Enlace Judío México.- El sábado, el primer ministro libanés Saad Hariri anunció su renuncia en un discurso televisivo desde Arabia Saudita. En el discurso, Hariri habló del control del Líbano por parte de Irán como la razón para dimitir. “Hizbalá”, dijo Hariri, “ha llegado a controlar al estado y tiene la palabra final y decisiva en los asuntos del Líbano y los libaneses.”
TONY BADRAN
Hariri pasó a enumerar como Hizbalá ha convertido al Líbano en una plataforma de lanzamiento para incursiones militares y actividades terroristas contra estados árabes, por lo cual el Líbano ha pagado un precio, condena internacional y sanciones económicas.
Por supuesto, Hariri sabía todo esto cuando acordó retornar al cargo de primer ministro el año pasado. Bajo el mandato de Hariri, Hizbalá sólo consolidó su dominación del país, ajustando su control sobre el estado, ganando nombramientos clave en las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL), las agencias de inteligencia y seguridad, el poder judicial y oficinas administrativas estatales. La función de Hariri fue simplemente proporcionar cobertura a Hizbalá. A menudo manejó la interferencia del exterior, presionando a Washington por sanciones más suaves y pidió ayuda creciente para unas FAL trabajando como uña y mugre con Hizbalá e Irán.
Contrariamente a la sabiduría convencional, los saudíes nunca apoyaron el trato de Hariri con el diablo. En su lugar, los saudíes renunciaron a ayudarlo, retiraron sus donaciones a las FAL, a las que han llegado a ver, con razón, como fuerza auxiliar de Hizbalá. No regresaron a su embajador a Beirut durante el mandato de Hariri. Aunque habrían hecho mejor en bloquear desde el inicio la payasada de Hariri, los saudíes han retirado el enchufe finalmente de un acuerdo desastroso antes de que se pusiera aún peor.
Hariri admitiendo que el Líbano es una satrapía iraní administrada por Hizbalá reivindica obviamente la visión de Israel. El mes pasado, el ministro de defensa de Israel, Avigdor Lieberman, sugirió la posibilidad de un conflicto futuro con el Líbano, “ya no estamos hablando únicamente sobre Hizbalá. Estamos hablando sobre Hizbalá y sobre el ejército libanés.” El ejército libanés, agregó Lieberman, “se ha vuelto una parte integral de la campaña de Hizbalá, bajo su mando… [se] ha vuelto inextricablemente vinculado a Hizbalá.”
Líbano ya es una provincia iraní. La preocupación de Jerusalén ahora es que Irán y Hizbalá están en camino de lograr los mismos acuerdos existentes dentro de Siria, mientras Estados Unidos continúa facilitando la dominación de las fuerzas lideradas por los iraníes. Y así, en su declaración sobre el acontecimiento en Líbano, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu describió el discurso de renuncia de Hariri como una “alarma,” y advirtió que Irán estaba tratando de replicar en Siria el modelo a través del cual ha llegado a dominar Líbano.
Los saudíes también son impulsados por el deseo de enfrentar a Irán en la región, y, con este paso, han integrado a Líbano dentro de su intento por repeler a Teherán. El ministro de estado saudí para asuntos del Golfo, Thamer al-Sabhan, aumentó la retórica belicista esta semana, y dijo que Arabia Saudita tratará al gobierno libanés como a un gobierno hostil que ha “declarado la guerra,” debido a la participación de Hizbalá en operaciones militares en Yemen y otras partes tomando como blanco a tropas saudíes y a la misma patria saudí.
Retórica aparte, es duro de hecho ver como el gobierno del Líbano no puede ser responsabilizado por ataques facilitados y conducidos por la entidad que controla al gobierno y a las fuerzas armadas del país, motivo por el cual algunas naciones de la zona podrían llegar a elegir ser manejados por una organización terrorista, especialmente una que es controlada por un país extranjero. Hasta el momento, sin embargo, no está claro lo que significa en la práctica el nuevo discurso de Arabia Saudita. Aun con toda la conversación sobre la posibilidad de un retorno a la inestabilidad en Líbano, la realidad sigue siendo que las herramientas y opciones de Riad en Líbano son limitadas.
Sin dudas, pueden imponer, y probablemente lo harán, sanciones punitivas y medidas económicas dolorosas, como expulsar a los libaneses que están trabajando en los países del Golfo o sanciones contra empresarios libaneses aliados con Hizbalá. Otra opción disponible para los saudíes podría ser revivir una coalición política anti-Hizbalá, quizás incluso levantando de los muertos la difunta coalición “14 de marzo”, y lanzar una campaña política y mediática contra Hizbalá antes de las elecciones parlamentarias del año próximo en la esperanza de arrebatar pacíficamente el control del Líbano de Irán y su ejército satélite local.
Pero hay muchos problemas obvios con este enfoque. Primero, y más obvio, es que Hariri y sus aliados, o lo que sea que quede de ellos, son extremadamente débiles y no presentan ninguna amenaza o lo que se le parezca para Hizbalá, aún si les fuera a ir bien en las elecciones — lo cual es menos probable bajo la nueva ley electoral que aceptó Hariri. Después de todo, en su apogeo, la coalición del “14 de Marzo” ganó dos veces elecciones en el 2005 y en el 2009, y en ambas instancias eso no significó absolutamente nada. En el 2008, Hizbalá envió a sus combatientes a las calles e impuso una formación de gabinete en la cual podría vetar todas las decisiones. En enero del 2011, Hizbalá hizo colapsar el gobierno de Hariri y lo forzó al exilio prolongado. Se le permitió retornar sólo cuando capituló en todo.
Una confrontación política libanesa con Hizbalá, por lo tanto, no tiene sentido, aun suponiendo que podría ser ganada en este momento, lo cual parece improbable. Además de tener al presidente, al presidente del parlamento, las FAL y su milicia propia, Hizbalá debe dar su consentimiento antes que pueda ser formado cualquier nuevo gabinete – y puede derribar fácilmente a ese gabinete si no le gusta el resultado. En otras palabras, lo máximo que se podría obtener en Líbano es precisamente lo que tuvo hasta este momento: un gobierno de coalición que Hizbalá controlará. En cuanto a la campaña de los medios contra Hizbalá, equivaldrá a poco más que ruido. Su impacto sobre el equilibrio de fuerzas y el control total de Hizbalá dentro del país será nulo.
Esta realidad carga implicaciones para la política estadounidense, la cual ha estado anclada alrededor de apoyar a las FAL, un engaño que puede sólo tener sentido alrededor de mesas redondas de seminario pobladas por gente que imagina a Líbano siendo una versión de una democracia procesal estilo estadounidense con instituciones estables e independientes, de lo cual carece absolutamente. Construyendo las FAL, decía esta lógica abstraída, se estaría fortaleciendo “al estado,” y debilitando por lo tanto a Hizbalá. Cuando el primer ministro anti-Hizbalá renuncia citando el dominio total del estado por parte del grupo, entonces quizás haga falta una revisión de la base subyacente de la política.
Fortalecer un estado controlado por Hizbalá fortalece a Hizbalá. Es así de simple. Al menos, la continuidad de un gobierno alineado con Hizbalá sin la cobertura de Hariri debe justificar una suspensión de la ayuda estadounidense a las FAL, al menos hasta que se asiente el polvo.
Un circo político y mediático renovado en Beirut no debe confundirse con una estrategia real y seria para hacer retroceder a Irán y quebrar su largo brazo, Hizbalá. Revivir una coalición muerta para competir en elecciones y servir una dosis recargada de poesía anti-Hizbalá y discurso político en los medios libaneses es hermoso y quizá bueno, pero no altera el equilibrio de fuerzas, y menos quiebra a Hizbalá. El pueblo libanés ha visto esa película dos veces antes, y terminó mal ambas veces. Hizbalá no será derrotado a través de la política, menos a través de la “narrativa” y anuncios televisivos lujosos.
Fuente: Tablet- Traducido por Marcela Lubczanski para Enlace Judío México.
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