Enlace Judío México – ¿Estás buscando joyería que sea exótica y artística? Considera darte una vuelta por las tiendas de filigrana yemenita.
Éste es un arte que ha sobrevivido a más de 3,000 años de historia. Sus orígenes se remontan a los primeros asentamientos judíos en la Península Arábiga entre Asia y África, en la zona que hoy es Yemen.
Los judíos de Yemén destacaron de entre todos sus habitantes como los mejores joyeros del lugar. Es más, eran los únicos; hasta la fecha toda la joyería que se desprende de esa zona tiene raíces o motivos judíos. Una de las razones en parte fue que los musulmanes o seguidores del Islam tenían terminantemente prohibido trabajar con metales preciosos y preferían comprar sus joyas con fieles de otra fe, y quién mejor para hacerlas que el judío, ya que contaba con tradiciones centenarias sobre el trabajo con metales.
El siguiente reportaje surge de una entrevista hecha por Janet Bein a Yehuda Tassa, un joyero judío yemenita que vive en Estados Unidos y se ha encargado de revivir este arte ancestral que empieza a perderse. Esperamos les guste
El arte perdido de la filigrana yemenita
Yehuda Tassa, de 81 años de edad, empezó a aprender filigrana yemenita cuando era un niño pequeño en Tel Aviv, Israel. A la edad de seis años hacía las labores más sencillas que podía realizar.
Su padre era jasan (cantor) y rabino, como era común en esas épocas, realizaba sus labores religiosas de forma gratuita. Por lo cual, debía tener un segundo oficio que le permitiera sostener a su familia y éste era la joyería.
Antes de hacer aliyá a Israel en 1929, el señor Tassa era uno de los joyeros más renombrados de Yemen. En una cocina pequeña (de dos metros y medio por dos metros) les enseñó a sus hijos el oficio de la granulación, un proceso mediante el cual pequeñas bolitas de plata son colocadas en un patrón específico y soldadas o pegadas con una formula adherente.
Más adelante, Yehuda se vería en la necesidad de aprender este arte por sí mismo. “No te queda más que aprenderlo por ti mismo. Si un hombre sabe hacer granulación, no querer enseñarte, tienes que aprender por ti” Su padre falleció cuando él tenía apenas nueve años de edad y tuvo que trabajar desde muy joven para dar dinero a su familia.
A los 23 años de edad se dio cuenta que hacer filigrana no aportaba lo suficiente para sostenerse. Por lo cual retomó los estudios y tan sólo en ocho meses ya había aprobado los exámenes básicos para ingresar a la universidad y tenía un lugar en el Technion, el Instituto Israelí de Tecnología, uno de los lugares más difíciles acceder y más profesionales para estudiar del mundo. Desde ese día Yehuda abandonó la filigrana.
No fue hasta más de 50 años después que el destino volvió a conectar a Yehuda con el arte de su padre. Ya se había recibido de doctor, ya había trabajado como ingeniero aeronáutico en la NASA por cuatro décadas y ya se había jubilado. Por ocio decidió empezar a tomar clases de pedrería.
En un proyecto del taller al que asistía, llevó una pieza hecha con la técnica que su padre le había enseñado. El maestro muy sorprendido le hizo saber que el arte de Yehuda empezaba a perderse y se consideraba una técnica muerta.
Desde entonces se ha dedicado a investigar sobre la técnica de Saná, la región a la cual pertenecía su familia y puso su propia casa joyera para elaborar piezas en ese estilo. Nos cuenta como era la vida en ese lugar.
“Saná tenía 300 joyerías que hacían filigrana. Cada una se especializaba en ramos distintos: en chapado de oro, fabricación o granulación. Cada tienda tenía su propio mercado.”
El joyero recibía su pago en cinco monedas de plata, de las cuales, tres se derretían y eran usadas para la elaboración de la pieza pedida, mientras las dos restantes se las quedaba el artesano como retribución por su trabajo. En dos días se preparaban los hilos, las esferas pequeñas y los alambres; en tan sólo un día se terminaba la pieza.
Uno de los diseños más importantes que ha encontrado Yehuda en sus investigaciones es una pulsera yemenita. Tiene una esfera y una flor en uno de los lados y una figura que parece una caja o una casa en el otro. “Las cajas estaban ahí para representar la tumba, el sentido de la pieza es recordarle a la novia que no somos inmortales”, nos dice Yehuda.
Suena como un mensaje extremadamente sombrío para una novia, sin embargo, puede impulsarla a apreciar a su esposo sin dejarse vencer por la cotidianidad y las dificultades de la vida. Sabiduría de un tiempo anterior que hoy se expresa en el arte de Yehuda.
Si te interesa saber más de su trabajo puedes encontrar su taller aquí
Parte de la información fue tomada de un reportaje hecho por Janet Bein para Tango Diva
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