Enlace Judío México.- Si alguien piensa que porque últimamente no se escucha mucho acerca de los beduinos, todo está tranquilo, está equivocado. Podríamos sintetizar las relaciones entre esta minoría nacional e Israel en los últimos años con una sola palabra: “enfrentamiento”.
*EDGARDO KRAWIECKI PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
Las municipalidades israelíes han tratado de que los beduinos abandonasen sus poblados y se vayan a establecer en ciudades más organizadas, pero ellos lo han rechazado. Y sin embargo, en los últimos tiempos algo nuevo ha ocurrido. El Consejo regional ha optado por otra vía: la de la paz, y en vez de luchar contra ellos ha decidido desarrollar sus poblados, convirtiéndolos así en una especie de atractivo turístico.
La minoría beduina de Israel no ha sido muy tomada en cuenta por los gobiernos de turno israelíes. Es más, representan a uno de los sectores más postergados, discriminados y desprotegidos de la sociedad.
En Israel hay alrededor de 170 mil árabes beduinos que habitan en su mayoría en la región del Néguev. La mitad de ellos aceptó dejar atrás sus hábitos nómadas y establecerse en siete ciudades construidas especialmente para ellos, pero el resto se ha negado a dejar la zona que habitan desde hace generaciones y por la que reclaman la propiedad de las tierras. Mientras las municipalidades beduinas se ubican entre las más pobres del país, sus habitantes dicen ser considerados ciudadanos de tercera por Israel.
Muchos miembros de este colectivo han participado en la vida nacional a través de su incorporación a Tzahal, el ejército del país. En el Néguev, hay más de 40 pequeñas aldeas beduinas que no son reconocidas como localidades por el Estado israelí, que está buscando cómo solucionar el problema tapando el sol con la mano.
En el 2011 la comunidad beduina salió a protestar en Beer Sheba, la ciudad capital del Néguev, contra el proyecto quinquenal de desarrollo económico de septiembre del 2011, que fuera conocido como Plan Prawer, en el que se basó una propuesta de Ley Fundamental para ordenar su asentamiento en el sur del país y que en la práctica hubiese significado el transferir a unos 30 mil beduinos del lugar donde hoy residen a un sitio fijo. Una ciudad armada justo para ellos.
Esta propuesta de ley, que fuera impulsada por el ex diputado del Likud Beny Beguin, fue aprobada en una primera moción en la Knéset, el parlamento israelí, hace ya varios años atrás.
Cuando nació el Estado de Israel en 1948, residían en el desierto del Néguev, en el sur del país, unos 12.000 beduinos. Hoy son ya casi alrededor de 200.000 almas (algunos dicen un poco menos, otros dicen que más, según la fuente).
Umm El-Hiran por ejemplo, es una de las 40 ciudades árabes beduinas no reconocidas en la región del Néguev, hogar de unas 10.000 personas, y que fue seleccionada por el gobierno israelí para ser demolida.
El tema de las ciudades beduinas es algo complicado en Israel porque, a pesar de tener prácticas de asentamiento parecidas a las israelíes en la Margen Occidental y al este de Jerusalén, estas ciudades no son reconocidas legalmente como territorio israelí.
La mayoría de estas comunidades establecieron ciudades tras ser desplazadas de sus ciudades ancestrales durante la Nákba de 1948 (término árabe que significa “catástrofe” y que ha sido utilizado para designar al éxodo palestino que dio origen a los refugiados palestinos, cuyo lugar de residencia era el Mandato Británico de Palestina entre junio de 1946 y mayo de 1948, y que perdieron sus casas y medios de vida como consecuencia de la Guerra árabe-israelí de 1948, con el establecimiento del estado de Israel). En aquella época, fueron expulsados 700.000 palestinos.
La mayoría de los beduinos israelíes moran concentrados en el sur de Israel, y muchas de sus localidades –que a pesar de parecer tiendas de carpas tradicionales no tienen el carácter nómada que solía identificar a sus antepasados, y éstos ya poseían tierras familiares antes de la creación del Estado de Israel- no son reconocidas como poblaciones “legales” por la jurisdicción israelí, que las considera como “tierras fiscales” pertenecientes al Estado de Israel. O sea, las aldeas en las que viven no son reconocidas oficialmente.
A pesar de ello, y más allá de sus lógicos enojos, no son pocos los beduinos israelíes que se sienten parte de la sociedad general y se identifican con el Estado como propio (de otro modo, sería difícil de explicar el gran número que se incorpora a las filas militares del país).
Por su ubicación geográfica, muchos de los cohetes lanzados por Hamás durante la Operación Plomo Fundido de fines de diciembre del 2008 y principios del 2009 impactaron en aldeas beduinas y zonas aledañas.
Debido a que sus poblados no son reconocidos como tales, durante la última guerra de Gaza del verano del 2014 y en escaladas posteriores, los beduinos del Néguev no han recibido ninguna ayuda especial, así como tampoco antes les han ayudado a construir cuartos a prueba de bombas o refugios para protegerse de los ataques desde la Franja de Gaza con cohetes o misiles. Y cuando intentan construir una casa, saben que las autoridades israelíes pueden tirársela abajo en cualquier momento por haber sido edificada “de modo ilegal”. Una orden de un juez, y la demuelen.
Otro efecto no tan colateral de este “no reconocimiento” de sus localidades, es que todas ellas carecen de servicios esenciales como agua corriente y conexión a la red nacional de electricidad.
En el año 1986 se creó la Comisión Koversky (por quien fuera director del ministerio del Interior, Jaim Koversky, entre los años 1970 y 1986) para mejorar la administración pública israelí. Como parte de sus conclusiones, en 1987 decidieron “blanquear” 8000 viviendas beduinas (léase, reconocerlas para no demolerlas) declarando que a partir de aquel momento no habría más casas ilegales.
Como a las palabras se las lleva el viento cálido del desierto, pasó más de una década hasta que se decidieron a tomar el toro beduino por las astas y solucionar la desigualdad social de esta minoría nacional de Israel.
En el año 2008, el país constituyó una comisión encabezada por el Juez Eliezer Goldberg, para “arreglar” la situación de los beduinos del país y sus poblaciones no reconocidas por el Estado. Las conclusiones de la comisión fueron principalmente que el Estado de Israel debía reconocer estas poblaciones beduinas y otorgarles de inmediato un estatus legal.
Han pasado ya muchos años, y al parecer nada se ha “arreglado” aún. Tampoco se han “blanqueado” las 60.000 viviendas beduinas que la comisión Goldberg aconsejó considerar como legales en aquel momento. Desde hace un tiempo está este intento del actual gobierno de Netanyahu con el proyecto de ley Prawer-Beguin, que tampoco es aceptado por los propios beduinos.
Quizá lo más predecible es que en el año 2025 se cree una nueva comisión para intentar solucionar las desigualdades con los beduinos y se le demande al futuro gobierno israelí blanquear 150.000 viviendas, para que no sean demolidas. En otras palabras, continúa la misma historia, y por acción u omisión no se implementan las soluciones que han aconsejado juristas y especialistas varios.
En la corte de Beer Sheva se ha llevado a cabo un proceso por el caso de las tierras beduinas y los derechos que les corresponden a los beduinos que las habitan, bajo el asesoramiento de organizaciones de derechos humanos, como la Asociación para el Apoyo y la Protección de los derechos beduinos en Israel (una división de la ACRI, la Asociación por los derechos civiles en Israel) y Gush Shalom (Coalición de paz, que es un movimiento pacifista israelí).
Pero la solución aún no ha llegado, y nada parece señalar que ahora podría comenzar a hablarse de un cambio en la situación, por más ciudad armada con luces de neón que les ofrezcan.
Porque, y como ha dicho el diputado del partido Raam/Taal -hoy parte de la Lista Árabe Unificada-, Ajmed Tibi, se trataría más de un intento por hacer desaparecer la identidad beduina que de una ley para arreglar sus problemas: “Se trata de arrancarles de sus casas y de sus tierras para concentrarlos en otro lugar. Quien realmente desea mejorar y arreglar una situación semejante, les da electricidad, agua, servicios sanitarios a miles de personas donde están y no les confiscan sus tierras”. Por más que se contemple darles indemnizaciones, que dicho sea de paso, los propios beduinos rechazan por considerarlas insuficientes.
Hoy inauguramos en Enlace Judío una nueva columna: al pan pan y al vino vino…desde Israel.
*La trayectoria profesional de Edgardo Krawiecki es cosa de respetarse. Desde hace años se dedica al análisis político de actualidad de la sociedad/política israelí, Argentina /América Latina, generalmente sobre temas de actualidad. También hace análisis político de la región para aquellos que desean tener una imagen más pormenorizada de la que se lee en los periódicos, o necesitan estar más al tanto de los acontecimientos en Medio Oriente. Lo que también incluye muchas veces asesoramiento estratégico a partidos políticos y entidades privadas.
En el pasado colaboró en Argentina en el diario Perfil, la revista Humor, El Periodista de Buenos Aires, el matutino La Prensa (secciones Deportes y espectáculos), Clarín, Página 12, la Revista El Porteño, Radio Mitre, FM Palermo y Radio Splendid. Ha realizado varias coberturas de eventos especiales como elecciones o viajes de presidentes al Medio Oriente.
Durante más de una década ha sido así mismo, el corresponsal de la emisora alemana Deutsche Welle para sus transmisiones en idioma español. En España ha sido el corresponsal de la revista El Món (Barcelona) y ha colaborado en distintos medios con artículos como free-lance, como en el diario danés Ekstra Bladet.
En Israel, fue el corresponsal del diario Jadashot hasta noviembre del 93, cuando se cerró. Para ellos, realizó la cobertura del atentado a la embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992.
Actualmente, es el Director de noticias de eretzradio.com y el conductor del programa “Cambalache”.
Edgardo Krawiecki es graduado en Ciencias Políticas y RR.II. de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
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