Enlace Judío México.- El homicidio del ex presidente Ali Abdallah Saleh a manos de los terroristas proiraníes hutíes también enterró la posibilidad de un acuerdo con Arabia Saudita.
GEORGE CHAYA
La diplomacia europea trabaja en un informe de la OTAN sobre el devastado Yemen, Bruselas sostiene que resolver el escenario político local es muy simple. Para la dirigencia europea: “Los sauditas alimentan a los yemeníes, y los iraníes los arman”. Así, los yemeníes estarían controlados y todo lo que ellos harán es alimentarse y combatir entre sí.
Como todas las caricaturas, esta parodia verbal pone la lente en un solo aspecto de una situación harto compleja de modo que ignora su real importancia. Hoy “Yemen es una maraña de conflictos tribales que, aunque deben ser examinados uno a uno, no pueden ser plenamente comprendidos sin una referencia a su contexto colectivo“.
Este ha sido el marco desde el que la prensa europea han cubierto la noticia del asesinato del ex presidente Ali Abdallah Saleh a manos de los terroristas proiraníes hutíes, quienes lo asesinaron el pasado sábado, a pesar de que hasta el viernes anterior había sido su aliado.
La muerte de Saleh fue confirmada por miembros de su partido, Congreso General Popular (CGP). El crimen mandó a pique la posibilidad de un arreglo con Arabia Saudita, algo que Saleh estaba buscando, y quedó demostrado cuando rompió su pacto anterior con los hutíes.
El destino de Saleh era previsible. Desde 2010 Yemen ha estado en una pendiente resbaladiza hasta convertirse en un territorio sin gobierno o semi-gobernado. En este momento, varios países, especialmente la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, Sudán del Sur, y, por supuesto, Somalia, están pasando por la misma experiencia en diferentes grados. Ninguna nación ni sus mandatarios son inmunes a sufrir ese destino en el juego de piezas de iraníes y sauditas.
La expansión de Irán en la región hace que el fenómeno pueda propagarse a otros vecinos, desde el Líbano, Siria e Irak (donde Irán ya se ha consolidado), pero también hacia otros países, como Turquía y Pakistán.
La BBC ha publicado un informe de prensa donde incluye las llamadas “tierras baldías” del noroeste de Pakistán en la lista de zonas sin gobierno. Partes en disputa de Cachemira, Afganistán y algunas provincias de Baluchistán que también están en peligro de caer bajo la influencia de Teherán.
Durante gran parte de la década de 1990, Afganistán era una vasta zona sin gobierno. Más recientemente, los territorios sin gobierno surgieron en algunas partes de la antigua Yugoslavia durante casi una década. Partes de Myanmar (Birmania) están hoy también en esa situación.
En cuanto a la crisis de Yemen, la abierta intervención de Teherán y Riad representa una amenaza tanto para Arabia Saudita como para Omán y los demás países del Golfo, aunque solo sea porque se podría producir una catástrofe humanitaria de enormes cantidades de refugiados que traten de cruzar sus fronteras. La desintegración efectiva de la autoridad gubernamental yemenita también podría poner en peligro la seguridad de las rutas marítimas en el Golfo de Adén y en el Mar Rojo, especialmente en Bab el-Mandeb, uno de los cuellos de botella más sensibles en el tráfico marítimo mundial.
A lo largo de la Guerra Fría, los EE.UU. temían que la isla yemenita de Socotra proporcionará a la Unión Soviética una plataforma para proyectar su poder a través del Océano Índico. La anarquía en el Yemen de hoy podría significar la captura de Socotra y de pequeñas islas en el Golfo de Adén y el Mar Rojo por parte de grupos terroristas dirigidos por Irán. Y ya se ha visto lo que la piratería terrorista ha hecho de Somalia. Lo sorprendente es que este peligro creciente ha sido ignorado por las grandes potencias y es explotado como una excelente ventaja táctica por los iraníes.
En este contexto, Irán está llevando a cabo una táctica oportunista y muy peligrosa incluso para su propio régimen. El diario iraní Al-Kayhan, ha publicado bajo el control del régimen del Guía Supremo Ali Khamenei un informe sobre el dominio de los hutíes de la capital de Yemen (Sana’a) como “el triunfo de la Revolución Islámica”. El editorialista no pudo contener su emoción al narrar lo que él pensaba era la adopción por los yemeníes de la versión khomeinista del islam.
Sin embargo, lo que el columnista no sabe o ignoró es que los hutíes son reacios a asumir responsabilidades gubernamentales, algo para lo que carecen de la preparación más elemental. Los hutíes saben utilizar muy bien sus armas, pero no tienen programa político o experiencia de gestión que no sea la de guerrear. De hecho, nadie puede controlar Yemen, ni nunca lo hará facción alguna en solitario.
La pregunta es cómo gestionar el caos actual en Yemen y no el uso de la retórica para abordar su gobernabilidad en el sentido clásico del término. Más importante aún, el editorialista de Al-Kayhan no sabe que los yemeníes armados siempre pueden ser contratados, pero nunca comprados.
Irán no es el único en ignorar ese hecho. Los sauditas también han estado gastando grandes sumas de dinero tratando de comprar varias facciones yemeníes y persiguiendo una alianza cada vez más difícil de alcanzar. Todos ellos parecen ignorar que, aunque entre las 10 naciones más pobres del mundo, los yemeníes aún caminan por la calle tan orgullosos como “Gary Cooper lo hacía por Hollywood”.
Aunque con excepción de los hutíes, los yemenitas no quieren y no necesitan de un Hezbolá o de un líder supremo iraní como Khamenei. Pero tampoco quieren una democracia liberal como algunos piensan en Washington.
Sin embargo, el sueño de Khamenei de un Yemen al estilo khomeinista está condenado al mismo fracaso que en su tiempo experimento el sueño nacionalista árabe de Abdel Gamal Nasser.
Hoy Yemen está en el borde de la tragedia humanitaria. Se divide efectivamente en al menos cuatro segmentos: el norte, donde los hutíes forman el grupo armado más grande; Adén y la parte del sur, donde los secesionistas del movimiento Al-Hirak tienen la mayoría de las armas y es tierra de nadie; la Hadhramaut de yihadistas vinculados a Al-Qaeda tienen presencia allí y se perfila como un nuevo califato; y por último, en otros pocos focos aislados de territorio de tribus donde los jefes tribales siguen ejerciendo cierta autoridad y nadie puede ingresar.
Yemen depende de la ayuda extranjera para el 90 por ciento de sus alimentos y sus necesidades médicas. Casi la totalidad de la ayuda externa se desvía a operaciones de emergencia, sin embargo, la perspectiva de una hambruna masiva es concreta y grande. Por lo que se necesitan esfuerzos urgentes para crear espacios que eviten la tragedia y el total colapso sistémico.
Yemen puede ser el perro faldero de las energías extrajeras, pero si se convierte en un lobo hambriento, podría morder a muchos. El asesinato del ex presidente Saleh, quien fuera el hombre fuerte allí por más de 20 años, lo acaba de demostrar.
Fuente:infobae.com
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