Un cumpleaños simbólico
Enlace Judío México.- El pasado 28 ó 29 de agosto se cumplió un año de que fui sometido a una operación para extraer un tumor canceroso del pulmón y los ganglios que lo circundaban. En esas fechas volví a nacer, en virtud de que los médicos me indicaron que no había rastros cancerosos en otras áreas de mi organismo; en marzo pasado me hice un PET (examen con medicina nuclear), que nuevamente confirmó que no existe actividad cancerosa; esta prueba la tendré que repetir durante los próximos 4 años para que los médicos me den de alta de manera definitiva.
LEÓN OPALIN EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Realmente me siento una persona privilegiada, ya que por doquier amigos o conocidos mueren de cáncer. De alguna forma percibo que mis capacidades pulmonares han disminuido y tengo que tomar medicamentos permanentemente para evitar gripes o bronquitis. Estoy consciente de que tendré que mantener tratamientos preventivos para tener un nivel aceptable de salud. Este proceso cansa, empero, es inevitable. Considero que mi familia no está consciente de la compleja situación en que vivo, sin pretender que se “pongan en mis zapatos”, pienso que me podrían dar un poco de atención y apoyo, sobre todo mis hijos mayores, creo que esto me facilitaría la vida. Lo cierto es que, siendo realista, no espero cambios en su actitud, ya lo dijo el escritor Oscar Wilde: “Los niños comienzan por amar a los padres; cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces hasta los perdonan, demuestran arrogancia e ingratitud”.
Violación de normas anticontaminantes por parte de empresas automotrices
El año pasado analicé en este espacio el escándalo que provocó el grupo Volkswagen (VW), el primer fabricante europeo y el segundo mundial de coches, por haber instalado ilegalmente un software para cambiar los resultados de los controles técnicos de emisiones contaminantes en 11 millones de automóviles con motor diésel, vendidos en el mundo entre el 2009 y el 2015. Como resultado de este fraude, sus motores habían sorteado con éxito los estándares de la Agencia de Protección Ambiental de EUA (EPA). Los vehículos implicados emiten hasta 40 veces el límite legal de óxidos de nitrógeno. La EPA calculó que 482 mil vehículos vendidos en EUA fueron afectados desde el 2008.
La “tranza” de VW no solo ha incidido en la salud de los usuarios de los vehículos “trucados”, también ha afectado al medio ambiente y ha tenido un elevado costo para esta empresa; en octubre del 2016 pactó con las autoridades de EUA pagar 17,500 millones de dólares como compensación a los propietarios de los vehículos afectados y a los concesionarios. En EUA VW deberá pagar una multa al Departamento de Justicia de 4,300 millones de dólares. En Europa en casi todos los casos donde el motor se ha visto relacionado con el “trucaje” se podrán arreglar con una actualización directa del software de la centralista y los motores 1.6 requerirán aparte de la actualización, la instalación de un estabilizador del flujo de aire para mejorar el proceso de combustión”. El número de vehículos “trucados” no solo tienen que ver con la marca VW (5 millones), también otras marcas donde la VW tiene participación accionaria, Audi (2.1 millones), Skoda (1.2 millones), y Seat (700 mil).
Los problemas de la VW y otras empresas automotrices contaminantes no han terminado. El 28 de julio pasado un juez del Tribunal de lo Contencioso Administrativo de Stuttgar, Alemania, falló a favor de una demanda presentada por la organización Ayuda para el Medio Ambiente Alemán que pedía prohibir la circulación de los coches diésel en la ciudad; la argumentación del Tribunal fue que “la salud de los habitantes tiene prioridad sobre los derechos de los propietarios de vehículos diésel”, ojalá que así se legislara en todo el mundo contra las empresas contaminantes de todos los sectores.
La Sentencia del Juez no tiene fecha de cumplimiento, sin embargo, ha puesto a temblar a la potente industria automotriz que da empleo directo a más de 800 mil personas en Alemania y factura cada año 450 mil millones de Euros. Los fabricantes de automóviles que “ya arrastran la crisis del Diselgate”, recibieron un nuevo golpe cuando en julio pasado la revista alemana Der Spiegel aseguró que las marcas más emblemáticas del país, VW, Daimler, BMW, Porche y Audi, habían pactado durante más de dos décadas un cartel para eludir las rigurosas leyes que rigen la competencia. El cartel se puso de acuerdo en materias tan sensibles como las tecnologías, los costos, los proveedores o la purificación de los gases contaminantes de los coches diésel. Las empresas declaradas culpables de violar las normas de la Unión Europea se enfrentan a multas de hasta 10.0% de su facturación total, 200 mil millones de euros en el caso de VW y 150 mil millones para Daimler.
El presidente de la Organización Ayuda para el Medio Ambiente Alemán, Jürgen Resch, piensa que 2018 será un año clave, por la sentencia de Stuttgart y varios fallos similares en tribunales de Múnich y Düsseldorf; en breve, su organización presentará demandas en otras 45 ciudades. De tener éxito, Alemania podría convertirse en la primera nación que prohíba los automóviles diésel. Ante las presiones sociales que reciente la industria automotriz varias empresas del ramo acordaron instalar un nuevo software en 5.3 millones de vehículos diésel modernos para relajar las emisiones contaminantes en más de 25.0% hasta finales del 2018; igualmente pactaron el fomento a la compra de coches no contaminantes o eléctricos, con descuentos y otras medidas.
Las sociedades en el mundo están indignadas por las respuestas parciales que la industria automotriz y otras industrias contaminantes están implementando para abatir los elevados niveles de contaminantes que flotan en la atmósfera, en ríos y mares, principalmente lo que se requiere son acciones drásticas para frenar el deterioro ambiental, castigar a empresas y gobiernos sin principios éticos básicos, que lo toleran.
En este contexto de la lucha contra la contaminación en junio pasado el Presidente Donald Trump en una suma de absurdas decisiones anunció el retiro de EUA del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, aprobado el 12 de diciembre de 2015 por 195 de los 197 países de la Convención Marco de la ONU (solo Nicaragua y Siria se negaron a ser parte del Acuerdo), considerado como el mayor logro en materia ambiental de la historia, no obstante, es evaluado como insuficiente y frágil. El Tratado indica que las naciones ricas deben dar apoyo financiero a las demás para ayudarlas a reducir sus emisiones de gases y adaptarse a los efectos del cambio climático; expertos en la materia opinan que las acciones contenidas en el Tratado deben ir más lejos si se quiere tener la posibilidad real de frenar el calentamiento global, un fenómeno sobre el que existe consenso entre la comunidad científica, pese a que hay quien no cree en él; Trump en su campaña presidencial llegó a decir que el cambio climático es “un invento de China” para dañar la competitividad de la economía estadounidense. China es el principal país contaminador del mundo, seguido por EUA.
Donald Trump justificó su decisión en argumentaciones económicas sesgadas y absurdas, particularmente “para proteger el empleo de EUA de un impacto devastador”, considera que el Acuerdo es una conspiración global para redistribuir la riqueza de EUA a otros países; dijo que este Acuerdo, como el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, “castiga al contribuyente y dan una ventaja competitiva a otros países”.
Para defender su decisión, Trump citó una serie de cifras tomadas de un informe elaborado por Nera Economic Consulting, una empresa que trabaja para la industria energética (altamente contaminante). El presidente indicó que de permanecer en el Acuerdo de París, el impacto en el PIB sería superior a tres billones de dólares en el curso de varias décadas, mencionó que la pérdida de empleos será de 2.7 millones para el 2025 y se elevaría a 6.5 millones en el 2040; significaría la eliminación de 285 mil empleos al año. El principal problema del fantasioso argumento de Trump, según la Resources for the Future, es que asume que el esfuerzo de la lucha contra el cambio climático caerá exclusivamente en la industria pesada, como la metalúrgica, la química, la petrolera y la automovilística. Habrá siempre ganadores y perdedores, indican que el costo del recorte se distribuye equitativamente. Trump, en un discurso en Pittsburg, dijo que ganó las elecciones para “defender los intereses de los ciudadanos de Pittsburg, no de París”.
“La retórica del presidente vuelve a chocar ahí con la realidad. La antigua ciudad del cinturón industrial de Pensilvania se transformó por completo. En esa transición apostó por embarcarse en la nueva revolución tecnológica y dejar atrás la vieja industria”. Los estudios en los que se fundamentó Trump no consideran los beneficios a largo plazo en la reducción de emisiones; por lo demás las grandes empresas multinacionales no comparten la “lógica” de Trump porque evalúan el Acuerdo de París como una plataforma para facilitar una respuesta global efectiva y equilibrada del cambio climático, un marco político para realizar inversiones, generar empleo y crecimiento económico.
Trump está dañando a EUA y al mundo, es urgente iniciar un juicio para destruirlo, sobre todo para evitar un conflicto mundial.
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