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sábado 21 de diciembre de 2024

Afganistán: el Vietnam de Asia Central

Enlace Judío México.- Afganistán con una superficie de 652,225 km2 y una población de 35 millones, es un país montañoso sin salida al mar; limita al sureste con Pakistán (2,640 km), al oeste con Irán (936 km), al norte con tres ex Repúblicas Soviéticas, Tayikistán (1,206 km), Turkmenistán (744 km) y Uzbekistán (137 km) y al este con China (76 km).

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Es una nación empobrecida a causa de décadas de guerra y falta de inversión local y extranjera; el desempleo ronda alrededor de 35.0%, un tercio de sus habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza. El ingreso per capita es menor a mil dólares anuales; la esperanza de vida en el presente es de 61 años.

El PIB de Afganistán promedió 50 mil dólares anuales en los últimos tres años, la base de su economía es la agricultura que participa con 60.0% del PIB y da ocupación al 65.0% de la población económicamente activa; destaca que el país es el principal productor de opio en el mundo, 12.0% de la población se dedica a su cultivo.

Afganistán ha experimentado dos prolongadas intervenciones, la de la Unión Soviética y la de EUA. La guerra afgano-soviética implicó el apoyo de las fuerzas soviéticas al gobierno marxista del Partido Popular de Afganistán que había instaurado un sistema socialista, contra los insurrectos fundamentalistas; en el punto álgido del conflicto bélico los soviéticos sumaron 108 mil soldados.

En el contexto de la Guerra Fría, EUA inició la Operación Ciclón, suministrando armas y financiamiento a los rebeldes Muyahidines, (persona que participa en la yihad, Guerra Santa, que lucha por su fe). Los Muyahidines operaban en Afganistán desde 1970 y sus principales acciones se dieron entre 1973 y 1975. Los rebeldes desestabilizaron a Afganistán al punto que en menos de un año el Consejo Revolucionario solicitó en 1979 la intervención del Ejército Soviético; además de EUA, otros países respaldaron a los Muyahidines con suministros y apoyos logísticos, entre otros, Pakistán, Irán, Arabia Saudita, China, Israel y el Reino Unido. Después de más de 9 años de guerra, los soviéticos fueron derrotados y se retiraron de Afganistán en 1989, se estima que 15 mil soldados soviéticos murieron en la guerra y 50 mil regresaron a la URSS heridos o mutilados, además de la pérdida de 400 tanques, 300 helicópteros y mil transportes de tropas.

Para Afganistán la invasión soviética significó la pérdida de 600 mil vidas, 80.0% civiles, y el desplazamiento de 5 millones de personas a países vecinos, por otro lado, los continuos ataques soviéticos contra las zonas agrícolas, destruyeron el sistema de irrigación, vital para un país árido; aumentó sustancialmente la pobreza y el hambre. Los enfrentamientos entre los rebeldes y las tropas gubernamentales continuaron hasta 1992 cuando tomó el poder un gobierno de transición hasta que en septiembre de 1996 los talibanes integristas radicales, controlaron el país e impusieron su versión radical de la ley islámica (Saharia), que acabó con todo signo de modernidad y con la alfabetización y los derechos para la mujer que había impuesto el gobierno comunista.

Una vez que el conflicto se acabó, EUA se desatendió de Afganistán y no dio ayuda para la reconstrucción del país. En este ámbito, la organización Al Qaeda, creada por el saudí Osama Bin Laden al final de los ochentas, buscó unir a los árabes sunitas que luchaban en Afganistán, su acción militar fue inicialmente financiada y sus miembros entrenados por la CIA. Así, irónicamente EUA sembró la semilla de los atentados del 2001 y su posterior intervención en Afganistán contra Al Qaeda y sus aliados que dura hasta el presente.

El objetivo de la invasión a Afganistán de EUA y sus aliados desde el 2001 fue encontrar a Osama Bin Laden y otros dirigentes de Al Qaeda para llevarlos a juicio por los atentados de septiembre del 2001, a la vez que derrocar el Emirato Islámico de esa nación gobernado por el emir mulá Omar, que a juicio de las potencias occidentales, apoyaba y daba refugio y cobertura a los miembros de Al Qaeda. En este entorno se creó la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF) patrocinada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, asumió el control de la ISQF en el 2003 que tenía en torno a 64,500 efectivos de 42 países; en el 2009 EUA tenía casi 30 mil soldados en la ISAF.

Los ataques iniciales sacaron a los talibanes del poder, empero, estos recobraron fuerza y posiciones desde entonces. La guerra no ha tenido el éxito esperado, desde el 2006 el país vio amenazada su estabilidad en virtud del incremento de la actividad insurgente liderada por el Talibán, los elevados registros de producción ilegal de opio, y un frágil gobierno con poco poder fuera de Kabul, la capital con una población de 2.5 millones. El presidente Barak Obama al llegar a la Casa Blanca en el 2009, anunció que el repliegue en Afganistán empezaría en el 2011 y se completaría en el 2014 antes de que finalizara su mandato. El 28 de diciembre de 2014 Obama dio por terminada la misión de la ISAF-OTAN en Afganistán. El Secretario de la OTAN, el Presidente y el Jefe de gobierno de Afganistán corroboraron que el primero de enero del 2015 continuaría la misión aliada, operación Apoyo Resuelto, que se limitaría sólo a entrenar y asesorar a las fuerzas afganas hasta finales del 2016; cerca de 13 mil soldados de la OTAN participaban en estas tareas. Por su parte, el 15 de octubre del 2015, el Presidente Obama anunció que mantendría 5,500 soldados en Afganistán cuando dejara el cargo en el 2017; no obstante, en junio del 2016 aumentó el número a 8,400.

Hasta ahora 2,403 soldados de EUA han perdido la vida en Afganistán y EUA ha gastado 714 mil millones de dólares en la guerra: 119 mil para reconstruir las fuerzas afganas de seguridad, así como en diversos proyectos civiles de reconstrucción. El flujo de recursos ha implicado “fraudes y derroches”. Por su parte, el gobierno de Afganistán ha perdido terreno y solo controla 57.0% del territorio nacional.

Antes de llegar a la presidencia, Donald Trump sostuvo de forma reiterada que lo primero que haría al llegar a la misma sería retirar a las tropas estadounidenses de Afganistán y, en general, “dejar las guerras lejanas, especialmente donde EUA se encontrara atrapado”, al final de agosto pasado dio un giro de 180 grados, anunciando que lejos de retirar a los 8,400 soldados desplegados en Afganistán, incrementaría el número de efectivos (en 4 mil) y sus operaciones. Seguramente los principales asesores militares de Trump, con el concurso del Pentágono, le han convencido de que una retirada estadounidense dejaría a Afganistán en la misma situación en la que quedó Irak en el 2011, abriendo paso a una toma de poder por parte de los talibanes y la eventual conversión de ese país en un santuario de terroristas desde el que se lanzarían mortíferos ataques a EUA.

Afganistán ha sido la tumba de todas las potencias que lo han invadido; analistas militares consideran que el envío de nuevos contingentes militares a Afganistán podría elevar la moral del Ejército Afgano, que registra fuertes bajas frente a las operaciones insurgentes; empero, el esfuerzo militar “resultaría insuficiente si no se busca al mismo tiempo un arreglo político con los talibanes para evitar que estos prosigan su guerra de desgaste o, en última instancia, recurran a la internacionalización del conflicto y abran Afganistán a los yihadistas expulsados de Irak y Siria”. Asimismo, es preciso contar con la colaboración de los pastunes (grupo étnico predominante en esa nación) y de Pakistán, los dos elementos en los que se apoyan los talibanes.

 

 

 

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico

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