Conoce al joyero yemenita que recupera 3,000 años de tradición judía

Enlace Judío México – ¿Estás buscando joyería que sea exótica y artística? Considera darte una vuelta por las tiendas de filigrana yemenita.

Éste es un arte que ha sobrevivido a más de 3,000 años de historia. Sus orígenes se remontan a los primeros asentamientos judíos en la Península Arábiga entre Asia y África, en la zona que hoy es Yemen.

En ese lugar los judíos florecieron cultural e intelectualmente durante muchos siglos. Sin embargo, no se les permitía trabajar ni ejercer varios de los oficios necesarios para el sustento de una familia. Por lo cual, se remitieron a adiestrarse y desarrollar los oficios que siempre habían sido suyos y en los cuales demostraban maestría. Entre ellos, el más común fue la joyería.

Los judíos de Yemén destacaron de entre todos sus habitantes como los mejores joyeros del lugar. Es más, eran los únicos; hasta la fecha toda la joyería que se desprende de esa zona tiene raíces o motivos judíos. Una de las razones  en parte fue que los musulmanes o seguidores del Islam tenían terminantemente prohibido trabajar con metales preciosos y preferían comprar sus joyas con fieles de otra fe, y quién mejor para hacerlas que el judío, ya que contaba con tradiciones centenarias sobre el trabajo con metales.

El arte de la platería había sido trasmitido desde hace varios siglos de padres a hijos desde que el niño era capaz de preparar sus primeros hilos de plata. Es más, en Yemen cada familia judía tenía un estilo particular y una manera especial de hacer joyería basada en técnicas secretas que sólo la familia conocía y que las distinguía de las demás. Eran técnicas que jamás se enseñaban a alguien externo que permanecían como un sello a través de las generaciones.

El siguiente reportaje surge de una entrevista hecha por Janet Bein a Yehuda Tassa, un joyero judío yemenita que vive en Estados Unidos y se ha encargado de revivir este arte ancestral que empieza a perderse. Esperamos les guste

El arte perdido de la filigrana yemenita

Yehuda Tassa, de 81 años de edad, empezó a aprender filigrana yemenita cuando era un niño pequeño en Tel Aviv, Israel. A la edad de seis años hacía las labores más sencillas que podía realizar.

“Por los primeros años, todo lo que hacía era doblar y aplanar los alambres de plata que sirven para hacer las estructuras básicas de las piezas. Después, mi padre me enseñó a soldar”

Su padre era jasan (cantor) y rabino, como era común en esas épocas, realizaba sus labores religiosas de forma gratuita. Por lo cual, debía tener un segundo oficio que le permitiera sostener a su familia y éste era la joyería.

Antes de hacer aliyá a Israel en 1929, el señor Tassa era uno de los joyeros más renombrados de Yemen. En una cocina pequeña (de dos metros y medio por dos metros) les enseñó a sus hijos el oficio de la granulación, un proceso mediante el cual pequeñas bolitas de plata son colocadas en un patrón específico y soldadas o pegadas con una formula adherente.

Más adelante, Yehuda se vería en la necesidad de aprender este arte por sí mismo. “No te queda más que aprenderlo por ti mismo. Si un hombre sabe hacer granulación, no querer enseñarte, tienes que aprender por ti” Su padre falleció cuando él tenía apenas nueve años de edad y tuvo que trabajar desde muy joven para dar dinero a su familia.

“Había en la casa seis niños, tres de los cuales eran más pequeños que yo. Así que tuve que dejar los estudios y ayudar a mantener a la familia.”

A los 23 años de edad se dio cuenta que hacer filigrana no aportaba lo suficiente para sostenerse. Por lo cual retomó los estudios y tan sólo en ocho meses ya había aprobado los exámenes básicos para ingresar a la universidad y tenía un lugar en el Technion, el Instituto Israelí de Tecnología, uno de los lugares más difíciles acceder y más profesionales para estudiar del mundo. Desde ese día Yehuda abandonó la filigrana.

No fue hasta más de 50 años después que el destino volvió a conectar a Yehuda con el arte de su padre. Ya se había recibido de doctor, ya había trabajado como ingeniero aeronáutico en la NASA por cuatro décadas y ya se había jubilado. Por ocio decidió empezar a tomar clases de pedrería.

En un proyecto del taller al que asistía, llevó una pieza hecha con la técnica que su padre le había enseñado. El maestro muy sorprendido le hizo saber que el arte de Yehuda empezaba a perderse y se consideraba una técnica muerta.

Tras una breve investigación Yehuda se dio cuenta que el maestro tenía razón, la gran mayoría de los joyeros yemenitas ya habían muerto y sus hijos habían decidido no continuar con la tradición de la joyería. Por lo cual, se propuso revivir este arte ancestral.

Desde entonces se ha dedicado a investigar sobre la técnica de Saná, la región a la cual pertenecía su familia y puso su propia casa joyera para elaborar piezas en ese estilo. Nos cuenta como era la vida en ese lugar.

Saná tenía 300 joyerías que hacían filigrana. Cada una se especializaba en ramos distintos: en chapado de oro, fabricación o granulación. Cada tienda tenía su propio mercado.”

El joyero recibía su pago en cinco monedas de plata, de las cuales, tres se derretían y eran usadas para la elaboración de la pieza pedida, mientras las dos restantes se las quedaba el artesano como retribución por su trabajo. En dos días se preparaban los hilos, las esferas pequeñas y los alambres; en tan sólo un día se terminaba la pieza.

Cada objeto que se hacía debía tener un significado especial, a diferencia de hoy la gente no compraba joyería sin razón aparente. Comúnmente era usada para adornar a las novias en el casamiento o dadas como obsequio antes de su boda. Por ello, abundan los símbolos que representan fertilidad, bienestar y prosperidad. Por ejemplo, las bolas pequeñas simbolizan la fertilidad, mientras que las figuras con forma de nuez representan prosperidad.

Uno de los diseños más importantes que ha encontrado Yehuda en sus investigaciones es una pulsera yemenita. Tiene una esfera y una flor en uno de los lados y una figura que parece una caja o una casa en el otro. “Las cajas estaban ahí para representar la tumba, el sentido de la pieza es recordarle a la novia que no somos inmortales”, nos dice Yehuda.

Suena como un mensaje extremadamente sombrío para una novia, sin embargo, puede impulsarla a apreciar a su esposo sin dejarse vencer por la cotidianidad y las dificultades de la vida. Sabiduría de un tiempo anterior que hoy se expresa en el arte de Yehuda.

Todo el trabajo que hace es a mano, las herramientas y materiales que usa son bastante similares a las que se usaban en Yemen “eran sencillas, no había dinero para comprar cosas muy complicadas”. Crea aretes, collares, pulseras y artículos religiosos como menorot de Janucá, cajas para mezuzot, y contenedores de especias basándose en los diseños que encuentra de hace varios años. Mezcla patrones y técnicas milenarias con formas y creaciones propias. Él mismo es un vestigio de una cultura ancestral.

Si te interesa saber más de su trabajo puedes encontrar su taller aquí

Parte de la información fue tomada de un reportaje hecho por Janet Bein para Tango Diva

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Aranza Gleason: Aranza Gleason se define a sí misma como una judía en el exilio. Nació con una raíz dividida como sus poetas favoritos; busca y ama al judaísmo, pero como a los personajes que lee, éste, también se le escapa de las manos. Estudió Lengua y Literatura Inglesa en la UNAM y ha trabajado en Enlace Judío desde el 2017. Le gusta leer, viajar y experimentar el mundo de forma libre.