Después de la derrota del ISIS, ¿qué debe hacer el mundo para luchar contra la ideología yihadista?

Enlace Judío México.- En momentos en que ISIS (Estado Islámico por sus siglas en inglés) pareciera transitar su derrota final en la guerra siria, y luego que el grupo terrorista perdiera el terreno conquistado dos años atrás en Irak, un análisis sobre cómo acabar con el terrorismo se impone tanto en ámbitos gubernamentales, académicos como periodísticos, no solo en la región del Oriente Medio sino en todo el mundo.

GEORGE CHAYA

A esa temática se ha referido el corresponsal para Oriente Medio del diario británico The Guardian, Jason Burke -autor de “La nueva amenaza de la militancia islamista después del Califato”- en una extensa editorial de la pasada semana donde señala las claves de la lucha contra el Califato y eventualmente, de nuevas organizaciones ideológicamente satelitales a él que configuren próximas amenazas. Burke señala que todos los estados deben comprometerse en alcanzar acuerdos que prevengan la amenaza futura.

Sin embargo, la pregunta que se impone al análisis es ¿Qué debe hacer el mundo para neutralizar la ideología de la yihad global que encarnó ISIS, y cómo lidiar con organizaciones similares que, sin dudas, emergerán como herederas desde los sectores islámicos radicales con posterioridad a su inminente caída?

A mi juicio, el planteo de Burke es coherente, aunque a priori parece difícil si se analizan las políticas y estrategias de los actores más relevantes durante los años del conflicto sirio (Rusia, Irán, EE.UU y Arabia Saudita). No es imposible poner freno a la ideología maximalista del yihadismo, aunque ello puede no agradar a algunos países periféricos con intereses regionales definidos. En consecuencia la comunidad internacional debería ser capaz de implicar a suficientes naciones para cerrar un acuerdo aceptable para todos los participantes. Solo entonces se logrará algún tipo de solución en la región. Sin embargo, en cualquier análisis que se efectúe, no se debe soslayar un tema central y aspecto principal en cualquier intento de solución al flagelo que es: “Eliminar las redes de financiación”.

Aunque ISIS seguirá siendo una amenaza como una organización terrorista reconvertida “al terror urbano”, ISIS no es Al-Qaeda. Su estructura es más predecible, su organización más clásica y sus objetivos están definidos de forma más clara. De allí que la cooperación en materia de servicios de inteligencia y la coordinación de tareas para neutralizar, por ejemplo, sus ataques a capitales europeas deben ir acompañadas por la neutralización de sus fuentes de financiación con mecanismos clásicos como el GAFI, Interpol y Europol.

En otras palabras, combatir al terrorismo yihadista en la era post-ISIS de manera reactiva y sin un plan integral es una estrategia destinada al fracaso en el mediano y largo plazo.

¿Hace falta un enfoque integral que no descarte el nivel policial-militar? Si, sin duda. Pero también una estrategia amplia de cooperación internacional para acabar con sus fuentes de financiación, potenciar las narrativas de contra-legitimación y diseñar un plan político que debilite sus raíces en la más importante de las confrontaciones: Es necesaria “una guerra de las ideas” que gane el corazón y la mente de los ciudadanos árabes y ella debe ser librada en cada país donde los yihadistas pretendan realizar el adoctrinamiento de jóvenes para llevarlos a la radicalización y el fanatismo. El ISIS ha sido y aún es el síntoma, no la enfermedad en sí, y es a la enfermedad que se debe combatir con los remedios adecuados.

Hemos sido testigos por primera vez en la historia de una organización terrorista que intentó convertirse en un Estado. Incluso con su derrota no se resignará, intentará retornar y si se le permite volverá.

Es cierto que las intervenciones militares por sí mismas y como única opción han fracasado en el pasado, y nada indica que esta vez vaya a ser diferente. De allí la importancia de una solución diferente y amplia que, sin descartar ninguna opción, manifieste mayor amplitud preventiva y si en un futuro fuera necesario desplegar tropas sobre el terreno para neutralizar otra organización terrorista en Oriente Medio, la comunidad internacional no necesariamente debería desplegar soldados occidentales sino que estos deberían ser árabes.

Sin lugar a dudas la acción sobre el terreno puede solucionar problemas. Las campañas aéreas son solo un complemento de campañas terrestres, nunca pueden ser el núcleo central de una operación ya que generan imprecisiones, y por tanto, víctimas civiles, lo que acaba poniendo en contra a la población nativa. En consecuencia, se trata, no tanto de derrotar rápidamente a las agrupaciones terroristas como se vio hasta hoy con escasos éxitos sino de ganarse los corazones de la población y que sean los árabes quienes ganen futuras guerras. En este sentido, al día de hoy, es más necesaria la voluntad política sincera de actores nacionales e internacionales que sus armas o tropas.

Otro punto relevante es ¿cuál es la forma de combatir al terror islamista en Occidente?

No es imposible hacerlo, para ello hay que aumentar de inmediato las medidas de seguridad. En este punto hay consenso internacional, como lo hay en la necesidad de aplicar medidas económicas y estrategias nuevas. Incrementar las medidas de seguridad temporalmente y prevenir la activación de células terroristas parecen medidas obvias. No obstante, para evitar que haya gente dispuesta a matar y morir es necesario desarrollar políticas más profundas. Acciones, que vayan destinadas a fortalecer la pertenencia efectiva de todas las religiones y clases en nuestras sociedades, como también políticas públicas orientadas a mejorar las condiciones de aquellos jóvenes que se encuentran en peligro de engrosar los índices de radicalización deben ser consideradas.

El terrorismo yihadista post-ISIS, seguirá siendo una situación muy difícil, muy relacionada con la integración y la inmigración (de los musulmanes). Europa no logró integrarlos y los radicales han hecho su trabajo para que esto tampoco suceda. Los suburbios de París son el mejor ejemplo. De allí la importancia de aplicar medidas en distintos ámbitos, a corto plazo: medidas policiales. A largo plazo, medidas sociales y económicas.

Reducir la pobreza y la desigualdad integrando a los inmigrantes, y ampliar la identidad europea a otras comunidades. Se puede vivir en un país occidental y ser musulmán. Se debe aceptar que no es posible vivir en una burbuja.

También necesitamos reformar y dotar de recursos los sistemas y las agencias de contra-inteligencia, pero también reconocer por qué la ideología yihadista resulta atractiva para algunos en Occidente.

La respuesta, sin descartar medidas policiales y militares cuando sean necesarias “es social y económica, y por tanto es política”. Hay un número de jóvenes europeos de origen inmigrante que se sienten privados de sus derechos y son vulnerables a ideas que ofrecen estatus, poder y aventura. La izquierda ha fracasado tanto como la derecha. Ambas necesitan nuevas ideas para esos jóvenes. Y todos necesitamos reconocer que este problema no desaparecerá y que habrá más ataques.

Algunos dictadores cortos de ideas creen que nunca habrá una coalición árabe efectiva contra los terroristas y actúan motivados por cuestiones competitivas tanto sectarias como estatales, sus gobiernos ya no representan la calle árabe mayoritaria, aunque anulan sus poblaciones dominadas por el miedo y las teorías conspirativas para no permite apertura ni cosmovisión. El resultado de eso ha sido el vacío y la insatisfacción que el ISIS ha llenado. Es necesario revertir esto último, A futuro no se debe permitir que haya herederos a su ideología.

Fuente: Infobae

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