Enlace Judío México.- Last Flag Flying, la película que abrió, y Wonderstruck la película central del 55 festival de cine neoyorquino.
NEDDA G. DE ANHALT
(Desde Nueva York en exclusiva para Enlace Judío).
El primer comentario que la cronista escuchó sobre el filme de Richard Linklater Last Flag Flying (EUA, 2017, 124m) provino de un desconocido sentado al lado que dijo a su compañero: “this film is embarrasing: este filme es vergonzoso”. Bien, ésta es siempre la piedra con que tropieza el humor negro, para el cual todo lo sagrado y lo profano es materia de burla y crítica. Y, eso es precisamente, lo que hace Linklater en este filme, burlarse de la muerte, la raza, la religión, los marines, del ex presidente George W. Bush y de la tecnología. Y, sobre todo, del siniestro juego entre la verdad y la mentira, sean públicas o privadas que acontecen en las guerras.
Esta es la historia de tres veteranos que pelearon en la guerra de Vietnam. Uno es el ahora Pastor Mueller (Laurence Fishburne), el deslenguado y descarado Sal (Bryan Cranston) y Doc (Steve Carell) que le pide a sus amigos que lo acompañen al entierro de su único hijo. Los tres aceptan pero de súbito los planes del entierro cambian y el filme se convierte en un viaje por diferentes medios de transporte llevando el cadáver con ellos. En el camino ocurrirán muchas peripecias; se contarán chistes y hasta habrá risas.
En la conferencia de prensa que tuvo lugar después de la proyección Bryan Cranston hizo esta confesión: “cuando mi abuelo murió, quedé destrozado, tenía trece años y era el ser que más he querido en mi vida. Y no podía entender cómo en la pequeña recepción que se ofreció a los asistentes al entierro, la gente bebía, comía, se reía y yo estaba furioso”. Cierto. Ante la muerte, cada persona actúa de modo sorpresivo.
Durante el filme, en la sala había mucho ji ji y ja ja, pero en la escena final cuando aparecen los tres veteranos luciendo algo ridículos con sus uniformes alquilados y le entregan una bandera perfectamente doblada a Doc, hay un silencio espectral en el teatro Walter Reade. Ya nadie ríe. Estamos ante el cadáver de un joven que ha dado su vida por defender a su patria. Es un ritual y los rituales como las mentiras piadosas en ciertas ocasiones parecen ser necesarios para soportar las indignidades de la vida. Lo que es absolutamente inaceptable es la mentira de un gobierno a su nación.
Todd Haynes, el director de Wonderstruck (EUA, 2017, 117m) pudiera confundir a algún espectador al fusionar, deliberadamente, tiempos, espacios y obsesiones en dos mundos, para crear una simetría asombrosa. Eso explica los silencios en este filme y la imperiosa necesidad de escribir los diálogos sobre papel. ¿Acaso se trata de un homenaje al cine mudo? No, Wonderstruck es el sentido y sensible homenaje que Todd Haynes ha hecho al lenguaje para los que padecen discapacidad auditiva. Así como hay ciegos que no saben el sistema Braille, hay sordos que desconocen este lenguaje de señas. Y aquí viene una digresión de la cronista que suele sentarse en el cine en la primera fila. Ella atestigua que, dos asientos después del suyo una profesional de ese lenguaje movía sus manos a tremenda velocidad para que una de las actrices -entre los siete que estaban sentados en el estrado- pudiera entender lo que estaban hablando en la conferencia de prensa pues era sorda.
En esa conferencia se mencionaron ciertas cintas como Mary Poppins, The Wizard of Oz y se nombró a la actriz Patty Duke (que encarnó la historia de Hellen Keller). Estas cintas incentivaron la libido creativa de ellos. Y una cosa más que aclarar de Wonderstruck, aparte de Todd Haynes y el novelista Brian Selznick que también es el guionista, en este filme las estrellas son los niños Oakes Fegley y Millicent Simmonds; la estrella, también, es la cinematografía espectacular de Ed Lachman aunada a la edición de Affonso Gonçalves.
Julianne Moore, quien tuvo dos apariciones breves, es una actriz más de este elenco. Esto se explica porque los artistas hicieron su entrada y recibieron un fuerte aplauso del auditorio. Julianne Moore, a propósito, llegó segundos después para recibir ella sola el aplauso como si fuera la diva y después fue dándole un beso a cada uno de sus compañeros. Todo este numerito teatral se sentía tan falso…
Y algo más, ya que de homenajes estamos hablando, éste es uno para la ciudad de la gran manzana. La ciudad más formidable que alberga los museos más fabulosos, especialmente para estos niños que sienten que encuentran refugio en ellos. Todd Haynes no sólo celebra los museos y librerías sino también los lugares más sucios, caóticos y descuidados como sucede en la secuencia nocturna en el metro, en donde uno de estos niños, en medio de la basura y los mendigos que por ahí andan durmiendo en el piso o en alguna banca, no necesariamente va a ser robado, violado o asesinado sino que puede encontrar un hogar momentáneo. Por último, el homenaje final de este director será cuando aparezcan los títulos de la cinta y veamos manos desconocidas moviendo los dedos en un ballet frenético para imponer un nuevo lenguaje en la pantalla. ¡Wow! Un gran obsequio para tantos discapacitados en este mundo ancho y ajeno.
Continuará…
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