Enlace Judío México.- No importa si bebes agua de la llave o compras agua embotellada, fibras de plástico microscópicas salen de los grifos de todos los lugares del mundo.
DAN MORRISON Y CHRISTOPHER TYREE
No importa si bebes agua de la llave o compras agua embotellada. Fibras de plástico microscópicas salen de los grifos de lugares tan distantes como Estados Unidos, Nueva Delhi o México para el consumo de personas, mascotas y ganado.
Investigadores de Orb Media recolectaron 159 muestras de agua potable en cinco continentes y notaron que 83% contenían plástico. Esta contaminación desafía la riqueza y la geografía: el número de fibras plásticas encontradas en el agua de grifo de la Torre Trump en Estados Unidos, no fue diferente de la que se encontró en las muestras de ciudades de África.
Orb encontró fibras plásticas en el agua embotellada de las principales marcas y en hogares que usan filtros. Una persona que bebe dos litros de agua al día, o bebidas como café, té y refresco, puede ingerir ocho fibras de plástico, el equivalente a más de 2 mil 900 al año.
El plástico invisible está dentro de nuestro organismo. Dentro de nuestros bebés. Dentro de la reina de Inglaterra. “La reina Isabel probablemente ha ingerido una buena cantidad de plástico, al igual que [el príncipe] Charles, y toda clase de personas”, dijo Mark Browne, un eco-toxicólogo de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia.
“Sabíamos que este plástico vuelve a nosotros a través de nuestra cadena alimenticia. Ahora vemos que vuelve a nosotros a través de nuestra agua potable. ¿Tenemos una salida?”, comentó Muhammad Yunus, galardonado con el Premio Nobel de la Paz y fundador del Banco Grameen, le comentó a Orb.
“Hemos sido advertidos antes sobre la amenaza del plástico para la vida y el planeta. Pero no me di cuenta del riesgo que corre nuestra vida hasta que se presentaron estas nuevas conclusiones de las investigaciones. Vemos que la soga se está apretando más y más alrededor de nuestro cuello”, dice Yunus.
El gobierno no sabe qué hacer
Pero los gobiernos no han examinado lo que el plástico en el agua potable, la comida y el aire podría significar para el bienestar humano. El gobierno de Estados Unidos no regula las partículas de plástico en el agua potable, tampoco el mexicano lo hace. “La investigación sobre la salud humana está todavía en sus primeros pasos”, dijo Lincoln Fok, un científico ambiental en la Universidad de Educación de Hong Kong.
Los científicos estiman que billones de piezas de plástico están bloqueadas en el casquete polar ártico que se está derritiendo y que un billón más flota en la superficie del océano.
Si bien se desconoce el volumen de plástico menos flotante que se esconde bajo las olas, un estudio realizado en 2015 encontró plástico en los intestinos del 28% de los peces en un mercado indonesio En California, el 25% de los peces y el 33% de los moluscos incluidos en la muestra contenían plástico.
Los investigadores temen que las partículas de plástico en los mariscos puedan contribuir a las enfermedades humanas al liberar las toxinas absorbidas por el agua contaminada y al secretar sus propios ingredientes químicos.
“Tenemos suficiente información a partir de la observación de la vida silvestre”, dijo Mason, presidente del departamento de geología y ciencias ambientales de la Universidad Estatal de Nueva York en Fredonia. “Si está afectando a la vida silvestre, ¿cómo pensamos que no nos va a afectar a nosotros de alguna manera? Lo que no sabemos es qué implicación podría tener para la salud humana.”
El plástico se niega a desaparecer
El mundo produce 300 millones de toneladas de plástico cada año. Más de 40% se usa una sola vez, a veces por menos de un minuto, y se desecha. Pero este material persiste en el medio ambiente durante siglos.
Las fábricas del mundo producen más de 300 millones de toneladas de plástico cada año: ese es el peso equivalente a 46 Grandes Pirámides de Guiza cada 12 meses.
Más del 40 por ciento de ese plástico –contenedores, bolsas plásticas de supermercado, popotes– es usado una vez para luego ser desechado. Eso es el equivalente a 18 Pirámides lanzadas a la basura. O al río.
Si se deja en el campo cualquier cosa fabricada antes de la década de los cuarenta, desde una antigua hacha china hasta un motor de vapor escocés, a través de las estaciones y los años, el metal se oxidará y se escamará, la madera se desmoronará y se pudrirá, y estos artículos de uso humano volverán a la tierra.
Pero el plástico es todo lo contrario. El frágil tenedor que usamos en el almuerzo puede romperse pero, a falta de fuego, no será destruido. Mientras el hierro y el acero se convierten en óxido, la única concesión del plástico es fragmentarse en trozos cada vez más pequeños de sí mismo hasta alcanzar un tamaño microscópico, un contaminante que persistirá durante miles de años.
El plástico que llevas puesto
De las rutas que las fibras de plástico podrían seguir en el medio ambiente, los científicos han confirmado solo una, y es probable que las llevemos puestas. Los tejidos sintéticos –lana, poliéster, licra y fibras de acrílico– desprenden fibras con cada lavado. Las estimaciones varían, de mil 900 fibras emitidas por una sola prenda a 700 mil por lavar sólo 6 kilos de ropa.
De la misma manera que un gato pierde pelaje, la ropa emite plástico. Las alfombras, la tapicería y otros tejidos sintéticos de trama apretada desprenden fibras. A partir de ahí, y esto es fuera de teorías, se dispersan en el viento, tal vez para rodear a la Tierra como ceniza volcánica o humo industrial.
Esto ayudaría a explicar cómo las fibras plásticas llegaron al agua de grifo de los distritos del Ecuador los cuales son abastecidos por arroyos de montaña.
“Lo que encontramos es que las microfibras están en todas partes”, dijo la fundadora del proyecto Rachael Miller. “Están en las regiones alpinas donde no hay mucha gente, están en las regiones ligeramente pobladas, están adyacentes a la ciudad de Nueva York y se dirigen hacia el océano”.
Las preguntas sin resolver
Si las fibras sintéticas están en el agua de grifo, también están en los alimentos —panes y masa, pasta, sopa y leche en fórmula para bebés— ya sea que vengan de la cocina o de los estantes de los supermercados.
“No solo se trata de estar expuesto al plástico”, dijo Mason. “Desde el momento en que un bebé nace hoy en día, ya ha sido expuesto a 300 productos químicos sintéticos. Si se trata de examinar la fuente certera de cualquier efecto sobre la salud humana que se vaya a experimentar a medida que se envejece, no hay manera de hacerlo.
Un artículo reciente de la revista Lancet Diabetes & Endocrinology estimó que los alteradores endocrinos costaron a los Estados unidos 340 mil millones de dólares estadounidenses, el 2.33 por ciento del producto interno bruto, en el año 2010 debido a factores como las discapacidades intelectuales de 43 mil niños expuestos a estos productos químicos; 33 mil casos de obesidad juvenil y 3 mil 600 incidentes de cáncer testicular. A la Unión Europea le cuestan 217 mil millones, o 1.28 por ciento del PIB.
Las posibles soluciones
El reto es crear nuevas sustancias con las cualidades de funcionamiento de los plásticos actuales. Hay mucho que hacer. Los bioplásticos, polímeros biodegradables hechos de fuentes vegetales como el almidón de maíz y la raíz de tapioca, en lugar de petróleo, son una alternativa emergente.
Nadie espera que los productos del hogar dejen plástico o químicos relacionados al plástico en su organismo. Ninguna marca o fabricante pide permiso para ponerlos allí. Los reguladores, la industria y los investigadores independientes toman decisiones lentas y a veces contradictorias sobre qué cantidad de un contaminante dado puede ser segura.
Los primeros estudios acerca de los efectos sobre la salud de los plásticos microscópicos en los seres humanos están apenas comenzando ahora; no se sabe cuándo los gobiernos podrían establecer un umbral seguro. Aún más lejos están los estudios de la exposición humana a partículas de plástico a escala nanométrica, de plástico medido en las millonésimas de milímetro.
“Dado que el problema del plástico fue creado exclusivamente por la indiferencia de los seres humanos, este problema puede solucionarse prestándole atención”, dice Muhammad Yunus, galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2006. “Ahora lo que necesitamos es la determinación para hacerlo antes de que sea demasiado tarde”.
Fuente:eluniversal.com.mx
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