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sábado 02 de noviembre de 2024

Guía para el Año Nuevo Judío: algunas particularidades del Calendario Hebreo

Enlace Judío México.- Estamos a menos de tres semanas de celebrar el Año Nuevo Judío (Rosh Hashaná), y vale la pena hacer un repaso de ciertas peculiaridades que tiene el Calendario Hebreo, que se rige por criterios muy diferentes a los del Calendario Occidental (Gregoriano).

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El Calendario Hebreo es Lunar-Solar, a diferencia del Gregoriano (que es exclusivamente solar), o del Musulmán (exclusivamente lunar). El único calendario similar vigente en el mundo es el Chino.

Los meses inician con la Luna Nueva. Dado que el ciclo lunar tiene una duración promedio de 29.56 días, dos meses tienen un total de 59.2 días. Por lo tanto, lo más frecuente es que se alternen meses de 29 días con meses de 30 días. Los meses hebreos son los siguientes:

1. Tishrei (30 días)
2. Jeshván (29 días)
3. Kislev (30 días)
4. Tevet (29 días)
5. Shevat (30 días)
6. Adar (29 días)
7. Nisán (30 días)
8. Iyar (29 días)
9. Siván (30 días)
10. Tamuz (29 días)
11. Av (30 días)
12. Elul (29 días)

Este esquema provoca que 12 meses en total tengan 354 días en promedio, es decir, 11 menos que el año solar normal, cuya duración es de 365.26 días en promedio.

La Torá establece que la Fiesta de Pésaj (Pascua) debe celebrarse en el mes del Aviv. Esto es, en la Primavera (cuyo referente en la antigüedad era la maduración de la cebada). Por lo tanto, no se debe permitir que esa diferencia de 11 días entre el año de meses lunares y el año solar provoquen un desfase.

Me refiero a esto: supongamos que un año cualquiera Pésaj comienza el 12 de Abril. Eso significa que al año siguiente, comenzará 11 días antes, el 1 de Abril. Entonces, al año siguiente comenzará el 21 de Marzo, justo al inicio de la primavera. Pero entonces al año siguiente caerá en 10 de marzo, cuando todavía es invierno.

Para evitar este desfase, se agrega un mes extra llamado Adar Bet (es decir, Adar Segundo) después del mes de Adar (o Adar Alef, equivalente a Adar Primero), que es el anterior a Nisán (cuando debe celebrarse la Pascua). Este mes extra tiene 30 días.

Esto genera un año de 13 meses, llamado popularmente “bisiesto” (como el año de 366 días en el Calendario Gregoriano), pero cuyo término correcto es “embolismal”, con una duración promedio de 384 días.

Los años embolismales están perfectamente bien organizados. En la antigüedad, la norma era agregar tres años embolismales en cada ciclo de ocho años, pero desde el siglo V AEC el sistema se perfeccionó, y se estableció que se deben agregar 7 años embolismales por cada ciclo de 19 años.

Esta decisión se tomó a partir del hecho de que cada 19 años los calendarios solares y lunares pueden empatarse de un modo casi perfecto, apenas con una diferencia de dos horas.

Por ello, de cada ciclo de 19 años, los años 3, 6, 8, 11, 14, 17 y 19 son embolismales. Sin embargo, no todos tienen 384 días.

Esta situación se da debido a un problema muy singular que se deriva de la Halajá (normatividad jurídica) del Judaísmo. Por ejemplo: Shabat es un día de reposo, y no se puede hacer ningún tipo de trabajo en él. Esto incluye cocinar, porque para ello se requiere encender fuego, y eso está estrictamente prohibido en Shabat.

Por lo tanto, se evita que Yom Kipur -día en el que se celebra un ayuno estricto- caiga un día antes o un día después del Shabat. Sucede algo similar con la festividad de Sukot, en la que se deben agitar las llamadas “cuatro especies”, una acción que está también prohibida en Shabat. Por lo tanto, el último día de Sukot no debe coincidir con Shabat.

Para evitar que se dé esta situación, se aprovecha que el período en el que cae la luna nueva (es decir, el inicio del mes hebreo) generalmente queda repartido entre dos días solares diferentes. Por ello, se selecciona el más adecuado, cosa que se puede prever sin problemas gracias a los avances de la ciencia astronómica. El primer criterio es que si la luna nueva caerá después de las 6 de la tarde, Rosh Hashaná se celebrará hasta el día siguiente. El segundo criterio es que si la luna nueva comienza en domingo, miércoles o viernes, el inicio de la celebración de Rosh Hashaná se pospone también para el día siguiente.

Luego, se aplican ajustes en los meses de Jeshván y Kislev, que hacen que tengamos tres diferentes tipos de años:

1. Año Faltante, cuando Kislev tiene 29 y no 30 días
2. Año Normal, cuando Jeshván tiene 29 días y Kislev tiene 30
3. Año Completo, cuando Jeshván tiene 30 días

Entonces, si en el Año Normal se tiene un total de 354 días, en el Año Faltante hay un total de 353, y en el Año Completo un total de 355. Pero si uno de estos años corresponde al 3, 6, 8, 11, 14, 17 o 19 del ciclo de 19 años, entonces podemos tener un Año Embolismal Normal, de 384 días; o un Año Embolismal Faltante, de 383 días; o un Año Embolismal Completo, de 385 días.

De ese modo, el Calendario Hebreo es el único que puede tener años de 353, 354, 355, 383, 384 o 385 días.

Paradójicamente, se trata de un calendario de una sorprendente precisión. Tomando en cuenta todas las variantes posibles de acomodo de los años embolismales y la secuencia de años normales, faltantes y completos, se requiere de 247 años para que el ciclo se vuelva a repetir. Sin embargo, el siguiente ciclo comienza con una diferencia de 50 minutos en relación a la posición del Sol.

Para que dos años judíos puedan ser exactamente iguales en sus características y en su momento de inicio en relación al Sol, tienen que pasar 689,472 años.

En la antigüedad todo se resolvía del modo más empírico posible: por observación. Para declarar el inicio del mes, el Sanedrín requería que tres personas, por lo menos, dieran testimonio de que el filo de la luna creciente ya había aparecido en el cielo. Para que se pudiera celebrar la Pascua, igualmente se requería del testimonio oficial de que la cebada ya había madurado.

Era un método efectivo, pero limitado, sobre todo en temporadas de lluvias cuando las nubes del cielo podían estorbar la celebración. Además, este método siempre provocó un riesgo de imprecisión en las observaciones de las comunidades judías de la diáspora.

Poco a poco, la observación se fue complementando con el cálculo astronómico, y a partir de las reformas introducidas por Hillel II en el año 358 EC, todo comenzó a hacerse por medio de cálculos. De ese modo, los judíos dejamos de depender de la observación.

Por supuesto, Hillel II tuvo oposición por parte de muchos rabinos. Sin embargo, pronto se dieron cuenta que sus reformas calendáricas funcionaban, y su método de cómputo se consolidó como la norma a seguir.

Debe aclararse que Hillel II no le hizo cambios al Calendario Hebreo, como muchos piensan. Simplemente, implementó un sistema de cálculo (matemáticas muy avanzadas y, por supuesto, muy precisas) que permitió que las lunas nuevas pudieran preverse con toda precisión. Gracias a ello, todas las comunidades judías del mundo celebran las fiestas exactamente el mismo día.

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