en el diario Informes de Salud Pública estima que más de 500,000 niñas en Estados Unidos han sufrido el procedimiento o están en riesgo. Estas niñas viven en todo el país, con mayores concentraciones en California, New York y Minnesota. La mayoría pasan por este proceso en secreto, y apenas 25 estados tienen leyes que penalizan el procedimiento. En Maine, la Unión Estadounidense de Libertades Civiles se ha opuesto a un proyecto de ley para hacerlo bajo el fundamento de que “el riesgo de la mutilación no vale la pena expandir el código penal de Maine.”
La mutilación genital femenina, muy a menudo realizada en niñas de menos de 13 años, tiene serias repercusiones médicas y psicológicas. El corte abarca desde una clitoridectomía, parcial a la remoción total del clítoris, a la infibulación, remoción de todos los genitales externos. La última es tan seria que “sanar” a menudo involucra vendar a la niña desde los tobillos a la cintura hasta que cierre el tejido de la cicatriz. Este tipo de corte deja una abertura del ancho de un lápiz para orinar, la menstruación, sexo y nacimiento de hijos.
En el 2015 un funcionario de la ONU estimó que el 20% de los padres llevan a sus hijas a los médicos, pero el resto usan objetos filosos improvisados. Esta primavera, un hombre etíope en Georgia fue deportado por efectuar una mutilación genital femenina con un par de tijeras a su hija de 2 años. Los padres que temen al enjuiciamiento a veces llevan a sus niñas fuera del país para “cortes de vacaciones.” Un informe de UNICEF sugiere que al menos 200 millones de niñas y mujeres vivas hoy, en 30 países, han sufrido alguna forma de ella. (La Comisión Estadounidense en Libertad Religiosa Internacional, de la cual soy vicepresidenta, no asume una posición oficial sobre mutilación genital femenina.)
Si esta práctica es o no religiosa o cultural es debatible. En el caso de Michigan, las víctimas pertenecen a una secta musulmana india chií llamada la Dawoodi Bohra, cuyos miembros se refieren al clítoris como un bulto de carne pecaminoso. El corte, khatna, es considerado una observancia religiosa para impedir que las niñas se vuelvan promiscuas. Pero la mutilación genital femenina precede a la Cristiandad y al Islam. Ningún texto religioso la requiere. Muchos imanes han emitido fatuas contra la práctica y líderes cristianos como el Papa Francisco la han denunciado.
Los abogados de la médica anunciaron que ellos armarán una defensa de la libertad religiosa. Y ellos pueden ser lo suficientemente astutos como para salirse con la suya. El equipo de estrellas incluye al profesor de derecho constitucional y abogado de O.J. Simpson, Alan Dershowitz, junto con Mayer Morganroth, quien representó durante más de 15 años al abanderado del suicidio asistido, Dr. Jack Kevorkian. Ellos son financiados por una organización musulmana internacional llamada Dawat-e-Hadiyah.
Los abogados deben saber que están entrando en territorio peligroso, al menos en términos de relaciones públicas. Después de quedar bajo las críticas por defender la mutilación genital femenina, el Sr. Dershowitz sugirió durante una entrevista en junio que punzar el clítoris de las niñas sería una mejor forma de cumplir una “obligación legal religiosa.” Esto es absurdo. No existe tal obligación.
Los abogados de la médica no sólo han puesto a estas niñas en riego aún mayor, ellos han manchado la libertad religiosa de todos los estadounidenses con sus argumentos especulativos. La libertad religiosa es un derecho fundamental que asegura que todos puedan vivir de acuerdo con sus convicciones. También permite la existencia de organizaciones de caridad que proporcionan a los estadounidenses un equivalente a u$s1.2 billones anualmente en alimento, refugio, cuidados médicos y más. No es una herramienta para proteger prácticas perjudiciales como la mutilación genital femenina.
Estas niñas están entre los más vulnerables en la sociedad. Por su bien, los estadounidenses deben elevar sus voces contra esta práctica detestable. Hacer lo que es correcto puede también devengar un importante bien social: la restauración de la libertad religiosa a su lugar apropiado en la cultura y jurisprudencia estadounidenses.
*Kristina Arriaga es una contribuyente en la Escuela Pepperdine de Políticas Públicas.
Fuente: The Wall Street Journal
Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico
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