Enlace Judío México – Como tantos otros mexicanos, Elin Syslak decidió que tenía que hacer algo para ayudar después de que un fuerte sismo derribara decenas de edificios en la Ciudad de México el 19 de septiembre pasado. Su conocimiento del hebreo y el español la puso en la privilegiada posición de asistir a la brigada de las FDI que llegó a México para ayudar en los rescates. En la pasada reunión de la Asociación de Periodistas y Escritores Israelitas de México (APEIM), relató cómo vivió esos días, y las enseñanzas que le quedaron de la experiencia.
“Nos llamaron a las 6:00 am para que llegáramos como el primer grupo de traductores y éramos grupos de 10 en 10. Íbamos a trabajar alrededor de 8 horas, desde las 6:00 am hasta alrededor de las 14:00 pm. Y se suponía que iban a cambiarnos, que iban a llegar relevos, pero estos no llegaron ahí, llegaron al CDI. Y ya no los transportaron a donde estábamos nosotros en la zona de derrumbes.
Nos esperamos ahí hasta que el ejército llegó y empezaron a acomodar todo el material que traían. Luego nos juntaron a los traductores. Había quienes traducían del español al hebreo y otros del hebreo al español, y había otros que traducían en otros idiomas como inglés.
Subimos a donde está la cafetería y servimos cosas para que desayunaran. Vino uno de los capitanes y dijo “necesito dos traductores”. Y le dije, “yo” y agarré al primero que vi ahí.
Nos tocó ir con la primera brigada, eran más o menos 70 jayalim (soldados), de entre los que venían, aproximadamente, 3 médicos, 20 ingenieros, algunos de fuerzas especiales (que son como los topos). Cada uno con su especialidad. De hecho el grupo de soldados que vino no era un grupo que ya venía formado de antes. Se conocieron literalmente en el avión.
Venían de diferentes lugares y cada uno con su especialidad y se dividieron como en 3 grupos, más o menos de 20 personas. Un grupo se quedó en el CDI con todas las computadoras y el equipo satelital para las cuestiones de comunicación.
MEDELLÍN Y SAN LUIS POTOSÍ
“Nos subieron a las camionetas. A mí y al otro traductor nos encargaron con un comandante llamado Shlomi que se acercó a nosotros y nos dijo, “Hay tres cosas que vamos a buscar sobre la información del derrumbe al que vamos a llegar. Podemos tener 3 opciones: que pueda haber gente viva, que no haya gente viva o que no haya a nadie a quien rescatar. Lo que tenemos que hacer y en lo que necesito que me ayuden es preguntarle a la gente ahí”.
Quién fue el último que llegó, si había alguien ahí al momento del derrumbe, si había alguien del servicio doméstico, gente que no viviera ahí o que no trabajara ahí. Era una labor como de investigación de campo y esto para mí fue algo increíble ver la eficiencia que tienen.
Y de verdad el comandante Shlomi tenía en 15 minutos ya la información precisa de quién había en el edificio en el momento del derrumbe y dónde estaban. Agarró un cuaderno, hizo un croquis y señaló con un dedo, “Aquí está la persona que está en el derrumbe”.
Antes de salir del CDI nos dijeron que podría ser que tuviéramos que estar ahí 2 o 3 horas sin siquiera bajarnos de la camioneta, o a lo mejor bajarnos sin movernos de ahí, para ver si nos volvían a dar oportunidad. Y efectivamente fue difícil que nos dieran oportunidad de entrar. Tuvimos que ganarnos el espacio, así tal cual.
Estaban las fuerzas de la Marina, estaba el ejército, estaba el Plan DN-III. Cuando llegamos a esa zona lo que vimos fue mucha gente alrededor, una grúas que estaban ahí que no tenían los arneses para las cargas, simplemente con una cuerda y una cubeta. Gente corriendo, etc., cosas de ese estilo.
Shlomi llegó con el croquis del edificio, señalando las columnas y por donde había entrado y estado la persona perdida. Consiguieron, si me acuerdo bien, 15 minutos y 5 personas que tenían que subir. Subieron estas cinco personas, entre ellos una médica llamada Neta, dos ingenieros estructurales, el comandante y uno de fuerzas especiales.
Lograron subir, llegaron con las maquinas, abrieron y ahí estaba la persona, justo donde había dicho el comandante.
A eso se dedica especialmente el comandante Shlomi, a hacer esta investigación en cualquier situación de emergencia donde pueda haber gente desaparecida.
La persona que localizó Shlomi no sobrevivió. En el momento del derrumbe había tres personas en el edificio: 2 al parecer corrieron hacia el edificio de junto, pero no lograron salir vivos porque el edificio se colapsó hacia la calle; y este señor estaba un poquito pegado más al centro del edificio en el segundo piso.
Algo que aprendí que me parece muy especial es que en el primer momento en que se encuentra un cadáver, lo primero que se hace es taparlo. No puede una persona estar trabajando y viendo el cadáver por respeto al cadáver y por uno mismo.
Fue una operación muy larga hasta que pudieron rescatar el cuerpo de este señor porque estaba literalmente prensado. Yo lo que podía hacer en ese momento era pedir alcohol para que se lavaran las manos. Cuando bajaban se quitaban inmediatamente los guantes y los tiraban después de haber manipulado al cuerpo.
Cosas que uno le sorprenden por estar ahí. Cuando se consiguió que pudiera subir más gente, les dijeron que podían dirigirse a la calle de Rébsamen, en donde se reunió otro grupo de jayalim. Yo entendía que iríamos para ver si podíamos ayudar ahí.
Pero ya estando ahí, oigo cómo le pregunta a otro de fuerzas especiales qué hacer con un cuerpo. Se tardaron muchas horas para poder sacar un cuerpo, pero ya que lo lograron sacar, otro de mis trabajos fue hablar con la familia del fallecido. Conseguí agua para que le lavaran el rostro y pudieran reconocerlo de una mejor manera. Un shock muy fuerte.
El edificio tenía abajo un local de Colchones Atlas y junto había un localito, en donde pudieron entrar después de revisar que fuera seguro. Ahí entraron con el cuerpo y ahí la familia lo reconoció.
Después de eso, me preguntó Shlomi si había un lugar donde tomar café. Y yo dije, “¿Tomar café? ¿Va a haber un lugar abierto ahorita después del temblor cerca de aquí?, y le dije en broma, “Pues le digo a mi mamá que te traiga café”.
Y me dijeron, “Qué hermoso que toda la gente nos está ofreciendo de comer y nos trae esto y aquello”. Toda la gente estaba aportando cada quién lo que podía y sí, ellos también lo reconocieron.
PETÉN Y EMILIANO ZAPATA
De ahí, después del café fuimos a otros lugares, en otro edificio que se cayó (en la calle de Petén), en el que entendimos que no íbamos a rescatar a nadie. Abajo había una tintorería, entonces los gases de todos los químicos que tenían ahí, si alguien no murió por el derrumbe, murió por esos gases.
Al llegar ahí, la doctora me dijo las posibles localizaciones de personas en el edificio pero igual no había manera de rescatarlos vivos. Llegó ahí CADENA ya de noche. Llegó gente de la Comunidad con pizzas. Algo que es importante es que la gente común no se percata que no tienes ganas de comer ahí.
Llegó una camioneta con la comida con sellos de Israel, la traían en cajas de cartón para tenerla caliente y comíamos en la banqueta. Después regresábamos al sitio para ver qué se podía hacer, cómo se podía trabajar, etc.
Cuando regresamos al CDI, un capitán llamado Uri se acerca a mí y me dice, “¿Vienes mañana verdad?”, y yo así como que dije “Ok”. Tenía una cita con el doctor pero le dije que estaba bien. Me dijo, “Te veo 8:30 am”.
Y así fue, llegué a las 8:30 am y nos dirigimos a otros sitios. Caímos en la cuenta que en las listas oficiales de derrumbes que tenía un oficial, el edificio de Álvaro Obregón estaba escrito en 4 formas diferentes: Álvaro Obregón y Salamanca, Álvaro Obregón 286 y Oaxaca.
Y le dije que las calles estaban cerca una de la otra, pero que se trataba del mismo edificio. Llegamos dos veces entonces y nos preguntamos de qué había servido ir de nuevo, porque ya había un grupo y era el mismo lugar.
MULTIFAMILIAR DE TLALPAN
Empezamos a ver los otros lugares, había un edificio en el norte de la ciudad, en Lindavista. Logramos bajar la imagen de Google de cómo estaba el edificio pero no había forma de acercarse al lugar. Entonces nos dijeron que ahí no iríamos.
Entonces nos dirigimos al Multifamiliar de Tlalpan. Estando ahí otra vez tuvimos que estar esperando hasta que nos dieron chance para que Shlomi fuera a hacer investigación de campo. Después a un ingeniero y a mí como traductora nos permitieron pasar para que pudiera ver qué había.
Cuando logramos entrar el ingeniero y yo, nos encontramos con Shlomi y con el capitán Uri y ahí estaban los japoneses trabajando, la Marina y el Plan DN-III, me parece. Consiguieron que les dieran chance de poder trabajar y de nuevo, solamente 5 personas por cerca de 10 minutos.
Después ya les dieron un poco más de tiempo y les asignaron una zona en un extremo del edificio. Lograron acercar lo más que se podía a una camioneta con todo el equipo y empezaron a trabajar.
El edificio quedó ladeado y tuvieron que trabajar por el lado opuesto. Había literalmente cerca de 30 centímetros entre un piso y otro por donde podían meterse. Había muchísima organización. Cuando llegamos eran cuadras y cuadras de gente en cadenas, en silencio y lanzando preguntas al aire por si alguien estaba dentro del derrumbe.
Después, ya pudieron trabajar en conjunto con los japoneses, que traían unas maquinas que podían ver si había calor bajo el derrumbe. Entonces fue interesante esta manera de colaborar entre un grupo y el otro, pero creo que no pudieron sacar a nadie vivo.
Cuando llegamos, sí sacaron un cuerpo. Toda la gente le rinde respeto al cuerpo, en silencio y bajándose la cachucha o el casco. A mí sí me llegó.
Ellos traían un generador de electricidad para sus herramientas, pero estas tienen entrada israelí y lo que se necesitaba era una extensión. Conseguimos las extensiones pero lo que no había eran los adaptadores del enchufe. Yo le explicaba a la gente qué necesitaban, busqué en el internet. ¡Nada más necesitaba la clavija!
Mandé mensajes a la gente que yo sabía que podrían conseguirlo. Yo necesitaba 4 y me llegaron muchos, y muchas más herramientas (proporcionadas por el grupo Steren). Pero llegó el momento en que lejos de ser algo positivo se volvió un problema, porque yo tenía que salir y caminar como 4 o 5 cuadras para pasar por los cercos de seguridad para llegar a donde estaba la persona, porque no lo dejaban entrar, recoger las cosas y regresar.
Finalmente, el ejército israelí se ganó el respeto, o más bien la confianza, de todos.
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