Juntos venceremos
jueves 21 de noviembre de 2024

Mi alma pesa 172 gramos

Enlace Judío México.- Me encontraba un miércoles entrando en el Viaducto Miguel Alemán, camino al Aeropuerto Benito Juárez de la ciudad de México a las 5 de la tarde. En este tráfico insufrible, a decir verdad, esta vía de comunicación no solo tiene tráfico por las madrugadas si es que tienes la suerte de que no te lo cierren para pegar posters publicitarios de mayonesas y felices atunes enlatados en los bajo puentes que ahora hasta efectos de sonidos terribles les ponen.

JOSÉ SERUR PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Pero, como ya era costumbre, ya se me había hecho tarde, y traía loco al pobre e indefenso taxista con mis embates de histeria, ya que mi vuelo a Guadalajara estaba a poco menos de una hora y media de salir y debía llegar porque tenía una cena importante con un grupo de empresarios locales. En la ansiedad del momento se me ocurrió utilizar la aplicación de Waze para tratar de buscar la mejor ruta infalible y llegar lo más rápido; de paso revisar los muchos WhatsApp pendientes. Me prestaba a realizar el tan común ritual automático de tomar el celular, fiel compañero que siempre está conmigo y obedece sin cuestionar.

La inteligencia de mi “Smart phone” me pertenece… comencé a buscar en mis bolsas del saco mi iPhone 6 plus y no lo encontraba; instintivamente lleve mis manos a tocar las cavidades del pantalón con una destreza entrenada y mi estómago empezó a revolverse ante el vacío de no sentir este familiar rectángulo metálico en mis bolsos. Acto seguido me empezaron dolores abdominales de los nervios y busqué con una verdadera histeria frenética en mi portafolio el dichoso aparato y simplemente no lo encontraba, perdí literalmente la respiración; empecé a sudar. De pronto no pude pensar, me sentía en una vil tragedia, inclusive le pedí al taxista que buscara bajo su asiento y revise todos los rincones del Tsuru, al cual le urgía por cierto una limpieza mayor, y no estaba el inmaculado aparato en ninguna parte, entré en verdadero pánico y me imaginé todo tipo de escenarios.

Por mi cabeza pasaron todo tipo de pensamientos macabros, ya que sin él, todos mis planes estaban destinados a “valer madre”. ¿Qué pasa si lo tiré en la calle al subirme al taxi o si me fue robado sin darme cuenta? ¡Oooh¡ Maldita sea………….Tampoco traía mi ordenador portátil, en un momento caí en cuenta que mi iPhone lo había dejado en el escritorio de mi oficina por distracción y las prisas al empacar lo necesario. Al menos pude respirar sabiendo que estaba en un lugar relativamente seguro, pero ¿qué haría sin mi celular en este momento?, ¿Debería regresarme por él y seguro perdería el vuelo y la cena?, ¿Debería seguir mi camino sin él?, ¿Cómo iba a llegar a Guadalajara sin recibir ninguna instrucción? Ya que las personas que visitaba me pidieron que les avisara cuando llegase para saber quién me recogería y a qué restaurante dirigirme. Por supuesto que no me sabía ni de casualidad el teléfono de nadie de memoria, tampoco el de mi secretaria que ya se había retirado a su casa: es más, ni siquiera pensé que encontraría un teléfono público. Me encontraba en un gran dilema y en mi parálisis no sabía qué hacer, sentí el aislamiento más profundo de mi vida. Desconectado del mundo, porque literalmente mi consciencia es dependiente de ese aparato, más la incómoda sensación de “incomunicación” me llenaba de una ansiedad, que en el pasado jamás había sentido por alguna situación similar.

Pensaba en todas las personas que necesitaban estar en contacto conmigo de manera estratégica en las próximas horas, que mis hijas no podrían comunicarse conmigo y llamarían seguramente a “Locatel” o al 911, que mis padres que no me localizarían pensando que se hubiera estrellado el avión, y eso que mi madre no es dramática. Que a la novia no le marcaste llegando y creyera que me fui a un lugar sospechoso y hasta corriera el riesgo de que mandase a volar “porque no supo nada de tí en 5 horas” y que si no contestas un WhatsApp o Messenger puedan pensar que estás secuestrado o que algo serio pasó. También aquellos correos no contestados de inmediato te catalogan de informal y poco eficiente en el mundo moderno veloz e insensible de los negocios, donde la “velocidad es oportunidad”. De repente todos ya estamos enloquecidos en este modus operandi de las conductas sociales que estos aparatos ya nos han heredado, y sin duda la comunicación “cambió para siempre”. Ya nadie entiende y tolera de plano que no estés en línea.

Decidí, a pesar del escenario tan negro, seguir adelante con mi camino y arriesgarme a poder encontrar otros métodos de comunicación, me sentía como “superhéroe” por decidir semejante tontería y la versad, ahora que escribo estas palabras me pregunto qué pensaría mi bisabuelo que estuvo incomunicado con su esposa por 4 meses cuando huía de las persecuciones y las masacres en Polonia en su camino a México en 1928. Y aquellas filas en el año de 1992 en el teléfono público de 50 centavos que me aventaba en “los gallineros” de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Anáhuac para hablar a casa y avisar que me iría con mis amigos. Por cierto, recuerdo que era el pretexto perfecto para conocer chavas porque sabíamos que ahí se reunían todas… y así, en mi delirio, fue que le pedí al taxista que me vendiera unos minutos de “tiempo aire” de su amigo kit y pude avisar a casa de mis padres, el único teléfono que me sabía de memoria por mera casualidad, que todavía estaba en mi disco duro mental, los cuales pudieron avisar a mis seres queridos de la “espantosa” noticia de que había olvidado mi celular.

Ya en el pasillo del flamante avión Boeing 737-800 de Aeroméxico, y como ya era el último pasajero en subir, pude ver que todos, y digo literalmente todos los pasajeros, fila por fila, tenían el celular en la mano escribiendo mensajes de último minuto. Me senté en mi asiento 24ª casi al final del avión, y por primera vez en mucho tiempo estaba viendo a la sobrecargo explicar cómo usar la mascarilla de oxígeno en caso de despresurización, porque he de confesar que últimamente ya no les prestaba atención ni en broma, ya que siempre que viajo ando mandando WhatsApps como loco, como si no hubiera mañana y como si nada existiera más que la pequeña pantalla, porque ya volando no hay señal y quedaría atrapado en la tragedia y el drama de estar en “modo vuelo” por unas horas. Me sentí como todos, triste; me di cuenta que ya estaba perdiendo la cabeza como si mi realidad no existiese; me sentí con ganas de llorar.

Ya en el Aeropuerto Internacional de Guadalajara no tenía la más remota idea de lo que iba a hacer, por suerte había en la puerta un tipo sonriente con mi nombre impreso en una hoja de papel esperando y me llevó a un flamante y chic restaurante con una decoración terrible de huesos y osamentas de animales pintadas de blanco en las paredes, y en donde ya me esperaban los directivos con quienes me reuniría.

A pesar de todo resultó ser una exitosa reunión. En momentos me sentía avergonzado de haber pensado en que me podía haber perdido de esto y me sentía en el ridículo extremo de que mi capacidad intelectual me había ya hecho un zombi como todos. Llegando por fin a mi habitación pude hacer algunas llamadas de teléfonos dictados por mi madre por el extraño aparato telefónico de “botoncitos”. Por cierto, no me acordaba que hablar de larga distancia de un cuarto de hotel salía más caro que la renta de la habitación misma, y de las llamadas “por cobrar” al que hacíamos nuestras desesperadas llamadas del pasado….

Ya por fin mi cabeza en la almohada, con el cuerpo inerte sobre el colchón con pleno ataque del SAC “Síndrome de abstinencia celular” miraba al techo y por la ventana, al infinito. Me di cuenta entonces que de verdad ya me había convertido totalmente en co-dependiente de estar en línea. Mi máquina, fiel compañera, me faltaba y sentía un vacío importante, me sentía desnudo, literalmente descobijado. Las lecciones y las ironías fueron crudas y el darme cuenta que según yo, un hombre letrado, profesionista, evolucionado, con postgrados en varias disciplinas, practicante del cinismo filosófico, seguidor de la ética de Spinoza y liberal de ideas y de espíritu que le “aventaba discursos-sermones a mis hijas sobre el excesivo uso del celular en cada sentada de restaurante, dándome cuenta que ya estaba más “enfermito” yo mismo que ellas, o cualquier otro adolescente o millenial”.

Mi iPhone 6 plus quiere mi atención todo el tiempo, lo reviso cientos de veces diarias por impulso en cada segundo que tengo libre, en el auto, en el baño, en las salas de espera, caminando ¡caray¡, en todos lados. Ya soy un esclavo absoluto de algo que supuestamente te ayudaría a ser más “libre” en teoría y la necesidad tan tremenda de estar recibiendo y mandando mensajes compulsivamente y ver el Facebook y glorificando mi ego con los likes, que son “la nueva nicotina cerebral”, una adicción de dopamina emotiva. Cada vez que abres tu teléfono obtienes un premio-reward que dice que realmente importas, los urgentes mails y las tonterías que todos mis “amigos” suben, los memes y los videos porno que todos los grupos de cuates exponen, los twitters de Trump y su amor por el presidente Ruso Vladimir Putin y su nuevo cuate Comey ex director del FBI, así como el pastel de chocolate que se está comiendo un amigo en un restaurante en Malasia que en realidad ¡me importa un carajo!

También mi supuesta forma de expresión de ideas, que en realidad ya a nadie le importa, con tantas y tantas cosas que 3,500,000 de personas de casi 7,000,000,000 de habitantes en el Planeta que tienen acceso a las redes sociales. Se suben diariamente cualquier cantidad de cosas sin identidad ni rostro, ahora entiendo por qué la OMS, la Organización Mundial de la Salud, en sus intentos por medir la felicidad en los jóvenes actualmente sostiene que la “conectividad y la pertenencia al círculo social cibernético” es vital para la satisfacción y calidad de vida en un adolescente por arriba de tener trabajo, dinero y familia. Instagram y Snapchat estuvieron hasta arriba del estudio como las más “emocionalmente dañinas a los jóvenes” en su integración y desarrollo social y………….? ……………….obvio también ya la misma institución está empezando a emitir alertas serias sobre los efectos en la salud mental y las transformaciones sociales que estos aparatos han creado en tan corto tiempo pero ¿qué vas a hacer cuando ya todo el sistema funciona así?

En el principio, hace unos años, reconocí estos aparatos como un gran tema que tiene muchas virtudes y una gran herramienta sin duda. Lo aceptaba como algo normal en los tiempos modernos, que me ha brindado un apoyo absoluto en la comunicación en todos los aspectos de mi vida, sobre todo en lo laboral y en lo familiar, pero ya hoy sinceramente pasé todas las “trancas” y todas las delgadas líneas de la moderación, a tal grado que fui capaz de considerar el regresarme por él y perder mi vuelo y mi cena tan importante además de otras muchas actitudes “lunáticas” que he hecho por haber olvidado mi celular.

A través del tiempo, sin darme cuenta, poco a poco se apoderaba de mi realidad y se trasladaría en el nuevo espacio físico de mi lado emocional y mi nuevo “hogar virtual”, donde reside mi estado psicológico emocional y cognitivo.

Cada día más aspectos de mi vida estaban dentro de esta morada, mis pensamientos, ideas, mi vida social, mi vida familiar, mis negocios, mi vida financiera, mis secretos, mis confesiones, mis códigos y claves, mi vida sentimental, mis contactos, mi pertenencia, mi conectividad, mi entretenimiento, mi música, mi cine y mi literatura, mi fuente e investigación de información literal.

Ufff!, se convirtió en mi alma sometida a una relación de nuevos dioses modernos que me hacen recordar de pronto, mitos del psique social de programas de televisión pseudocientíficos y metafísicos de History Channel, de algunas películas y discursos tragicómicos de sacerdotes religiosos que afirman que el alma tiene un peso físico, que era aproximadamente 21 gramos, pero más bien concluí que mi alma ya había adquirido forma física real, finalmente obtuve la luz y pese a mi escepticismo metafísico concluí que más bien eran 172 gramos, el peso que tiene mi iPhone 6 plus, una extensión neta y real de mí, un nuevo órgano evolucionado integrado en mi par de pulmones, riñones, mi próstata y un corazón, un supuesto cerebro ya maniatado y siento que por fin encontré mi “Santo Grial” en mi nuevo sistema extendido y funcional que hasta cuido más que mi colesterol y mi presión cardiaca. Me volví ya un ferviente creyente y ciego sirviente religioso de que el hombre sí tiene alma física en estos nuestros tiempos, los nuevos dioses del ”Olimpo Cibernético” nos juzgan condenados al infierno del “tiempo aire perdido”….. Como bien decía el comediante estadounidense Bill Maher “hoy todo el mundo siempre mira hacia abajo por estar viendo el celular… parece que “Philip Morris” (fabricante de cigarros) quiere tus pulmones pero el “App Store” quiere tu alma.

No soy “moralino” ni nostálgico del pasado y mucho menos criticón. Al contrario, esta nueva alma y religión es una realidad inexorable que todos tenemos y que no tiene remedio nos guste o no, esto ya no depende de nosotros mismos, ya no está en nuestro control porque ya es un sistema cultural generalizado funcional, un Status Quo del que todos estamos bajo su influencia hasta el tuétano. Quizás lo único que me queda es asistir a este curso que acabo de leer de cómo ser más eficiente en el uso de las redes sociales y chance así pueda volver a estar consciente de que mi bella realidad está en mi humanidad, y de lo que debe ser la sabiduría de la vida misma. Hoy empiezo mi rehabilitación de esta adicción con poco optimismo, pero total, hoy nada importa, pero en lo que eso sucede mis queridos lectores, me despido por ahora. Me voy a dirigir a la Mac Store por mi nuevo iPhone 7 de 128 GB rojo, porque sin duda ya necesito un alma más pesada y eficiente.

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