En la fase final de la guerra, el pueblo sirio prefiere a Rusia antes que a Irán

Enlace Judío México.- Durante la semana pasada, los medios oficiales iraníes han estado analizando el final de la guerra civil siria y la derrota de los takfiries del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), en especial las derivaciones de ese evento de cara a lo que podría ser una complicada relación futura entre Teherán y Damasco que el diario Al-Arabiya editorializó en una publicación del fin de semana. El papel de Irán en la tragedia siria, también disparó el debate dentro de la sociedad iraní.

GEORGE CHAYA

¿Qué hacemos allí? Es una pregunta repetidamente planteada en las redes sociales por muchos iraníes. La respuesta proporcionada por las autoridades khomeinistas fue que “Irán está luchando en Siria para evitar la caída del presidente Bashar Al-Assad, ya que su padre, Haffez al-Assad, fue un aliado vital durante la guerra contra el Irak de Saddam Hussein en los años ’80; y hoy, su hijo Bachar es un miembro importante del frente de la resistencia encabezada por Irán junto a Hezbollah y Hamas contra el sionismo”.

Sin embargo, esa respuesta no logró convencer a mucha gente. Entonces se citó otra razón: “Irán está luchando en Siria para impedir la destrucción de los santuarios chiítas”. Medios oficiales publicaron listas y fotos de tales santuarios. No obstante, eso también fue desafiado por los “críticos”, que rechazaron (por dudosas) las afirmaciones del régimen ya que más del 90 % de los sitios sagrados chiítas sirios resultan ser lugares de sepulturas de antiguos profetas judíos y eruditos musulmanes sunitas.
La última y actual justificación citada por Teherán para el papel de Irán en la guerra Siria -que ha dejado cerca de 500 mil muertos- es que “la República Islámica necesita un acceso seguro a la frontera con el Líbano para fortalecer a Hezbollah”.

La parte siria de ese corredor estratégico bordea fértiles llanuras al sur de Damasco. De allí la idea del régimen de un acuerdo con Turquía con la bendición de Rusia.

Bajo ese acuerdo, “Irán colocará tropas en una zona al sur de Damasco, mientras que Turquía asumirá el control de un trozo de territorio sirio en la región del Idlib”. Se supone que el supuesto acuerdo recibirá una fachada oficial durante -o aún después- de las conversaciones en Astana, Kazajstán, bajo los auspicios de las Naciones Unidas.

Si se pone en práctica un acuerdo de ese tipo, reflotará un viejo plan ruso y favorecerá la división de Siria en cinco segmentos; con Rusia, Turquía e Irán dominando tres y EEUU y sus aliados árabes y kurdos presentes en los dos restantes. El plan ruso puede terminar, o por lo menos atenuar la lucha por un tiempo, pero los riesgos que conducen a la destrucción de Siria como un Estado-nación unificado estarán presentes peligrosamente en el largo plazo.

Sin embargo, una mirada más cercana a la realidad siria podría mostrar que el esquema ruso-iraní-turco está condenado al fracaso, sencillamente porque a pesar de casi siete años de tragedia, el sentido de unidad en siria sigue siendo lo suficientemente fuerte como para frustrar supuestos apetitos imperiales. Por lo cual, en ese contexto de análisis, Irán tiene menos posibilidades de posicionarse favorablemente ante el pueblo sirio que Rusia.

En la región del Idlib, Turquía tiene la ventaja de la contigüidad territorial con Siria, un hecho que le facilita la logística y permite una intervención militar significativa para perseguir sus ambiciones políticas. Los turcos tienen estrechos vínculos con algunos elementos del Kurdistán iraquí y podrían utilizarlos para influir en -al menos- un segmento de sirios kurdos para que acepten la “zona propiciada por el plan ruso” como la opción menos mala. La presencia de pequeños grupos de turcomanos y turco-circasianos, una minoría en la zona, es un beneficio adicional para Ankara.

Rusia también está en una mejor posición que Irán para asegurar un trozo de la torta siria. Gracias al monopolio de su poder de fuego en el espacio aéreo sirio, la fuerza aérea rusa puede utilizarse en apoyo de cualquier diseño sobre el terreno. Gran parte “de la torta” codiciada por Vladimir Putin está en el Mediterráneo, fácilmente defendido y administrado por el poder naval de Moscú. Por otra parte, una mayoría de la población local cercana a Assad ya manifestó su preferencia a una alianza completa con Rusia y no en alianzas que podrían en peligro la secularidad histórica del país, algo que el régimen del “Guía Supremo”, Ali Khamenei, no garantiza según autoridades religiosas sirias. La República Islámica tiene pocas chances con “ésta” cúpula del partido Ba’ath sirio en la post-guerra.

Siria no es el Líbano, donde los chiítas, que representan un tercio de la población, siempre han mirado a Irán como protector. En épocas diferentes, en los apogeos del pan-arabismo de Nasser, bajo el gobierno del Shah, Irán fue visto incluso por los cristianos libaneses como una fuerza de contrapeso y protección. La presencia e influencia iraní en Líbano se remonta a las primeras etapas de la dinastía safávida, hace más de 500 años, a través de estrechos lazos familiares, especialmente entre el clero y las familias tradicionales de comerciantes.

Por el contrario, Siria siempre ha tenido una imagen negativa en la visión religiosa iraní que la consideraba como la base de los Omeyas, cuyo califato fue destruido por una revuelta iraní dirigida por Abu-Muslim Khorasani. Visto por los mullah’s, Damasco es considerado como “la Puerta del Infierno”, porque fue allí, según la historia, que Hussein bin Ali, el tercer Imam chiita, se enfrento al califa omeya Yazid.

También los intentos de Teherán de asimilar a los alawitas sirios como “casi chiítas”, merecedores de “protección” como los chiítas libaneses, han fracasado. Ningún ayatollah accedió aun a cancelar las innumerables fatwas históricas que sindican y castigan a los alawitas como herejes o incluso cripto-zoroastrianos. Esto significa que, a diferencia del Líbano, donde al menos parte de la comunidad chiíta es favorable a Irán bajo cualquier régimen, en la Siria hoy, Irán carece de una base popular local como la que si dispone en Líbano.

El general iraní Hussein Hamadani, muerto en acción en Siria, admitió eso en una reveladora entrevista que concedió semanas antes de su fallecimiento. En ella, Hamadani revela que incluso los partidarios de Assad dentro del ejército sirio y del Partido Ba’ath eran hostiles a la presencia iraní en Siria. “La forma en que pensamos, la forma en que vivimos es aborrecida por ellos”, dijo el general Hamadani.
En una reciente entrevista para la televisión rusa, Assad efectuó una inesperada declaración al hacer eco indirectamente de ese sentimiento de muchos sirios: “Miramos hacia Rusia”, dijo el presidente, cuando fue consultado por las políticas en común entre Siria e Irán. Assad amplio su respuesta ambiguamente: “El pensamiento sirio no es fácil de ser comprendido por nuestros socios en Teherán, especialmente cuando no se tiene una comunión religiosa y cultural necesaria para ganar apoyo nativo”.

A futuro, es claro que Irán estará obligado a comprender que mas de la mitad de los sirios -como pueblo secular- prefieren a los rusos como protectores, no a las políticas de la Revolución Islámica del Ayatollah Khomeini, que hoy, el “Guía Supremo”, Ali Khamenei pretende imponer en la Siria de la post-guerra.

Fuente: Infobae

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