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viernes 22 de noviembre de 2024

El Gueto de Venecia: un lugar tranquilo en la ciudad de los canales

Enlace Judío México.- Decía el célebre marino y aventurero Corto Maltés, o al menos eso contó el escritor Hugo Pratt, que en Venecia hay tres lugares mágicos escondidos. “Uno en lalle dell’Amor degli Amici; un segundo cerca del ponte de la Maravegie; un tercero en la calle del Marrani, en San Geremia, en El Ghetto.

Cuando los venecianos se cansan de las autoridades constituidas, se dirigen a estos lugares secretos y, abriendo las puertas que están al fondo de aquellos patios, se van para siempre a lugares bellísimos y a otras historias”. Y es verdad. Hasta para el viajero que se inmiscuye en la vida de los venecianos huyendo de la horda de turistas que van y vienen hay lugares realmente mágicos donde uno puede aislarse de la masa y escuchar el sonido vital de la ciudad sin gritos o algarabías de mezcla de cien idiomas. Lo hay. Y hasta te sientes culpable cuando los descubres; porque sientes que estás violando los pocos espacios que los venecianos aún pueden disfrutar en casi soledad.

Desde el siglo XVI, los judíos residentes en Venecia y los numerosos refugiados que llegaban desde otros rincones de Europa quedaron confinados a la Isla de Cannaregio, en la margen norte del Gran Canal. Hasta entonces, los hebreos sólo podían permanecer en la ciudad por un máximo de 15 días –aunque había muchos que vivían de manera ilegal-. Dicen que en aquellos tiempos, apenas tres puentes conectaban la isla con el resto (en Venecia hay 118 islas conectadas por 455 puentes) y que los judíos tenían terminantemente prohibido salir del Ghetto sin permiso y, bajo ningún concepto, de noche. Allí florecieron dedicándose, sobre todo, a la fundición de metales (Ghetto significa fundición en el dialecto véneto), la orfebrería y las finanzas hasta llegar a superar las 5.000 almas. Dicen que por eso aquí los edificios son más altos que el resto de la ciudad –hasta ocho pisos-; por una sencilla cuestión de números. También relatan los venecianos que sólo cuando llegaron a la ciudad las tropas de Napoleón, en 1797, los judíos pudieron abandonar Cannaregio y andar libremente por la ciudad en la que vivieron durante decenas de generaciones.

La puerta de la calle Ghetto Vecchio, hoy abierta, es un rastro de aquellos tiempos de encierro. También es la mejor manera de internarse en el barrio desde Santa Lucía (a través del Ponte delle Guglie) y abandonar esa Venecia de enormes palacios y adentrarse en otra ciudad de casas altas y callejones sombríos: una Venecia más íntima, sencilla y silenciosa que poco tiene que ver con la que se arremolina en torno a San Marcos o Rialto. Allí mismo, en Ghetto Vecchio se encuentra la Sinagoga española (Dirección: Calle Ghetto Vecchio, 1147), una de las dos sinagogas que se encuentran aún en activo –en total hay cinco- que fue construida por los exiliados españoles que tuvieron que abandonar el país tras la expulsión de 1492. También es una de la dos que puede visitarse y que bien merecen la visita.

Un poquito más allá el cielo se abre en el Campo di Ghetto Nuovo, una de esas escasas plazas que le dan un respiro a los callejones dejando que el sol entre a raudales. Es el corazón del Ghetto; un lugar dónde aún la escasa comunidad judía que aún vive aquí sigue mostrándose en comercios, restaurantes de comida kosher o música y bailes callejeros –frecuentes-. También es el lugar dónde se encuentra el Museo Hebraico (Dirección: Cannaregio 2902\b; Tel: 041 715 359; E-mail [email protected]) y desde dónde cada día parten paseos guiados a los diferentes rincones del barrio. Algunos cercanos, como la Scola Tedesca –Sinagoga Alemana- o el sencillo memorial que recuerda con placas a los vecinos que fueron deportados a los campos de concentración por los fascistas (ambos en la misma plaza).

Aquí, en el Campo di Ghetto Nouvo, las estrecheces de espacio obligaron a agudizar el ingenio y a construir las sinagogas en lo alto de los edificios para respetar la ley que prohíbe que entre el cielo y los templos haya cualquier tipo de construcción humana. Áticos sagrados que nacieron como fruto de la necesidad y que se han convertido en una de las señas de identidad del barrio. Las visitas a estas sinagogas elevadas se organizan desde el Museo Hebraico. Como la coqueta Scola Canton, una de las más antiguas de la ciudad mitad de piedra mitad de madera… Y después queda caminar y explorar las callejuelas que quedan encerradas por los canales. No te vas a encontrar con grandes palacios venecianos ni iglesias espectaculares (hasta los templos cercanos al barrio judío son sencillos como San Girolamo). Pero hay multitud de detalles interesantes; como los comercios judíos, que son muchos aunque en el barrio apenas vivan unas 50 familias de religión hebraica; o las ranuras en los dinteles de las puertas para las mezuzás, pequeños rollos de papel con citas religiosas recubiertas de metal que identifican la casa como judía y que recuerdan a las marcas de sangre que libró a los hebreos de la matanza de primogénitos en Egipto; o los restaurantes de cocina kosher (más que recomendable el Gam Gam –Dirección: Sestiere Cannaregio, 1123; Tel: (+39) 366 250 4505-).

 

 

Fuente:cciu.org.uy

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