MORRIS STRAUCH PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
Los desastres naturales, como los que acabamos de vivir este mes en México y el Caribe, nos ponen a pensar en la fragilidad de la vida, más cuando los movimientos de la atmósfera, la tierra o el mar, rebasan ciertos límites.
Las especies podemos existir gracias a que la Tierra y el Sol nos dan condiciones geofísicas y fisicoquímicas que soportan la vida. En el caso del ser humano: oxígeno, agua, luz, un rango de temperatura propicio, un suelo habitable y alimento, o sea, flora y fauna.
Las concentraciones humanas se dan desde las playas hasta las montañas, entre el nivel del mar, 0 m, y los 5100 m. En ese rango la disponibilidad de oxigeno va de 21%-11%, a mayor altitud todo escasea, el oxígeno, la temperatura, el agua y el alimento. Por eso no hay pueblos, villas ni chalets suizos en el Pico de Orizaba, el Aconcagua, el K7, ni en el Monte Everest.
La vida depende del agua, por eso habitamos al lado de un río, un lago, o donde haya agua en el subsuelo para beber; en zonas donde hay temporadas de lluvia. Por ello las zonas áridas sin suelo cultivable, con escasa o nula lluvia y temperaturas extremas como el Sahara, Gobi, Negev o Arabia, son llamados desiertos, carecen de asentamientos humanos, salvo en pocas locaciones, o transitoriamente, como lo hacen los beduinos.
El rango de temperatura ideal para nuestra especie está entre los 12-28°C y entre las primeras necesidades de la humanidad se encontró la de abrigarse del frío. Por debajo de los 10°C buscamos la forma de calentar el aire y por arriba de los 30° de enfriarlo. A medida que aumenta la altura arriba del nivel del mar y que la latitud terrestre se acerca a los polos, la temperatura disminuye, baja de los 0°C. Los únicos valientes que habitan en los límites de América del Norte y Siberia son los pueblos esquimales acostumbrados a vivir en climas de -50 a 5°C. Sobre los polos de la tierra solo microorganismos, especies acuáticas, osos polares y pingüinos viven a temperaturas de -43° a 5°C, en el Polo Norte, y -90° a 15°C, en la Antártica, el Polo Sur, donde solo existe una población por temporadas en estaciones de investigación. En los desiertos cálidos el rango de temperatura en verano está entre 25°-40°C, y en los desiertos fríos como la Patagonia Argentina o los de Asia Central, los promedios de temperatura 3/4 partes del año son de -14 a 16°C. Esas temperaturas inhóspitas y condiciones de suelo evitan los asentamientos humanos en dichas zonas.
Una vez en su hábitat, la vida de cada organismo está limitada, per se, genéticamente, para alcanzar un límite máximo y completar su ciclo de vida. Actualmente decimos que los límites máximos promedio son: 115 años en el caso del ser humano, 4 años el ratón, 29 el perro, 38 el gato, 86 el elefante asiático, 190 la tortuga galápagos, 3000 la secoya gigante o 10 000 el liquen Rhizocarpon geograficum, hasta donde se han podido datar.
Como todos sabemos existen varias causas por las cuales el ser humano vea limitados sus días.
A nivel molecular, en el ADN, mutaciones en uno o más genes pueden dar lugar a síndromes, enfermedades degenerativas, alergias y cáncer, que interrumpan la vida antes de tiempo.
Las enfermedades de cualquier tipo, causadas por agentes externos, no atendidas, atendidas demasiado tarde, o para las cuales que no hay cura, son otra causa de muerte. La ingestión o inhalación de tóxicos o venenos también.
Los transtornos que afectan los procesos mentales y las emociones pueden detonar un episodio suicida que así mismo termine con la vida. Los accidentes, los ataques de unas personas a otras, y conflictos armados de cualquier escala, son causas rápidas de muerte.
Los desastres naturales como los huracanes y terremotos de este mes, cobran muchas vidas por las enormes masas y fuerzas que se mueven en la atmósfera o en la tierra. La capacidad destructiva de estas produce muertes violentas por compresión, golpes, ruptura de tejidos, asfixia, hemorragias, etc.
Vemos atónitos e impotentes como las subidas de volumen en las condiciones geológicas y climáticas de la tierra apagan muchas vidas, el toser y estornudar de la tierra siembra muchas muertes. Pero tal vez no seamos tan impotentes como hasta ahora pensamos, si desarrollamos la tecnología suficiente para sobrevivir estos desastres naturales.
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