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jueves 21 de noviembre de 2024

Enlace Judío México.- La semana pasada reiniciamos el estudio de la Torá, partiendo con Bereshit, la creación del mundo y todo lo que ello involucra. La creación de la especie humana y del hombre, con Adán y Eva y su expulsión del paraíso, al encuentro de los pueblos y personajes de la época.

EDUARDO HADJES EN EXCLUSIVA PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

Bastaron 10 generaciones, para que Dios se enojara con Su creación máxima, el hombre, para que quisiera destruirla y, al finalizar tan trascendental y fundamental relato, nos encontramos con “VI 6: Y se arrepintió el Eterno de haber hecho al hombre en la tierra, y se afligió en su corazón. 7) Y dijo el Eterno: borraré al hombre que creé, de sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta el cuadrúpedo, hasta el reptil y hasta el ave de los cielos; porque estoy arrepentido de haberlos hecho. 8) Mas Nóaj halló gracia ante los ojos del Eterno”

Los invito a detenernos aquí unos instantes, dada la trascendencia de esta última frase, ya que nos está indicando hasta qué grado tiene importancia el actuar de cada uno de nosotros. Es frecuente que cuando hablamos sobre las cosas malas que suceden en nuestro entorno, pensamos que cada uno de nosotros, ante lo limitado de nuestro campo de influencia, no tiene mayor repercusión la manera en que actuemos, motivo por el cual, en nada influirá lo que nosotros obremos o pensemos. Si sólo Noaj, al hallar gracia ante el Creador, pudo salvar a la humanidad toda, como le veremos en esta Parashá, cada uno de nosotros, dentro de nuestras limitaciones y guardando las proporciones, también podremos “hallar gracia ante el Eterno” y así, sin que lo notemos, podremos estar ayudando a hacer de este mundo, un lugar mejor.

Se inicia la Parashá Nóaj con la indicación que este era un hombre justo, “perfecto en sus generaciones” ¿Por qué esta última indicación? ¿Puede una persona ser buena pero mala a la vez? Claro que sí. Si ubicáramos a Noaj en otros tiempos, posiblemente no destacaría por sus cualidades, pero, en el momento en que se sitúa la determinación de Hashem en destruirnos, en Su inigualable concepto de justicia y ecuanimidad, el Eterno comprende que, dado el actuar de los seres humanos, en ese momento, es meritorio que por “esas” “sus “cualidades, la humanidad no debe desaparecer. Creo que esta idea refuerza más aún lo anteriormente expresado, en el sentido de la importancia de nuestro personal comportamiento y cómo ello puede influir en la humanidad toda.

Esta Parashá, tiene una connotación muy significativa, fuera de la importancia del relato del diluvio mismo. Efectivamente, 10 generaciones pasaron desde la creación del hombre, hasta el enojo del Creador con su creación, que corresponde a la humanidad toda. Ahora, pasarán otras 10 generaciones, hasta que Hashem encontrará a Avram, al cual considerará digno de ser designado para crear, a partir de él, al que ha de ser Su pueblo elegido.

Es interesante destacar que la historia de Nóaj se inicia en el capítulo VI de la Torá y la de Avram en el capítulo XII. Seis para cada uno y, una demostración muy clara de cómo Nóaj es un hombre justo y perfecto, pero en su generación, cuando el Eterno le anuncia que va a destruir a todo ser viviente, a través del diluvio, éste acepta y en ningún momento trata de influir en Dios, para salvar a nadie que no sea su familia, según ya lo determinó Hashem. En cambio Avram, será un sumiso servidor del Eterno, acatando todas sus ordenanzas, por dolorosas que ellas fueran, sin el menor reparo, pero, cuando se trata de salvar la vida de otros seres humanos, no dudará en discutir y regatear con Hashem, en busca de piedad no para él o los suyos, sino que en auxilio de terceros, absolutamente desconocidos. ¿Comprendemos ahora por que Nóaj fue tan sólo justo y perfecto en su generación?

Dios le ordena a Nóaj construir “el arca” pero no se trata de una embarcación cualquiera. Le da características específicas, que tiene que estar preparada para una prueba ni antes ni después igualada, ya que dependerá de su solidez y resistencia, la supervivencia de la especie humana y la totalidad de las distintas especies animales vivientes en la tierra, salvo las que habitualmente, viven en el agua.

Simplemente, es un arca que no puede zozobrar. Sus detalladas instrucciones, nos habla de una gran estructura en que deberá convivir por un tiempo aún indefinido, Nóaj y su familia y todas las especies de animales vivientes y conocidos de la época. Junto con ellos, deberá ir el agua y la alimentación necesaria para tan prolongada travesía y, dado lo hermética de la misma, deberá cuidarse el aire necesario para todos los seres vivientes que en ella están. Creo que resulta legítimo preguntarse como Nóaj, que hasta donde se sabe, no se trata ni de un constructor ni un navegante, pudo construir tal obra de ingeniería, habiendo encontrado previamente, todos los materiales necesarios para tal hazaña.

Una cosa muy importante en esta Parashá, aun cuando puede pasar desapercibido, es que nos indica que hasta ese momento, el hombre tenía una alimentación vegetariana y, recién ahora, luego que ya se haya superado todo lo relacionado con el diluvio, podrá alimentarse también de carne, entregando de inmediato, ciertas normas éticas, que deberán ser respetadas por la humanidad toda, siendo las principales, la prohibición de consumir la sangre del animal sacrificado, por ser la esencia misma de su vida y el no poder extraer una parte del animal, dejándolo con vida.

Es muy frecuente que la prohibición de ingerir la sangre se crea que es una restricción a los judíos y aquí nos encontramos que es a todo hombre, independiente de raza, religión o nacionalidad de éste. Incluso esta ordenanza se entrega previo a la división de los hombres en grupos que hablen distinto idioma, ya que es entregada antes del intento de construir la Torre de Babel, lo que fue castigado con la confusión en el hablar entre los que pretendieron igualar a Dios, al levantar una torre que los llevaría hasta el cielo, dándole poderes divinos, semejantes a los del Eterno.

Nuevamente, nos encontramos con la idea que la Parashá que hoy estamos estudiando, es la más importante y ello, sin lugar a dudas, siempre será verdad, ya que, como sabemos cada capítulo, versículo e incluso, cada letra, es indispensable, importante y fundamental en el estudio de la Torá, donde nada falta y nada sobra.

 

David ben Jaim

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