Tiro al aire / Otro año nuevo y sus promesas

SHULAMIT BEIGEL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICOEn unos días será Rosh Hashana, con sus perdones y promesas vanas, hoy deseadas con solo apretar una tecla del celular. Después vendrá el día de hacer kaparot, antes de Yom Kipur, conjuros o exorcismos, defensas contra el enemigo que siempre es el malo, para poder seguir pecando con algo que nos proteja un año más.

Vivimos en una época de mundanal laicismo. Las consignas religiosas se han secularizado, se han degradado, convirtiéndose en consignas políticas. Pero siguen sirviéndonos para lo mismo: Feliz Año Nuevo, Año de Paz, Año de Amor, conjuros y promesas que nos libertarán de todo aquello a lo que más tememos: la guerra y su muerte. Muchas de estas consignas, a lo largo de la historia, han sido solo deseos imposibles, como: “Proletarios del Mundo Uníos”. Muchas otras, falsas conclusiones, auténticas trampas de la fe y la ingenuidad.

Yo, francamente, y desde hace un tiempo, he dejado de creer que el año siguiente será mejor.

Las palabras se las lleva el viento, como dice un amigo mío. Palabras sin sentido muchas veces. Viendo la realidad por la que ha pasado el mundo, pienso que está perdido. Pues sí, un mundo perdido y sin salida. Sé que el mesías nunca llegará, que no ganaré la lotería, que no habrá paz en Medio Oriente, que no tendremos un mundo mejor, más equitativo y sin tantos odios, sé que no seré correspondida en el amor de tanta gente que quiero y no me quiere, que siempre habrá divisiones entre israelíes y palestinos, y que mis amigos, árabes, israelíes (y argentinos), seguirán con la esperanza de que todo mejorará así nomás, hablando, aunque en realidad no hagan nada para ello. Y que si tratan de hacer algo, se darán contra la pared. Todo esto me parece muy triste.

Quien vive de esperanzas, morirá de ayuno, dicen por ahí. Perdónenme esta banalidad aquellos que se alimentan de religión y espíritu. Creer no cuesta nada, y uno se auto engaña. La mayoría prefiere cerrar los ojos y seguir recitando plegarias, conjuros y palabras, con la esperanza de que el año que entra sea mejor.

Sé que a los “esperanzados” no les gustará esto que escribo. Hablarán mal de mí por no creer. ¿Pero no será que tal vez no andan tan seguros de que el año entrante será mejor? ¿Que saben que sin trabajar para ello, y solo esperando, o hablando, no se puede cambiar la temperatura, el clima, ni los vientos traicioneros de Irma?
La historia nos recuerda que siempre ha habido promesas falsas. Dijeron: ¡No pasarán! Y pasaron. Dijeron: ¡Venceremos! y no vencieron. Dijimos: “Shalom”, “Salam”, “Peace”, y no hay paz. Quisimos alejar el fascismo, el antisemitismo, las derrotas, los sufrimientos, pero siguen ahí.

Decir Shalom o Salam o Peace o Paz, es como para echar afuera a los demonios y tranquilizar a niños y adultos, convenciéndolos de que el año próximo será mejor, más dulce, como para darnos y darles ánimos ante los peligros inminentes.

Pedir a gritos que haya Paz ¿no será más bien como poner un pararrayos, que atraerá la próxima tormenta? Yo me digo y me pregunto. Gritar consignas es propio de quien solo conoce las derrotas, pues quien está seguro de algo no tiene necesidad de vociferar a los cuatro vientos ofreciendo o pidiendo lo imposible en un desesperado intento por lograrlo.

Pero hay quienes necesitamos creer en la desaparición de nuestras pesadillas. Aunque sea con promesas vanas, que cuanto más se proclaman, menos se cumplen. Y por mucho que las gritemos no tienen necesariamente que ser ciertas. Todos los fascismos, habidos y por haber, pasaron y seguirán pasando por encima de promesas y cadáveres.

Aún siguen esperando la Victoria final los que la entonan a gritos. La policía británica detuvo hace unos días a cuatro miembros del Ejército británico acusados de pertenecer al grupo neonazi ilegal National Action, un grupo “racista, antisemita y homófobo”. Es solo un ejemplo de tantos.

Y sin embargo, y a pesar de todo, de las promesas que solo prueban los temores encerrados en el corazón humano, y su infinita capacidad de engaño al acudir a las piadosas mentiras, hay momentos en que todavía pienso que existe algo o “algos” en que creer.

En aquellas pequeñas o grandes cosas que le dan sentido a la vida. Yo por ejemplo, en mis sueños, creo que la humanidad algún día irá por un buen camino, donde al final nos espera un porvenir sin miseria ni explotación, que la razón triunfará, y que los seres humanos tendremos en algún momento una vida mejor, con menos discriminación y racismo, aunque luego me despierte y vea que solo fue un sueño, que la razón no ha triunfado, que el bien no se ha impuesto, y que se fueron El y Esperanza de vacaciones nuevamente. Pero no importa, y mientras tanto, les deseo de todo corazón Shana Tova.

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