¿Por qué celebramos Rosh Hashaná en Tishrei?

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Enlace Judío México.- Este es un tema que desconcierta a muchos, debido a que en Éxodo 12:2 se da la orden explícita de que Nisán (el mes en el que se celebra el Pésaj o Pascua) “será el primero de los meses del año”.

IRVING GATELL EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

¿Por qué, entonces, el Rosh Hashaná se celebra en Tishrei?

Nótese, antes que otra cosa, que la orden del Éxodo no dice nada respecto a que Nisán sea el mes designado para “recordar la Creación”. Si es designado como “el primero de los meses”, es por su importancia como mes en el que se conmemora la liberación de Egipto. Es decir, es el primero de los meses por lo que representa para la memoria histórica del pueblo judío.

Tishrei no tiene nada que ver con eso. El 1 de Tishrei se celebra Rosh Hashaná (Cabeza del Año, literalmente) porque es cuando se conmemora el aniversario de la Creación (un evento de implicaciones universales, no sólo para el pueblo judío).

¿De dónde surge esa noción de que el aniversario de la Creación es en Tishrei?

Una idea muy generalizada en muchos lectores de la Biblia —y que es completamente errónea— es la de que todo el contenido bíblico es algo así como “una revelación especial” dada por D-os al pueblo de Israel, aislada de todo precedente o contexto.

Me refiero a esto: asumen (aunque la mayoría de las veces no se han puesto a pensar detenidamente en el tema) que, por ejemplo, el pueblo de Israel no sabría nada de la Creación, y D-os le reveló a Moisés qué fue lo que sucedió con Adán y Eva. O que el pueblo de Israel no tenía una noción definida sobre prácticas religiosas, y D-os instituyó todo un sistema sacrificial para que esa fuera la religión del antiguo Israel.

Eso es erróneo de principio a fin. Aún desde la perspectiva religiosa que acepta la revelación divina como un hecho, lo cierto es que el pueblo de Israel tenía un bagaje cultural, el cual estaba enmarcado en el contexto de los pueblos del antiguo Medio Oriente y Mesopotamia.

Podemos ver un severo error de apreciación en el otro extremo, el de algunos detractores de la Biblia: asumen que todas las historias bíblicas “se le copiaron a los sumerios” y son, por lo tanto, un rudimentario plagio.

Ni una ni otra. Es algo tan sencillo como cultura, y la cultura tiene sus modos de desarrollarse y perpetuarse.

Es cierto que el referente obligado de muchas de estas expresiones debe ubicarse en tiempos de los sumerios. Sin embargo, debido a las diferencias de idioma entre el sumerio y el hebreo, en este caso no encontramos un referente claro a lo que implica el mes de Tishrei. Pero lo encontramos en el idioma Acadio.

Los acadios fueron el pueblo semítico que, un poco más de 12 siglos antes de la fundación del antiguo reino de Israel, recuperaron la cultura sumeria y la adaptaron a sus propios puntos de vista.

La palabra acadia para decir “principio” es TASHRITU, y es evidente que se trata del origen etimológico del nombre TISHREI (recuérdese que en los idiomas semíticos sólo se escriben las vocales, por lo que es evidente el vínculo entre ambas palabras ya que comparten la raíz T-SH-R-I).

En el idioma hebreo este origen etimológico se hace evidente en otro detalle: son las letras que se usan para la palabra hebrea “principio”, aunque en diferente orden: RESHIT (R-SH-I-T).

La tradición talmúdica sabe perfectamente bien de esta situación, y por eso a veces juega con esta técnica de anagrama (obtener palabras o frases nuevas a partir de reordenar las letras de una palabra o una frase). Un ejemplo clásico es la consigna de tomar la palabra SEFARAD (S-P-R-D) y leerla de un modo distinto: PARDES (P-R-D-S). Así, se entiende que el antiguo nombre hebreo de España (Sefarad) es, en un sentido espiritual, similar al Paraíso (Pardés).

Sucede lo mismo con Tishrei y Reshit. Génesis 1:1 dice “en el principio (be-reshit) creó D-os los cielos y la tierra”, lo que hace posible leer “en Tishrei (be-Tishrei) creó D-os los cielos y la tierra”.

Demostrarlo es sencillo: desde los sumerios, todas las culturas mesopotámicas y de Medio Oriente celebraban el aniversario de la Creación en las épocas próximas al inicio del otoño. Generalmente, en la Luna Nueva más próxima (es decir, en el día que corresponde al inicio de Tishrei en el Calendario Hebreo).

La idea de que hay un aniversario de la Creación no fue inventada por el pueblo israelita. Simplemente, cuando apareció Israel en el panorama histórico, todos los pueblos de la zona ya tenían bien asentada esta creencia de que el aniversario de la Creación del mundo había sido en Tishrei o su equivalente, y en el antiguo Israel no se encontró ninguna necesidad de cuestionar ese dato.

La Torá lo da por sentado de un modo que aparentemente no dice nada. En Levítico 23:24 se nos dice: “Habla a los hijos de Israel y diles: En el séptimo mes, en el primer día del mes, tendréis día de reposo; un memorial al sonido de trompetas, una santa convocación”.

Por “séptimo mes” se refiere a Tishrei, siguiendo la lógica de que el primer mes es Nisán.

Esta es la única ocasión en la que se ordena que en el primer día del mes se haga una “santa convocación”, pero no se especifica el motivo.

¿Por qué? Tan simple como esto: en el tiempo en el que se escribió esta ordenanza, todos sabían que el primer día de ese mes se celebraba el aniversario de la Creación. Como ya señalé, era una celebración normal en todo el antiguo Medio Oriente desde siglos atrás, por lo que el texto bíblico no necesitaba especificar de qué se trataba el asunto. Simplemente, se regula el modo en el que se debía celebrar (“un memorial al sonido de trompetas”).

Comprender esto nos obliga a plantearnos otra pregunta: ¿De qué se trata, entonces, la revelación divina?

Una cosa es definitiva: no se trata de inventar la rueda. Con ello me refiero a que no se trata de inventar conceptos desconocidos para el antiguo Israel, como si todo tuviese que ser obligatoriamente una innovación.

Se trata, antes que otra cosa, de darle un sentido y significado nuevo.

Regresemos al ejemplo de los sacrificios: en realidad, la revelación divina en la Torá no “establece” que la religión de Israel tenga que ser a partir de sacrificios. Más bien, los sacrificios eran lo más normal en todas las prácticas religiosas, y no sólo en Israel, sino en todas las naciones circunvecinas. Es decir: todos practicaban sacrificios, y eso desde siglos antes.

Entonces, la Torá no inventó los sacrificios. Sólo vino a darles un nuevo significado: para las culturas antiguas, los sacrificios eran el modo de contentar a las deidades. La creencia era que así como los seres humanos encontramos un placer muy especial con la comida —porque somos cuerpos físicos—, los dioses encontraban ese mismo placer con los aromas —porque eran inmateriales—. Y se creía que su aroma favorito era el de la carne quemada.

La Torá vino a darle un significado distinto a eso que era una práctica hasta rutinaria. Los sacrificios en la Torá están íntimamente relacionados con la noción de arrepentimiento. Para los antiguos israelitas, presentar un sacrificio dejó de ser un simple intento por poner de buenas a un dios, y pasó a ser un compromiso de que se iba a corregir una conducta errónea.

Es decir: se le dio un sentido moral a algo que, previamente, no lo tenía.

Sucede lo mismo con el relato de la Creación: a juzgar por todo lo que encontramos en Génesis 1 y 2, la Torá señala que todo el proceso mediante el cual el Universo se convirtió en una realidad tangible implica, desde ese momento, un asunto moral.

La forma más sublime en la que esto se expresa es la noción de que el ser humano fue creado como Imagen y Semejanza de su Creador, y por eso se le encomienda lo más sagrado: ser copartícipe en el proceso de creación. Por eso, en el relato del Jardín del Edén se deja en claro que D-os sólo creó ese lugar, y luego puso al hombre allí. Los sabios judíos explican que esto fue así porque el plan divino, desde un principio, fue hacer una Creación limitada (sólo el Edén) para que el ser humano se encargara de crear lo demás.

Ese es el mensaje más profundo de la celebración de Rosh Hashaná: las cosas, la vida misma, deben tener un sentido.

La existencia no es un accidente del Cosmos.

Y nótese: lo de menos es cómo expliquemos el origen de la existencia. Así como los israelitas de antaño no tuvieron ningún inconveniente con la idea predominante (que la Creación había sido hecha el día 1 de Tishrei), y simplemente se dedicaron a buscar el sentido final de ese hecho (que aquí estamos), el ser humano moderno tampoco debería estar en conflicto con lo que la Ciencia ha investigado y demostrado respecto a nuestro origen. Concretamente, respecto a la Teoría de la Evolución, algo ya aceptado como un hecho científicamente demostrado.

Porque el problema no es cómo llegamos aquí. La omnipotencia de D-os significa que pudo ser de cualquier manera.

El detalle es que aquí estamos, y necesitamos darle sentido y significado a nuestra existencia. Y hay que empezar por donde la Torá empieza: por entender que fuimos creados a Imagen y Semejanza de nuestro Creador.

Algo que tiene muchas implicaciones, mismas que explicaremos en la próxima nota

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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.