MORRIS STRAUCH PARA AGENCIA DE NOTICIAS ENLACE JUDÍO MÉXICO
El Dr. Harry Brailovsky Alperowitz, biólogo y entomólogo consumado, es Investigador Titular de Tiempo Completo del Instituto de Biología de la UNAM desde 1976, y curador de la Colección Hemiptera-Heteroptera –Insecta- de dicho instituto, desde 1983. Autor de 12 libros y monografías, ha publicado más de 380 trabajos de investigación y ha sido citado en la literatura científica más de 1300 veces a la fecha. Es Investigador Emérito por parte del Sistema Nacional de Investigadores, CONACYT, y miembro activo del Sistema Nacional de Investigadores, de la Academia Mexicana de Ciencias y del Directorio de Árbitros Externos del CONACYT para la Evaluación de Proyectos de Investigación Nacionales e Internacionales.
Participa eventualmente en el Comité Tutorial de Postgrado de la Facultad de Ciencias de la UNAM y ha participado en el Comité Científico México-Francia ANUIES-ECOS.
Ha recibido más de 30 distinciones académicas, científicas y profesionales y han dedicado en su honor 5 géneros nuevos y 38 nuevas especies del mundo de los insectos.
Conversando con el Dr. Brailovsky nos compartió algunas vivencias familiares y profesionales.
EJ -¿Quiénes fueron tus padres?
HB – Mi padre, Moshe Brailovsky, nació en Ucrania en 1916 era uno de cuatro hijos. Debido a los pogroms y a las secuelas de la revolución bolchevique tuvieron que salir de Ucrania con lo que tenían puesto, arribando a Holanda para de allí embarcarse a los Estados Unidos de Norte América para tratar de desembarcar en la isla Ellis.
Por un decreto establecido en esos momentos ya no se aceptaban más refugiados, por lo cual continuaron su travesía hacia México, donde el Presidente Lázaro Cárdenas abrió las puertas a los inmigrantes. Llegaron al puerto de Veracruz, sin saber el idioma, sin saber nada, pero los abuelos emprendieron una serie de trabajos relacionados con papelería, que era a lo que se dedicaban en Uman, Ucrania. El resto de la familia se quedó en Ucrania perdiéndose toda la relación con ella. Abro un paréntesis para señalar que el tío Pedro visitó Rusia como un todo, encontrando una prima, pero fue efímero ese reinicio familiar.
Mi abuelo paterno nació en Odessa, y mi abuela en Uman, Ucrania. Mi abuelo materno fue de origen lituano naciendo en Vileyka, mi abuela materna nació en Pinczow, Polonia y mi mamá en los Estados Unidos.
EJ – Si se quedaron en Ucrania muchos deben de haber muerto en la invasión nazi a Rusia, o por el genocidio stalinista.
HB – El Hitlerismo y el Stalinismo marcaron al judío, permitiendo que en esa severa crisis, el espíritu de cada uno de ellos, y de nosotros en el mundo actual, se revalorara.
EJ -¿Cómo se conocieron tus padres?
HB – Es de esas historias románticas. Mi padre quería aprender a pilotear, pero en México eso era muy caro, así que durante la Segunda Guerra Mundial fue a EUA a entrenar para piloto y poco después la guerra acabó. Mi padre tenía 27 años y decidió quedarse y trabajar en EUA, sin embargo no me queda claro que trabajo desempeñó en una fábrica, ya que era muy hermético y nunca platicaba de esa etapa. Vivía con una tía en Nueva York, y yendo a una tardeada conoció a mi mamá. Esa noche regresando a la casa les escribió a sus padres en México, y su tía le preguntó a quién le escribía:
– A mis papás, para decirles que me voy a casar, ya conocí a la muchacha que quiero.
– ¿Ya hablaste con ella?
– No, pero me voy a casar con ella.
Y se casarón 3 meses después. Tras unos meses mi padre quiso regresar a México, y su idea era vivir en Cuautla, Morelos, pero mi madre de nombre Evelyn Alperowitz no aguantó mucho, y le puso un ultimátum: “O vivimos en la capital, o me regreso a NY”. Retornaron a la Ciudad de México y su matrimonio duró 57 años largos años con cuatro hijos: Harry el mayor, al que siguieron Abraham, Kent y William. Mi padre se dedicó al comercio teniendo su tienda en la calle de Madero # 60 casi esquina con la calle de Palma, dedicándose a la venta de porcelana, joyería, y regalos en general.
EJ – ¿Donde vivían cuándo naciste?
HB – En la Roma Norte, con mis abuelos, para después mudarnos a la Colonia Del Valle, en un edificio que colindaba con pastizales y donde las vacas pastaban y el maíz se sembraba.
EJ – ¿En qué colegio estudiaste?
HB – Entre al kínder en la Idishe, en la calle de San Lorenzo, en la Del Valle, y desde la primaria hasta concluir el quinto de bachillerato en el Colegio Madrid, que estaba ubicado en Revolución y Patriotismo, y por allí pasaba el tren que fue nuestro transporte durante varios años. De ahí salté a la Facultad de Medicina en la UNAM, carrera en donde solo curse 3 años para después cambiarme a la Facultad de Ciencias de la propia UNAM, donde estudie la carrera de biología, la maestría y el doctorado. Curiosamente al ingresar como tesista la Instituto de Biología de la UNAM, y más tarde obtener la posición de investigador, me re-encontré con compañeros del Colegio Madrid que también trabajaban en la misma institución como fueron los Drs. Antonio Lot Helgueras -aún en activo- y Carlos Vázquez Yáñez -QEPD.
EJ – ¿En qué año saliste de la prepa?
HB –1962
EJ – Ciudad Universitaria se fundo en...
HB – En 1959 pero con antecedentes de muchas décadas previas a la formalización de un campus.
EJ – ¡Olía a nueva!
HB – Claro que sí, pero al no haber equipos electrónicos las colas para pagar tu tira de materias y la subsecuente inscripción era tal que había que llegar a las 2-3 de la mañana para formarnos, y esa cola daba toda la vuelta a rectoría y luego al puente.
EJ – ¿Harry tenías hobbies, deportes favoritos?
HB – Siempre deportes, practicando frontenis, basquetbol, softball y natación en el CDI, y béisbol en la UNAM.
EJ – ¿Dónde estaba el béisbol en la UNAM, dónde está ahora?
HB –Originalmente estaba por los frontones cerca de ingeniería y arquitectura, y ahora cercano al Instituto de Biomédicas.
EJ – ¿Qué otros hobbies tenías?
HB – Coleccionaba timbres, y monedas y sobre todo, lectura. Leía mucho, acerca de descubrimientos en diferentes partes del globo, particularmente del Continente Africano, como la vida de David Livingstone, de Henry Stanley, así como libros de misterio, incluyendo los clásicos de Sherlock Holmes, de Earl Stanley Garner etc. Mientras tanto, coleccionaba insectos, de allí el salto natural hacia la biología.
EJ – ¿Cómo nació tu interés por la ciencia, o fue la entomología directamente, cómo fue?
HB – Durante la carrera de Biología se leían las obras de Carlos Linneo, de Carlos Darwin, etc., más los libros sobre evolución y biogeografía que generaron en mí el interés por la biología, y particularmente, no sé por qué razón, acercarme a la entomología, fue algo innato. Mucho influyó que yo no era un niño amiguero, aunque tengo mis amigos, pero selectos.
EJ –Los ingredientes para ser entomólogo ya los tenías: coleccionista y lector. No eras de mucho socializar, ni mucha fiesta.
HB – Teníamos fiestas los sábados, eran de mi época, bonitas, en casa de amistades o bien nos colábamos, pero nunca había temor a caminar por las noches, cuando no disponíamos de un aventón a la mano. Esos sábados eran inolvidables y con los hermanos y amigos llegábamos temprano al CDI, jugábamos Basquet Ball, o natación o softball, en la tarde al Domino en casas que nos turnábamos y por las noches a las casas donde hubiera una fiesta. Épocas que no regresarán.
EJ -¿Entraste a Medicina?
HB -En 1963, entré a medicina, ahí estuve 3 años, y como en aquella época se estilaba, entré por sugerencia de los padres. A mí me gustaba la biología, pero como familia de migrantes primero teníamos que comer, así que los cuatro hijos estábamos destinados a ser médicos.
Paradójicamente ninguno lo fue.
El más cercano a medicina fui yo, que me gradué de biólogo, los demás son un ingeniero químico, un ingeniero industrial y un ingeniero en mecánica. Todos matemáticos.
Entré de 16 años a medicina, no hubo problema el primer año, ni el segundo, ni el primer semestre del 3er año, que fue cuando nos cambiaron a semestres. En el segundo semestre del tercer año empezamos a ir a hospitales, me gustaba la cirugía pero mi contacto con el paciente era frágil, me faltaba madurez y por ello decidí cambiar de carrera.
El domingo a la hora del desayuno y después de pasar un sábado de terror pensando como lo tomaría mi padre, decidí afrontarlo, y de forma abrupta le indique que no quería ser médico; él tenía todas las esperanzas cifradas en mí por ser el mayor. Qué dialogo establecimos, como siempre, lacónico y directo:
– Papá quiero hablar contigo
– ¿Qué pasa?
– Ya no voy a estudiar medicina, ya no aguanto, ya no tolero…
– ¿Perfecto, qué vas a estudiar?
– Biología.
– Bueno, hazlo bien.
EJ – ¡Al final, fue una decisión correcta!
HB – Sí, claro, no me arrepiento. Fui a la Facultad de Ciencias, pedí mi cambio de carrera, la concluí en 3 años al poder revalidar materias como bioquímica, fisiología, y otras materias comunes. Salí muy joven, y a los 22 años ya era biólogo.
EJ – ¿Dónde hiciste el posgrado?
HB – Acabé biología en 1968, apliqué para Gainesville, Florida, me dieron la beca para estudiar plagas en agricultura. Concluí la maestría en México en un año, me casé y la idea era irse a Florida; llegó la primera niña, Kalincka, y nos esperamos. Cuando llegó la segunda niña, Claudine, decidimos que la única opción que nos quedaba era quedarnos, y por ello la maestría y el doctorado los realicé en la Facultad de Ciencias. Fue un buen doctorado, y con muy buenos profesores.
EJ- ¿Cómo te iniciaste en la investigación?
HB – Los pasos iniciales parten de mi tesis de licenciatura, iniciada en el convulso año de 1968, con las olimpiadas y los graves desórdenes que ocurrían en nuestro país. En ese año me acerqué al Instituto de Biología de la UNAM, contactando con la responsable del laboratorio de Entomología, la Dra. Leonila Vázquez García, QEPD, con el Dr. Santiago Zaragoza Caballero y con el Dr. Carlos Márquez Mayaudon el cual se convertiría en mi tutor, y gracias al cual obtuve la posición de investigador dentro de la institución hacia el año 1976-1977.
La elección del grupo de insectos con el cual trabajaría fue indirectamente influido por la Dra. Julieta Ramos Elorduy también investigadora de dicha institución y la cual me llamo un día para que conociera un insecto increíble. Me acerqué al microscopio y le pregunte:
– ¿Qué es?
– Un tingido,
– ¿Y eso que es?
– Es una chinche de encaje.
– ¿Y qué es eso?
– Un hemíptero que corresponde al orden Heteroptera.
– ¿Quién trabaja ese grupo en México?
– Nadie.
Contesté que me iba a dedicar al estudio del mismo, y ya han transcurrido cerca de 50 años y créanlo, jamás he sentido la sensación de aburrimiento o de hartazgo, por el contrario, cada nuevo trabajo que inicio cada día, es una aventura y una fuente de energía.
La colección de Hemiptera-Heteroptera en aquellos años era de algo así como de 2000 ejemplares, la mayoría perteneciente a triatominos derivados de cultivos en laboratorio y muy pocos de trabajo de campo.
Al obtener la plaza de investigador desarrollé como prioridad el trabajo de campo que a la fecha continúa siendo esencial para saber que tenemos en nuestro país, antes que la biodiversidad siga siendo aniquilada. En colaboración con el Biólogo Ernesto Barrera Vargas, las M. en C. Cristina Mayorga y Guillermina Ortega León y el Dr. Luis Cervantes Peredo, QEPD, conjuntamente con numerosos alumnos, la colección actual de hemípteros ronda por los 650 mil ejemplares debidamente montados, procesados y arreglados. A ello se han agregado material de los cinco continentes a través de intercambio científico, compra o colectas personales a regiones de Australia, África, Centro y Sudamérica.
La actividad científica no es solo colectar e incorporar esos insectos, a ello deberemos agregar la necesidad de contar con artículos científicos y con libros de la especialidad, pero además ser asesorado por los especialistas más renombrados del grupo, obtener una colección sinóptica que permita el ir reconociendo géneros y especies y finalmente que la institución a la cual uno ésta adscrito lo apoye con microscopia, con equipos computacionales, con apoyo de campo y sobre todo que la línea de investigación trazada no se vea modificada por el cambio de director. Todo este conjunto se respira en el Instituto de Biología.
Agrego además que las agencias nacionales como el CONACYT, la CONABIO y la DGAPA, UNAM, brindan apoyos para la superación académica tan necesaria con el transcurrir de los años.
Volviendo a mis pasos iniciales donde no contaba con una colección de hemípteros, nadie en México me podía asesorar y no contaba con literatura y libros adecuados, me vi forzado a emprender una nueva aventura que me llevaría a dos instituciones dentro de los Estados Unidos de Norte América. La primera de ellas fue trabajar durante 20 días en la Universidad de Connecticut en Storrs, con el Dr. James A. Slater, QEPD, que en aquella época era el hemipterólogo mas distinguido y que me acepto en su laboratorio enseñándome las bases de ese campo y las técnicas de muestreo. La otra institución, el Museo Nacional de Historia Natural, enclavado en el Smithsoniano de Washington, EUA, donde trabajé con el Dr. Richard C. Froeschner, QEPD, durante 15 días. Ambos colegas me obsequiaron cientos de artículos científicos que mandé vía aérea a México, y entre ambas dependencias, 17 cajas con material científico las cuales transporté personalmente.
A partir de mi regreso a México y a la fecha, mantengo correspondencia con los colegas del campo, recibiendo o visitando sus colecciones, desarrollando investigaciones conjuntas y manteniendo al día él acervo electrónico de los artículos derivados de estudios varios. Al mismo tiempo la asesoría a estudiantes y dependencias que solicitan de mi participación en problemas taxonómicos también son atendidos.
EJ-¿Cuándo empezaste a publicar?
El puesto de investigador de tiempo completo puede complementarse con brindar cursos de grado y postgrado, asesorar tesis en sus diferentes niveles y atender demandas de colegas que recurren a ese especialista, sin embargo lo primero es publicar artículos originales y ello lleva un alto grado de preparación. Dar clases es brindar un conocimiento ya elaborado, ser investigador es ofrecer un nuevo “status” al conocimiento. Ambos igual de importantes dentro de la línea que uno ha seleccionado para la cual lo han contratado.
En mis primeros 15 años como investigador, la mayor parte de mis publicaciones fueron en revistas científicas nacionales. Hacia el año 1990, y en adelante, la evaluación del investigador iba a tomar un giro radical, donde las revistas internacionales y su factor de impacto serían las directrices para evaluar la calidad del trabajo de ese investigador.
“Adaptarse o morir”
La experiencia acumulada y los caminos planteados por las autoridades internacionales a las cuales México se adhiere, hicieron resurgir la necesidad de publicar fuera y a partir de ese año, 1990, el 95% de mis artículos han sido enviados y publicados por las mejores revistas de mi especialidad:
Proceedings of the Entomological Society of Washington
Journal of New York Entomologicial Society
Pan-Pacific Entomologist
Zootaxa
ZooKeys
Acta Entomologica Musei Nationalis Pragae
Studies on Neotropical Fauna and Environment
Reichenbachia, Staatliches Museum fur Naturkunde, Dresden
Memoirs of the Queensland Museum
Canadian Entomologist
Annals of Carnegie Museum
Japan Journal of Entomology
Australian Journal of Entomology
African Entomology
Proceedings of the Californian Academy of Sciences
Insecta Mundi
Entomological News
Transections of the American Entomologist Society
Annals of the Entomological Society of America
Journal Kansas Entomological Society
Zoosystematica Rossica
Florida Entomologist
Polish Journal of Entomology
Entomologische Zeitschrift, Stuttgart
Entre otras…
Dos revistas de alto impacto como Nature y Science quedan fuera de mi óptica dado que su espectro de publicación gira en torno áreas como genética, biología molecular, medicina, etc., y no hacia estudios en sistemática.
A nuestros jóvenes, desde un principio les leemos la cartilla, donde la realidad actual es escribir en ingles al considerar a esta como una lengua universal. La mayor parte de las revistas internacionales independientemente del país de origen aceptan los trabajos en lengua inglesa.
EJ –Sí, es un requisito para publicar en cualquier parte del mundo.
HB: Publicar en español es factible y más aun cuando la riqueza del castellano lo propicia, sin embargo la realidad actual nos deriva hacia el inglés.
EJ – ¿Tu primera esposa fue bióloga?
HB – Se llamaba Jacqueline Signoret Poillon, QEPD, la conocí en la carrera, en los pasillos de la Facultad de Ciencias. Un día en que iba rumbo a la universidad ella estaba con su hermana Martha esperando el camión, me paré:
– ¿Las llevo a la universidad, van a la facultad?
– Sí
– Las llevo.
A veces iba con mi hermano Abraham, pero ese día iba solo, siempre por la misma ruta, ya que de soltero vivía en la Calle de Medellín, en la Colonia Roma. Jacquie vivía en la calle de Amores, en la Colonia del Valle que era la continuación de Medellín; empezamos a platicar, profundizamos y el matrimonio duro 39 años hasta que llegó un cáncer fulminante que se la llevo el 9 de diciembre del año 2009. De ese solido enlace nacieron nuestras tres hijas: Kalincka, que es odontóloga, Claudine que estudió actuaria y Françoise, que se graduaría en diseño industrial, todas ellas asiduas deportistas en el CDI, practicando basquet ball y natación.
Después del 2009 pasé un año de duelo, de resignación, o de tratar de entender los caminos de la vida, o como quieran llamarle. El estar solo en la casa con tantos recuerdos no era ni es recomendable, y como ya te mencionaba las amistades que cultivo son selectas y aunque la familia, las hijas, cuñadas y amigos te invitan, siente uno que no debe entorpecer la vida de ellos, y aunque profundamente lo agradeces, no es un canal que uno quiera navegar en el día a día o en el mes con mes. Conocí gente, y un día en casa de mi cuñada Claudia, con la cual comía cada 15 días, le habló una amiga, Esther, y mientras ellas platicaban, le hice señas para que le preguntara si tenía alguna señora con la cual poder yo comunicarme.
Resultó que en ese momento Esther estaba con Bella, su amiga, y le preguntó:
-¿Quieres conocerlo?
Me dieron su teléfono y a los pocos días me comunique para invitarla a salir, y como primera opción era vernos en Klein’s de Mazaryk para comer. Ella vivía en Interlomas, y yo llegaría de la UNAM, hacia las 2 pm pero ambos dudamos por el tráfico de la zona y la casi nula posibilidad de encontrar un lugar para los autos, así que le pregunte:
– ¿Vas al deportivo?
– Sí.
– Ah! entonces nos vemos a las 2:00 pm para comer.
Bella Caltum Rayek es una asidua asistente al deportivo; sábados y domingos ella y su familia se sentaban al lado de la alberca. Mi familia, cuando pequeños los niños, nos sentábamos en la misma hilera para ver a los hijos ¡pero no nos conocíamos!
Han transcurrido 7 años y ambas familias han entrelazado una amistad de respeto y acercamiento.
EJ – ¿Tienes nietos?
HB – Cuatro, una nieta, Nicole de 12 años, y 3 varones, Alan, 16 años, Pablo, 15 años, y Kevin 12 años.
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