Enlace Judío México – La renuncia de Hariri y sus duras palabras contra la República Islámica crean una oportunidad para tratar de cambiar la realidad en el país antes de que Irán y Hezbolá tomen el control total del país. Esto requiere presión internacional y valientes decisiones del Líbano, así como una acción indirecta de Israel.
GIORA EILAND
La renuncia del primer ministro libanés Saad al-Hariri y sus duras palabras contra Irán crean una oportunidad para tratar de cambiar la realidad en el Líbano. No me refiero a una intervención militar, como la que Israel intentó en 1982, sino de crear una coalición internacional que presionaría al presidente libanés a cambiar la situación en su país.
Tras el asesinato del entonces primer ministro libanés Rafik al-Hariri, padre del actual primer ministro renunciante, una coalición internacional exigió que Siria retire sus fuerzas del Líbano. En un debate sostenido por el ex primer ministro Ariel Sharon, se llegó a la conclusión de que la iniciativa internacional coincidía con el interés israelí, pero como jefe del Consejo de Seguridad Nacional, creía que la retirada siria del Líbano fortalecería la peligrosa influencia iraní.
Finalmente, Arabia Saudita, Francia y Estados Unidos formaron una nueva coalición, los países que actualmente tienen interés y capacidad para influir en el Líbano, y tras una presión coordinada con el respaldo de las Naciones Unidas, Siria se apresuró a sacar sus divisiones del Líbano.
Esta vez, la presión debe estar dirigida al presidente cristiano del Líbano, Michel Aoun, que está ayudando a Irán a tomar el control de su país y ha declarado que Hezbolá es la “fuerza defensiva” del Líbano. Al decir eso, básicamente asumió la responsabilidad de todas las acciones de Hezbolá e implícitamente admitió que la organización tiene el poder de imponer la agenda de seguridad del país.
En lugar de tratar de convencer a Gran Bretaña para que apoye una enmienda del acuerdo nuclear con Irán, como lo hizo el primer ministro Benjamín Netanyahu durante su reciente visita a Londres (un esfuerzo en vano que no tendrá éxito), debemos enfocar la atención en la actividad iraní en Siria y ahora en Líbano. Los esfuerzos diplomáticos deben centrarse en lograr que la comunidad internacional exija que el presidente, el parlamento y el pueblo libanés tomen una decisión entre ser considerados como un Estado soberano o aceptar el control de Irán a través de Hezbolá.
Si eligen la primera opción, deben comprometerse a exigir a Irán que retire sus fuerzas del país, incluida la Guardia Revolucionaria; exigir a Hezbolá que actúe sólo de acuerdo con las instrucciones del gobierno legal del Líbano; y por último, declarar que el gobierno libanés es responsable de mantener la calma en la frontera con Israel.
Líbano tiene una oportunidad, tal vez su última oportunidad, de liberarse del control de Irán. Y esto requiere decisiones valientes. Si el presidente libanés se niega, podría ser visto como una admisión de que continuaría arrastrándose ante Irán y Hezbolá hasta que tomen el control total del Líbano.
La demanda a Líbano debe ir de la mano con un compromiso de los países miembros de la OTAN de proporcionar al país ayuda militar en caso de que Hezbolá se resista. Occidente dudó en Irak y en Siria, y como resultado, esos dos países básicamente “cayeron” en manos de Irán. Si queremos impedir un asedio total de Irán a la región, debe evitarse la caída del Líbano.
¿Sabe el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a diferencia de su predecesor, cómo comprometerse y usar la fuerza? Estos pueden ser tiempos críticos. No podemos esperar que Líbano actúe sin el apoyo de Occidente, y no podemos esperar una iniciativa estadounidense sin una solicitud del gobierno legal del Líbano. Sólo la combinación de ambas cosas podría conducir al éxito.
¿Y qué hay de Israel? No podemos intervenir directamente. Cuando lo intentamos en 1982, fuimos arrastrados innecesariamente a un conflicto en Líbano. Israel puede tratar de convencer a los países occidentales que sean proactivos con respecto a Líbano según el esquema que acabo de presentar; segundo, puede advertir que la decisión del presidente, el gobierno y el ejército libanés de servir a Irán, tendría una influencia dramática en la “tercera guerra del Líbano”. Si esa guerra estalla, Israel no lucharía contra Hezbolá, sino contra su patrón, el Líbano.
Fuente: Ynet / Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudíoMéxico
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