Enlace Judío México.- Un polvorín a punto de estallar en una sociedad en estado de ebullición. Así era la Alemania de entreguerras que tenía en su capital, Berlín, el escenario en el que se veían las contraindicaciones de un período convulso. La vida de los artistas, músicos y cineastas que convivían en un ambiente libertino y aparentemente despreocupado confluía con el incremento de los criminales y estraperlistas. Estaban haciendo horas extras al ofrecer productos básicos a precio de lujo a causa de la profunda crisis económica que provocó la hiperinflación del marco.
En ese terreno fértil para los extremismos, los nazis y los comunistas enseñaban sus garras y trataban de capitalizar la indignación de los ciudadanos. Esa tensión, articulada a través de descargas emocionales, es el corpus de «Babylon Berlin», una ficción alemana de empaque con un presupuesto de 40 millones de euros que, en vez de optar por una recreación histórica –que también, puesto que la ambientación entra por los ojos–, elige el «thriller» policiaco, lo que le ofrece muchas más posibilidades narrativas. Ni siquiera han tenido que buscarlas, estaban en la trilogía del novelista Volker Kutscher que aloja a unos personajes más oscuros que el betún y pululan por las alcantarillas de la ciudad en pos del mejor acomodo posible. El protagonista es Gereon Rath, un detective que se incorpora a la unidad antivicio para investigar el caso de una red de pornografía relacionada con la mafia soviética… ¡en 1929! Vistas las crónicas de sucesos de la actualidad, parece claro que el pasado vuelve en ocasiones cual «boomerang».
Esta es la excusa argumental perfecta para adentrarnos en una jauría humana. Prostíbulos y garitos que, para ser clandestinos, se nos presentan con demasiado «glamour». Esto impide en ocasiones transmitir su sordidez. Una pena. En ese sentido, en «Cabaret» (1972) Bob Fosse recreó visualmente con más autenticidad cómo podría ser esos lugares donde buscaban la evasión los alemanes y extranjeros que se instalaban en la ciudad con la intención de vivir su propia Sodoma y Gomorra antes de que el mesiánico Hitler les convirtiera en estatuas de sal. Más aplicadas y académicas son las secuencias criminales donde sí que se aprecia que los protagonistas se están metiendo en un terreno de arenas movedizas que amenaza con tragárselos.
La página más negra
Lo más valorable de «Babylon Berlin» es que logra transmitir el espíritu de los habitantes que vivían en un interregno entre la ingobernabilidad y la dictadura. Los espectadores saben que Hitler escribirá la página más negra de Alemania, pero pocas veces se ha contado –o quizá los espectadores no han prestado la debida atención– la inconsciencia de la mayoría de los germanos, que vivían sus días de vino y rosas sin caer en la cuenta de que las «camisas pardas» que se paseaban por la calle eran la manifestación más evidente del fango en que se iba a sumir el país. Lo que cuenta la serie es el barro que anticipaba esa situación. E, insisto, por poner un pero: la puesta en escena, tan espectacular como efectista, a veces chirría frente a lo sórdido del contenido.
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