Enlace Judío México.- Por lo menos en una docena de atentados terroristas que hubo dentro de la llamada Intifada individual –que por suerte ahora parece haber bajado en este 2017- hubo un aviso previo en Facebook.
EDGARDO KRAWIECKI PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO
El 8 de octubre del 2015, el palestino Tarik Iejie pidió disculpas a su familia por la red social Facebook antes de salir a intentar matar a cuchillazos a un soldado israelí, en la ciudad de Afula. También uno de los asesinos de la joven Hadar Cohen, de 19 años, el 3 de febrero del 2016 en Jerusalén, que cumplía su servicio militar en Gendarmería, avisó previamente en Facebook de sus intenciones.
El terrorista de 17 años que ingresó en la habitación donde dormía la niña Halel Ariel, de 13 años, matándola a sangre fría en el asentamiento de Kiriat Arbá el 30 de junio del 2016, escribió en un post de Facebook apenas una hora antes de cometer el crimen: “La muerte es un derecho, y yo exijo mi derecho a tenerla”.
Un caso de estudio; entre la ficción y la realidad.
El canal 10 de la televisión israelí realizó un simulacro con dos identidades reales pero con publicaciones ficticias. Les pidió a un judío y a un árabe que en sus propias páginas de Facebook dieran a entender que dentro de poco perpetrarían un atentado terrorista. Al judío con un perfil de extrema derecha contra palestinos y al árabe contra población civil judía en una ciudad de Israel. Quisieron probar cómo actuaba frente a ello el propio Facebook y la Policía de Israel.
El judío escribió el siguiente post: “Una niña judía dormía en su casa y un terrorista la asesinó a sangre fría. No me quedaré tranquilo hasta que pueda vengar esa muerte”.
El árabe escribió en su muro de la red social: “La ocupación nos ahoga el alma y asesina a nuestros hermanos y hermanas. Me preparo para un evento en el que me convertiré en mártir. Y pido de antemano el perdón de mi familia”.
Los post “ficticios” no fueron tan inventados, ya que fueron sacados de publicaciones reales que se suelen escribir en las redes sociales. Incluidos videos en los que se mostraba cómo se mata a un judío y otras “delicias” que copiaban de publicaciones reales, donde se instruía -entre otras cosas- cómo acuchillar a una persona. Por ejemplo, mostraban en manuales instructivos que los radicales islamistas cuelgan en Facebook y en otras redes sociales en formato de clip “cómo se corta a un judío por la mitad”.
A las cuatro horas de haber publicado estos “post” en Facebook, el judío Daniel Levy ya había recibido 606 likes, con 25 personas que lo compartieron y 12 reacciones a favor, solidarizándose con él. Al rato ya había 1200 likes y 34 compartidos y 16 respuestas más. Y Facebook ni se entrometía, aunque muchas de las respuestas alentaban a la venganza e incitaban a la violencia. Tampoco reaccionó la Policía israelí.
El árabe israelí Shadi contaba que había recibido muchas llamadas de parientes y amigos pensando que su cuenta de Facebook había sido hackeada, porque no creían que él pudiese escribir semejantes cosas. Y condenaban el lenguaje que utilizaba.
En Facebook no se encendió ninguna luz roja. Hubiesen podido decir que salían a matar en un atentado al día siguiente, y a nadie dentro de la red social parecía importarle.
Las publicaciones polémicas crean interés y generan tráfico hacia estas páginas. Ese es el interés de una red social: generar tráfico.
Pero cuando uno de los amigos del árabe Shadi escribió algo, condenando una visita de la ministra de Justicia Aielet Shaked al Wadi Ara, la Policía israelí enseguida lo detuvo para interrogarlo. Es decir, las fuerzas de seguridad israelí leen todo; lo que pueden o quieren.
Hubo varios detenidos de este tipo durante los últimos dos años por publicaciones en las redes sociales. Pero específicamente, Facebook se niega a pasarle a Israel información de lo que pasa en los territorios ocupados más allá de la línea verde, que es la línea de demarcación que se estableció en el armisticio árabe-israelí de 1949, firmado entre Israel y sus oponentes árabes (Egipto, Siria y la entonces Transjordania) al finalizar la Guerra árabe-israelí de la Independencia, en 1948. Aunque esto que contamos estaba dentro del territorio soberano de Israel, y tampoco estaban de acuerdo con pasarles la información requerida a las autoridades de Israel.
Facebook, Israel y los territorios ocupados.
Como de la Margen Occidental provienen la mayoría de los atentados que se produjeron últimamente en Jerusalén y otras localidades. Facebook, como todo el mundo, no reconoce el control israelí en la Margen Occidental. Facebook tiene como política ponerse en contra a la menor cantidad de gente posible. Aunque muchas veces suceda lo contrario.
Finalmente, la Policía israelí mandó efectivos a la casa de Shadi en la localidad de Iafía y a la de sus padres. Como no estaba, le llamaron por teléfono para que se presentase en una comisaría de Nazareth lo antes posible, por las cosas que había escrito en Facebook. Al presentarse, le interrogaron durante una hora y contó que solo lo liberaron porque intervino la presentadora del canal 10 de televisión, Aiala Jasón, que le había metido en el problema, explicando que era parte de un reportaje televisivo. Shami contó luego, desde el escenario de la emisora, que si no hubiera sido por ella, le hubieran dejado detenido. Y que piensa que la Policía sola no habría detectado la publicación, sino que alguien fue quien la leyó y llamó para delatarle.
Una curiosidad más, es que varios diputados árabes israelíes llamaron a Shadi directamente a su casa para disuadirle por lo que había escrito, y le preguntaron si estaba en sus cabales. Entre ellos, Ayman Odeh, el líder de la Lista Árabe Unificada (13 mandatos en la actual Knéset).
Al judío que dijo que iba a salir a vengar la muerte de la niña nadie le llamó ni a nadie le importó si iba en serio o no. En su caso la Policía israelí ni intervino. Y en las respuestas de la gente, solo lo vanagloriaban y contó que hasta algunos le pedían que borrase el post para que no le detuviera la Policía.
La Policía de Israel y las alertas en las redes sociales
En la práctica, la Policía israelí a veces actúa. Como sucedió el año pasado cuando tres palestinos de Naplusa fueron detenidos, tras publicar en Facebook que planeaban cometer un atentado en Jerusalén e iban camino a ejecutarlo. Dos de ellos tenían 15 años y el líder 22. Les estuvieron siguiendo gracias a sus publicaciones, vieron cuando pasaron el checkpost de A-Ram, cuando se atrincheraron en un sitio en construcción en el barrio de Jabel Mukaber de Jerusalén Oriental, y allí fueron interceptados. Los tres estaban todavía desarmados y en Israel se sospechaba que estaban camino a buscar fusiles caseros del tipo Carl Gustav para agarrársela a los tiros contra la población civil, como ellos mismos habían contado luego que harían.
También está el caso de la poetisa árabe israelí Dareen Tatur, residente en Nazareth, que fue detenida el 11 de octubre del 2015 a las 4 de la madrugada sin orden judicial y procesada en abril del año pasado tras subir un poema en Facebook y en youtube, intitulado: “Resiste, pueblo mío, resiste”. Estamos en Octubre del 2017 y aún sigue detenida. El tipo de lenguaje visceral utilizado por Dareen es muy común dentro de la poesía en lengua árabe y no significaba directamente que ella estuviera llamando a cometer atentados como lo interpretó la Policía de Israel.
Estuvo tres meses detenida sin juicio previo, y luego, cuando un tribunal israelí entendió que ella no representaba un peligro para la seguridad nacional, ya quedó “marcada” como una potencial “terrorista”; como una persona peligrosa para la seguridad pública. Uno de los cuestionamientos que hubo fue que los policías israelíes no pueden interpretar poesía árabe por mano propia. De todos modos, Dareen fue sentenciada a arresto “domiciliario” en la localidad de Kiriat Ono (en pleno centro de Israel) y no en su ciudad de residencia Nazareth.
La vara de Facebook contra la incitación a la violencia y el terrorismo en su plataforma parece no ser la misma que aplican en otros aspectos.
Cuando la compañía de juguetes Toys R Us -que también tiene una red de tiendas en Israel- se quejó ante Facebook hace unos años sobre un post de pornografía infantil junto a un aviso publicitario suyo, la red social de inmediato dio de baja estas publicaciones, haciendo caso inmediato al pedido. Desde entonces, no permitieron nada relacionado con pornografía en Facebook hasta ahora. Una red social responde a estas cuestiones solamente cuando siente que le toca el bolsillo. El terrorismo no le hace nada; la pornografía, al parecer, sí.
Cuando el Estado Islámico corta cabezas y cuelga el clip grabado con sus asesinatos en Facebook, Twitter o YouTube, a estas redes sociales les lleva por lo menos 7 minutos hasta que reaccionan. Y siete minutos en la red es una eternidad. Ya ha llegado a miles de manos y se lo han pasado los unos a los otros. El objetivo del uso de las redes sociales ya fue completado, aunque les saquen el video del internet.
Se sabe que tanto Israel como otros países le exigen a Facebook que entregue información exacta sobre las personas que están detrás de amenazas concretas.
Y pese a que se vanagloria de ser un país líder en alta tecnología, Israel carece de la capacidad de detectar las amenazas de Facebook por sí mismo. Ni Israel ni ningún otro Estado han podido hasta ahora por sí solos crear un algoritmo capaz de hacerlo.
De hecho, las redes sociales son hoy en día una de las principales fuentes de información de inteligencia. Pero la información que circula es impresionante por la cantidad de cruces que tiene el propio Facebook. La red social sabe más de cada uno de nosotros de lo que nos gustaría saber.
Ahora que Facebook también es la empresa dueña de WhatsApp, también sabe dónde podemos estar en cada momento y todo lo que escribimos. Y también está el hecho de que puede llegar a escuchar conversaciones por el micrófono de nuestros celulares o ver imágenes a través de su cámara fotográfica. Es lo mismo que ha intentado Microsoft a partir del Windows 10. Por lo tanto, es de suponer que Facebook tiene sobre nosotros mucha más información que la que dice tener.
Sin ir más lejos, Edward Snowden, puso el dedo en la llaga cuando contó sobre el pacto secreto de Facebook, Google y Microsoft mediante el cual le transfirieron a la inteligencia norteamericana información pormenorizada y privada sobre sus usuarios. Esto fue lo que le permitió a los estadounidenses capturar a 55 terroristas. El precio a pagar por ello fue prácticamente acabar con la privacidad de miles de millones de personas en el mundo. Bienvenidos al mundo sin intimidad.
Y a las redes como Facebook, que es una compañía con fines de lucro, no le interesa en lo más mínimo dilucidar por donde pasa el límite entre la privacidad, la libertad de expresión y la incitación a la violencia. Tampoco hay un algoritmo que permita distinguir dónde termina la libertad de expresión y dónde comienza la apología del terrorismo. Y es lo que alegan las propias redes sociales.
El caso Laikin
El padre de Mija Laikin, Robert Laikin -un activista israelí norteamericano por la paz y el diálogo con los palestinos- fue asesinado en setiembre del 2015 en un atentado terrorista contra un autobús en el barrio jerosolimitano de Armón Ha Natziv.
Mija Laikin afirmaba por televisión que de la misma manera como lo explican en Facebook, asesinaron a su padre a sangre fría. Y se preguntaba cómo es que permiten en Facebook publicar clips que enseñan a asesinar sin siquiera revisar el contenido. Está persuadido que sin estos clips que enseñan a matar judíos en la red, su padre hoy estaría aún vivo.
Mija contaba en una entrevista concedida a la televisión israelí: “Uno de los terroristas que asesinó a mi padre, publicó en Facebook antes del atentado, los diez mandamientos del Yahid (mártir) y hablaba de su intención de convertirse en mártir”.
El problema con el shaming en general (la humillación pública adrede a una persona) y con la incitación a la violencia y/o terrorismo en particular, dentro de las redes sociales como Facebook o twitter, es que no hay con quién hablar dentro de ellas al respecto. Cualquiera que se sienta damnificado, no importa cuánto proteste o patalee, que es como si fuera a chocar contra una pared. En YouTube es más frecuente hallar que se haya retirado un contenido de apología a la violencia o que sea inconveniente para todo público; parecen más receptivos que Facebook a estas cuestiones.
En las redes sociales no hay contralor ni una norma ética, ni valores democráticos por encima de los autoritarios. Todo apunta al negocio del bolsillo de los pocos dueños de la red social.
Se trata de un vacío moral que a la vez es la gran caja fuerte de quienes están al frente de este Gran Hermano del siglo XXI.
Hasta la Policía israelí se queja de Facebook, que siempre le promete que va a poner a alguien como enlace, y luego se desentienden. El propio representante de la unidad Cyber de la fuerza en un debate sobre tecnología y seguridad en la Kneset sostuvo: “Hubo muchos casos en que nos dirigimos a Facebook con pedidos puntuales, y se negaron a responderlos uno por uno; principalmente relacionados con cuestiones judiciales”.
Y cuando Simón Milner, un representante de Facebook internacional, salió de la Kneset en la misma sesión -a la que fue invitado especialmente- se negó a firmar una petición contra el shaming en su red social.
Estamos muy cerca de la venta de datos personales sin autorización previa de los interesados por parte de las redes sociales, que poco parecen fijarse cuando las convierten en un vehículo moderno hacia la comunicación de la violencia, incluso posibilitando la utilización de identidades falsas. El fin de la privacidad en la red ya está entre nosotros.
Cuando en abril de este año el presidente estadounidense Donald Trump promulgó una ley, aprobada por el Congreso, que elimina las garantías de privacidad en la red, que había impulsado Barack Obama, autorizando a las empresas proveedoras de internet a vender datos de sus usuarios, como los historiales de búsqueda o la localización de cualquier computadora, tablet o celular es casi una institucionalización de lo que fuimos analizando en estas líneas. Así, queda sin validez el reglamento de los demócratas que exigía el permiso previo de los usuarios para la venta de datos y consolida un triunfo para las grandes empresas de telecomunicaciones y las principales redes sociales.
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