Enlace Judío México.- Estamos analizando los 7 niveles de Teshubá, arrepentimiento, que formuló el Rab Abohab en su libro Menorat haMaor.
RABINO YOSEF BITTON
El 5to nivel mencionado por el Rab Abohab es cuando uno se arrepiente después de haber sufrido o pasado dificultades. Esas dificultades pueden o no estar relacionadas con nuestro errado proceder. Veamos.
Explicamos anteriormente que las experiencias negativas, por ejemplo un problema de salud, o laboral o económico, son vistas por nuestros Sabios como vivencias que ayudan a alcanzar el perdón Divino. (ver https://conta.cc/2g2cby1 donde mencionamos nuestras limitaciones para entender por qué a veces las cosas malas le suceden a la gente buena). En el texto que estamos explorando hoy, sin embargo, NO estamos analizando la relación entre sufrir y ser perdonado, sino la relación entre sufrir y arrepentirse. En otras palabras, este texto analiza de qué manera las malas experiencias nos inspiran y nos empujan a restablecer nuestra relación con el Creador.
Hay un párrafo muy famoso en la Torá, en el libro de Debarim (Deuteronomio) capítulo 4, versículo 30 que se refiere a la Teshubá colectiva, es decir, al arrepentimiento del pueblo de Israel cuando termine su cautiverio, su regreso a HaShem y la renovada observancia del pacto que tenemos con Él. Así dice la Torá: Y al final de los días, cuando hayas vivido en medio de todas esas angustias y dolores, volverás a HaShem tu Dios y escucharás su voz.
El arrepentimiento clásico, el más común, llega como consecuencia de haber sufrido odio, persecución y muerte, en este caso en manos de las naciones en las que fuimos exiliados
Este tipo de Teshubá, madurar luego de sufrir, no es lo ideal pero es muy frecuente. Y pasa de muchas maneras. Muchas veces una persona judía que no vive una vida de observancia sólo se despierta y comienza a asumir su identidad judía cuando sufre el desprecio, el odio o las burlas del antisemita.
También sucede que muchos Yehudim se acercan más a Dios y a la Torá, por ejemplo, después de haber perdido a un familiar. Cuando uno pierde un ser querido al principio se rebela, pero luego, en la medida que uno avanza en las etapas del duelo, llega a la aceptación de la nueva realidad y se reconcilia con HaShem. Muchas veces la reconciliación nos lleva a un nivel superior al anterior, a una relación con Dios que es ahora más estrecha de la que teníamos antes de sufrir nuestra pérdida.
Sufrir es a veces la única manera de madurar, crecer, entender y valorar. Cuando nada nos falta y tenemos poder, recursos y salud para disfrutar de una calidad de vida material muy alta, nos podemos olvidar de HaShem, y sin planearlo asfixiamos nuestra vida espiritual. Equivocadamente, pensamos que Dios está allí, esperando a que yo me acuerde de Él solamente cuando lo necesito…. Y ni se nos ocurre agradecerle a HaShem por habernos dado todo lo que tenemos.
Un padre le enviaba dinero a su hijo que estudiaba en el exterior todos los meses. El padre lo llamaba al hijo muy seguido, pero el hijo nunca tenía tiempo para hablar con él. Y ni se le ocurría agradecerle a su padre por acordarse de él todos los meses. El padre, conscientemente, dejó de mandarle dinero. Al principio el hijo no dijo nada, pero a los dos meses, cuando se acabaron sus reservas, lo llamó. “Papá, ¿cómo estás? Hace mucho que no hablamos. ¡Ah! dicho sea de paso, no me mandaste dinero ¿te olvidaste de mí?”
El generoso padre, que no se olvidaba de su hijo, tuvo que hacer pasar a su hijo por privaciones para que este se despertase y valorase a su padre. El padre se vio obligado a interrumpir su generoso proceder para que su hijo se acordase de él y volviera a comunicarse. El Rab Abohab explica que lamentablemente muchos seres humanos (posiblemente la mayoría de nosotros) nos acordamos de Dios más para pedirle que para agradecerle. Es como si a veces el último recurso de Dios para llamar nuestra atención, fuera interrumpir su lluvia de bendiciones (salud, necesidades materiales, etc.) y así trata de despertarnos del materialismo y del letargo espiritual. Desde este punto de vista las privaciones y el sufrimiento deben ser interpretados por nosotros mismos como llamados de atención de Dios para arrepentirnos y volver a acordarnos de Él, quizás porque hemos fallado en agradecerle por todo lo que nos dio.
Fuente: halajadeldía
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