Historia de Israel – Capítulo 2

Enlace Judío México.- Con la ascensión de Ciro al trono persa, y su victoria sobre Babilonia, se cumpliría la visión profética del regreso a Sión. Emitido el decreto que permitía el regreso, dado el nivel bienestar y prosperidad que proporcionaba Babilonia, sólo una minoría, no más de 50.000 en la primera tanta, seguirían los pasos de Abraham de sacrificar el bienestar material con el que vivían por el deseo de volver a suelo patrio y reconstruir su nación.

IOSEF NEIRA

La tierra a la que volvían los israelitas ya no era un territorio donde manaba la leche y la miel, sino una ”que devora a sus habitantes”. Aún así, apoyados por los que se quedaban con oro, plata, vacas y otros bienes, esta primera aliá, de hombres dotados de convicción y voluntad, regresaron y lucharon los primeros años, con todo tipo de adversidades y decepciones. La reconstrucción del Templo era una empresa difícil que dificultaban más aún los deliberados esfuerzos de los no judíos que se habían radicado en el país para obstruir esta labor.

Echados los cimientos al segundo año del regreso, la construcción sólo sería terminada veinte años después en 516. El regreso de Nehemías en 444, y de Ezrá en 397, dos hombres que encabezaron un movimiento para salvar a Jerusalém de la desintegración, cuando llegaron a Babilonia noticias de la desesperada situación de Judá, permitió reorganizar la vida nacional con tanta eficiencia que se pudo soportar las tempestades ocasionadas por las tensiones internas y la hostilidad externa. Además de los pesados impuestos a un pueblo empobrecido, se vivía en constante temor a sus vecinos, los samaritanos, por lo que Nehemías lo primero que hizo fue construir las murallas de Jerusalém, trabajando con una mano mientras en la otra se esgrimía el arma.

Cuando Alejandro emprendió su carrera de veloces conquistas en Asia en 334, Judá vivía sin sobresaltos bajo el dominio persa. Era una provincia pequeña, alejada de las rutas comerciales costeras que unían Asia con África, que los samaritanos, sirios y fenicios habían condenado a la oscuridad política y al atraso comercial. Con la conquista de Judá por Alejandro en 332 comenzaría una época de profunda influencia en el mundo judío. Tras la muerte de Alejandro, los judíos serían gobernados por dos regímenes sucesivos. El imperio tolemaico al sur, con sede en Egipto, desde 301 a 198, y el imperio de los seléucidas en el norte, con su sede principal en Babilonia.

Los griegos consideraban a los judíos un pueblo extraño, tenaz como ninguno en sus peculiaridades heredadas. Pero también adivinaban su moral superior. Se encontraron con una ”nación de filósofos”, un pueblo gobernado por sacerdotes y unido a su fidelidad a una ley trasmitida por Dios. Durante el siglo de dominación tolemaica, la helenización se conservó marginada de la vida de Judá. En las ciudades griegas que la rodeaban, los judíos aprendieron las costumbres y el idioma griegos. Las clases superiores de Judá fueron arrastradas por la poderosa influencia de la nueva cultura. Entre los judíos se formarían dos partidos, los helenizantes y los antihelenizantes, y ambos se disputaron el alma de la nación.

Sería en Alejandría donde la influencia griega daría forma a una cultura judía original, que influiría sobre la filosofía del mundo antiguo, pero principalmente en la del cristianismo primitivo. Los judíos de Egipto, enviados por la fuerza por Tolomeo I, poco después de la fundación de Alejandría, fueron liberados luego por Tolomeo II. Tenían plena autonomía religiosa y cultural, exentos de todo deber que entrase en conflicto con su religión, como el de rendir honores divinos al rey. Los soberanos helénicos como la mayoría de los emperadores romanos más adelante, consideraban a los judíos un elemento digno de confianza entre la población. En la diáspora, el helenismo tuvo una profunda repercusión sobre los judíos, llegando el griego a ser la lengua madre de los judíos, permitiendo a éstos estudiar los escritos de los filósofos griegos y encontrar similitudes con los ideales hebreos. Por el contrario en Judá, el helenismo implicaba idolatría, impiedad, amoralidad y paganismo. Los judíos se abstenían del teatro y el gimnasio, pocos hablaban el griego, mirando a la nueva cultura con firme escepticismo. Aún así, Jerusalém y la diáspora se reforzaban mutuamente. La posición política de Judea era realzada por sus ”colonias”, y ellas buscaban un refuerzo político pero principalmente moral.

Todo cambiaría bajo el nuevo dominio de los seléucidas en 198, el helenismo misionero de éstos se atrincheró en el territorio mismo de los judíos, negándose los seléucidas a dejarlos en paz en su aislamiento espiritual. El partido gobernante en Jerusalém adulaba todo lo griego y se apartaba de muchas cosas judías. El resentimiento del pueblo, fiel a su fe, quedaría expresado en el libro de los Macabeos. Los helenistas judíos se esforzaron en convertir a Jerusalém en una polis griega, hasta el punto de permitir ritos paganos en Judea. Se establecería un esquema que se repetiría, hasta aún en nuestros días, en que las clases superiores se asimilaban a las culturas extranjeras, mientras que las masas, se aferrarían estrechamente a su herencia judía. Haciendo caso omiso de la libertad tradicional en cuanto a observancia religiosa, Antioco introdujo costumbres paganas en Jerusalém y en las aldeas de Judá. Saqueó el Templo de Jerusalém para financiar sus campañas militares contra Egipto, habiendo decidido que Judá sería tratada como las demás provincias seléucidas, y obligar a los judíos a abandonar su individualismo.

Jasón, quien había llegado a ocupar el cargo de sumo sacerdote sobornando a Antioco, en apariencia guardián de la ley, no sólo cooperaba con éste proveyéndolo de fondos, sino también estimulando las costumbres griegas, de acuerdo a la política real de difundir la cultura helénica en todo el reino de los seléucidas. Jasón construyó luego un gimnasio en que los sacerdotes jóvenes compitieron desnudos en los juegos atléticos. Pronto éstos abandonaron sus vestiduras sacerdotales para usar la indumentaria griega. Nada tiene de asombroso entonces, que el pueblo se volviera airado contra sus caudillos. Antioco de regreso de una derrota local en territorio egipcio, entró en Judea a la cabeza de un vasto ejército masacrando a miles de judíos, profanó el Templo y puso fuera de la ley el judaísmo… quedaba el terreno dispuesto entonces para la que sería conocida y recordada hasta nuestros días como la rebelión de los macabeos

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Silvia Schnessel: Silvia Schnessel es corresponsal de Enlace Judío en España. Docente y traductora, maneja el español, el hebreo, el francés, el inglés y el catalán. Es amante del periodismo, del sionismo y de Israel.